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Los Ritmos del Pachakuti

“No existe vida bajo el sistema mundo capitalista. Si el sistema mundo capitalista es un sistema de expropiación, explotación y opresión, un sistema para el ejercicio de la violencia militar y la violencia de su ideología, la legalidad y la legitimidad del sistema jamás han existido. La legalidad y la legitimidad del sistema mundo capitalista son tan solo “prisiones mentales”. El sistema mundo capitalista y sus instituciones estatales no son más que organizaciones del crimen.

En consecuencia, los pueblos del mundo no podemos valorar nuestros esfuerzos y nuestras acciones de lucha desde las categorías de pensamiento del sistema mundo capitalista y su derecho, de las categorías de pensamiento de sus instituciones y de su ideología. Lo ilegal es la legalidad del sistema mundo capitalista que expropia, explota y oprime para acumular riqueza; lo legal es la legitimación de todo tipo de violencia ejercida por el sistema mundo capitalista sobre los pueblos del mundo”.


Humberto Cardenas Motta, No existe vida bajo el sistema mundo capitalista: Frente a este-otro golpe desde Bolivia


“Aves de paso

Sí, eso somos

pero nos hemos acostumbrado

a comportarnos como monumentos.

Y así nos va”.


Elvira Hernández, Pájaros desde mi ventana


“Los gobiernos se van, los pueblos quedan.

Conviene no olvidarlo”.


Raquel Gutierrez



Los Ritmos del Pachakuti


Algunos reflexiones sobre la crisis política en Bolivia y la mirada desde la Argentina. La fantasía del pensamiento positivista mágicamente único y la desterritorialización de la información en tiempos de hidra capitalista. Tiempos de complejidades en América Latina. O algo así.


Por Tomás Astelarra


Déjenme volver a recordar ciertos marcos teóricos sobre los que suelo pararme a la ahora de analizar y sentipensar este sangrante presente globalizado que nos envuelve. La crisis civilizatoria de Raúl Zibechi, la cuarta guerra mundial contra las pueblas del zapatismo o la cosmovisión aymara del pachakuti, cambio de era, caos renovador o confusión, donde la serpiente tupak, creadora y recreadora de los tiempos, vuelve a dar su danza circular. Tiempos donde parece caducar el pensamiento binario o bipolar, esta hidra capitalista donde es difícil encontrar los límites entre bueno y malo, derecha e izquierda, rico-pobre, gringo-khara, arriba-abajo, cuerpo-espíritu….

El otro día, hablando con una líder espiritual huarpe, al expresarle esta característica del nuevo orden mundial como una dificultad a la hora de llevar adelante el oficio de comunicar, ella me dijo: “Hay dualidades que no cambian y son fundamentales. Sobre todo la que dicta el corazón y diferencia entre verdad-engaño, vida-muerte”.


En esta confusión, la complejidad de los territorios, o al menos la información que deviene de ellos, solo se salva con el cuerpo y el espíritu, la mirada, al menos el recuerdo, la intuición, de cómo evolucionan los hechos en el marco de sociedades que uno apenas llegó a vislumbrar sin entender completamente. En particular la cultura boliviana. ¿Pero cómo hago para expresar y traducir a la cosmovisión argenta ese mensaje que amigues bolivianos me envían por las redes pidiéndome que le aclare a los “gauchos” que no se trata de un golpe de estado? Porque las redes sociales y la comunicación moderna que sitúa a Bolivia como un enclave estratégico para el capital en términos de recursos también permiten intercambios que ayuden a comprobar experiencias, sentimientos, afectos, informaciones e intuiciones sobre las realidades sociales y políticas que uno ha atravesado en fugaces viajes (y hablo de años, no días). Y hablo de amigues artistas, progresistas, intelectuales, lejanos a un pensamiento hegemónico. ¡Que insisten que no fue un golpe de estado! (mientras denuncian los actuales y también pasados atropellos contra el pueblo boliviano que pone vida-muerte día a día) ¿Cómo denunciar estos atropellos sin “hacerle el juego a la “derecha”? Ni tampoco a la “izquierda” cómplice de la “derecha” y la basta gama de estratagemas o violencias legales-ilegales de este sistema capitalista desde la comunicación, los aparatos institucionales de “justicia” y las fuerzas de represión del estado, que no hacen otra cosa que consolidar el actual estado de una cultura de muerte consumista y por ende extractivista. Un tablero engañoso donde se llama ligeramente “dictadura” al gobierno bolivariano en Venezuela pero “paz” al acuerdo entre el gobierno paramilitar de Colombia y las FARC, producto del cual, en medio de tiempos convulsionados en Haiti, Honduras, Brasil, Chile o Bolivia, el continente entero se olvida de las líderes indígenas que día a día son masacradas en el Cauca (o México, por dar otro ejemplo).


Historia


En aymara USA quiere decir piojo. Dentro del sistema de conspiraciones que el imperio de Estados Unidos ha impuesto en América Latina, Bolivia, país rico en recursos naturales, ha sido la niña bonita del extractivismo y la falsa lucha contra el narcotráfico. El primer país donde democráticamente se impone el Consenso de Washington a través de un ex militar revolucionario (Víctor Paz Estenssoro, artífice en los cincuentas del Movimiento Nacional Revolucionario, partido responsable de la ampliación de numerosos derechos para la población indígena y de la asunción en 2002 de Gonzalo “el Goñi” Sánchez de Losada).

Antes de ser presidente, ya la embajada de Estados Unidos había expulsado a ese indio mestizo y campesino cocalero llamado Evo Morales de la cámara de diputados por ser dizque “narcotraficante”. El embajador yanqui en el país de las mamitas, Manuel Rocha (experto en triangulación de armas y drogas y “balcanización” de los territorios) le recordó al electorado boliviano que “el mercado de gas de California está abierto a una Bolivia que salga del circuito coca-cocaína (en referencia al MAS)". Nadie le hizo mucho caso. Porque el Evo sacó 20% de votos, un hecho histórico para la política partidaria indígena.

En contraparte, el pueblo boliviano es bravo, de armas tomar, de calles tomar. La casa de gobierno lleva el nombre de Palacio del Quemado por el incendio que sufrió en manos de una turba de manifestantes a fines del siglo XIX. El 21 de julio de 1946 una revuelta asalta el edificio y asesinan al presidente Gualberto Villarroel para luego arrojarlo por uno de los balcones del edificio hacia la Plaza Murillo y arrastrar el cadáver para colgarlo de una farola. Ante semejante antecedente, el Goñi Sánchez de Losada prefirió huir cuando las hordas de indios empezaron a bajar de El Alto a La Paz tras una aumento monumental del gas y un contrato de venta a Estados Unidos. Los períodos insurreccionales de principio de siglo en Bolivia (guerras del gas, del agua y de la coca, excelentemente descriptos en el libro de Raquel Gutierrez, Los Ritmos del Pachakuti) nuclearon un complejo entramado de organizaciones campesinas e indígenas, desde los pueblos del oriente al malku Quispe y sus ponchos rojos o el sindicalista cochabambino Oscar Olivera. El Evo Morales fue la mejor forma de traducir en votos este fervor insurreccional. La esperanza de un gobierno realmente popular estaba abierta. Pero el estado en Bolivia explica apenas una mínima parte del quehacer social, cultural, político y económico del país de las mamitas. Por dar un ejemplo esa distribución de la riqueza y empoderamiento económica de las clases populares mestizas del vecino país que muchos atribuyen al gobierno del MAS se debió, es cierto, a políticas distributivas del estado, pero también a una clase empresarial plebeya y aymara que desde los ochentas, en pleno neoliberalismo, viene generando densas redes de comercio nacional e internacional con características desconocidas e insondables para la mayoría de los analistas internacionales (hay densa bibliografía al respecto, incluyendo mi libro La Bolivia del Evo)


Los círculos de la historia llevan también al 2007, cuando, apoyada por Estados Unidos, la derecha boliviana denominada “Media Luna” (por su influencia en las gobernaciones que iban de Tarija a Pando, pasando por Sucre, Santa Cruz y Beni) puso en jaque el gobierno del Evo y la disputa o tinku se resolvió a favor del MAS por el apoyo del llamado Pacto de Unidad, que nucleaba a todas las organizaciones indígenas y campesinas. Desde entonces los rumores de chicherías dicen que el vicepresidente Álvaro García Linera fue el encargado de negociar con los sectores empresarios más moderados de Santa Cruz una paz social a cambio de la cual exigieron, a último momento, una reforma en la nueva constitución del estado plurinacional de Bolivia para que las representaciones políticas no surgieran de los movimientos sociales sino de los partidos dizque políticos, quedando el MAS con el monopolio de la representación indígena. Esto sumado a una fuerte demanda de consumo capitalista en la sociedad y la generación de nuevas burguesías quechua-aymaras (que van de los cooperativistas mineros a los agricultores del Chapare, pasando por los comerciantes de tecnología importada de China) llevaron al gobierno a un pragmatismo desarrollista que hoy muestra índices de alto crecimiento económico (con las consabidas consecuencias a nivel ambiental y, por ende, de represión de poblaciones originarias amazónicas y también del altiplano). En 2011, el proyecto de carretera por el territorio indígena y parque natural TIPNIS terminó de dividir las aguas en el Pacto de Unidad. El gobierno intervino, judicializó y criminalizó a la Confederación Indígena del Oriente Boliviano (CIDOB) y el Consejo de Ayllus y Markas del Kollasuyo (Conamaq), mientras el vicepresidente García Linera denunciaba a los “librepensantes” dentro del MAS, aclarando que el dizque partido político se trataba de una estructura vertical.


Las estructuras del Estado y los movimientos sociales afines comenzaron a hacerse más verticales y obsecuentes. Los disidentes en el pensamiento único del MAS, enemigos declarados. Los campesinos cocaleros hicieron avanzar la frontera agrícola al norte del Chapare (con un evidente destino de exportación para el narcotráfico), pero también en el norte integrado de Santa Cruz, donde se asociaron con los empresarios agroindustriales (que pudieron soportar el “hedor andino” y su racismo en pos de nuevos negocios). Hasta le brindaron al MAS las fuerzas de choque de las juventudes cruceñistas para reprimir a los indios amazónicos que se oponían a la tala de selva. El vicepresidente Linera explicaba a los movimientos sociales reunidos en pueblos perdidos del Chapare que todos estos negocios eran necesarios para poder construir canchas de fútbol o mandar a sus hijes campesinos a estudiar a Harvard (su familia mientras tanto intentaba desalojar pueblos originarios en Tiquipalla para construir un hotel cinco estrellas). ¿Cuáles son los límites del desarrollo? ¿Cuál es la definición de pobreza, de salud, de educación? ¿La que impone el Banco Mundial o la que hace siglo ejercen las tradiciones originarias del ayllu o la medicina ancestral? ¿Era justo postergar las necesidades de comodidad y consumo capitalista moderno de las bases del MAS? ¿A costa de otros pueblos originarios? La Pachamama había quedado evidentemente en segundo plano. En Argentina en las redes sociales se seguían compartiendo fake news de que en el país hermano se había acabado la Coca Cola o los transgénicos o la pobreza o la tristeza o la indignación.


En el altiplano los cooperativistas mineros comenzaron a contratar grupos paramilitares para desplazar o reprimir pueblos defendiendo sus fuentes de agua. En las yungas los cocaleros tradicionales también comenzaron a ser reprimidos por el gobierno. De todas maneras los “desencantados” del MAS no llegaron a generar una oferta política por izquierda. La derecha medio que no existía electoralmente. Tampoco surgieron en el MAS opciones de recambio. En algún momento se rumoreó con la candidatura del David Choquehuanca, canciller y último bastión de la línea pachamamista. Como aymara del altiplano, también cumplía con el requisito de recambio de autoridad propio de la cultura originaria boliviana y de la alianza de organizaciones y pueblos que en su momento habían llevado a la dupla Morales-Linera al poder. También podría haber sido posible, por dar otro ejemplo, entronizar la figura de Leonilda Zurita, presidente del MAS e histórica militante cocalera. Mujer y originaria. O la Gabriela Montaño, presidenta del Senado, mestiza y occidental moderna. Nada de eso sucedió y la cuarta reelección del Evo Morales, en las concepciones más arraigadas de la cultura aymara, no solo quebró el concepto de rotación en el poder, sino también la consigna ama sua, ama llulla, ama quella (no seas ladrón, no seas mentiroso, no seas flojo). La corrupción es parte inherente al estado o las estructuras de financiamiento político (sobre todo en sistemas por fuera de la comunidad). Las reformas judiciales para habilitar la reelección no fueron honestas. La falta de propuestas superadoras de un esquema que se limitara a hacer crecer el PBI para redistribuir la riqueza con paradigmas occidentales, una muestra de pereza.

Dice el Manuel Rozental que la dirigenta indígena ecuatoriana Blanca Chancoso le dijo al Evo en su asunción en Tiwanaku: “Vas a entrar a una casa que esta hecha para alimentar a las ratas. Podes destruirla y dejar de dar de comer a las ratas. Pero el procesos sera dificultoso y tu gente pensara que eres un mal gobernante. O puedes alimentar a las ratas y que tu gente piensa que eres un buen gobernante. Pero entonces habrás traicionado la tradición de tu pueblo”.

“Zavaleta (René) decía que el único gobierno posible en Bolivia es el que gobierna las masas y eso clarito veías ahora, no había nadie que defienda al Evo en La Paz. El gobierno pensaba que como agradaba a la derecha no iba a haber enfrentamientos, se convencieron que desmovilizar a las masas no era algo malo. Han hecho un hábito de dependencia del estado que hemos criticado durante años. El estado siempre ha sido débil en Bolivia, por eso se ha caído como un castillo de naipes”, explica el sociólogo Jorge Viaña, ex director del Instituto de Investigaciones de la Vicepresidencia.


Presente

Mucha gente amiga en Bolivia aclara una y otra vez que no fue golpe de estado y que si lo fue, fue tanto como el del Goñi (en esta neoteoría de los dos demonios que parece querer instalar la prensa hegemónica donde una dictadura militar es lo mismo que una revolución popular). Habría que ver si palabras como “golpe de estado” o “dictadura” no son ciertamente añejas, ya que todo gobierno capitalista es, de alguna manera, al mismo tiempo, un golpe de estado y una dictadura.


Según mi información probablemente mala, diría el Turco Asis, el principio del asunto fueron miles de jóvenes en las calles (como sucede en Chile) pidiendo el fin de la era Evo y sus engaños. El MAS envió sus grupos de choque (campesinos pagos me dicen) y eso desató el estallido social. Sobre esa revuelta se sumo la estructura siempre latente de la CIA, la DEA, las conspiraciones gringas y la derecha más recalcitrante de Santa Cruz (en 2007 encarnada por Branco Marinkovik, en 2019 por el “macho” Kamacho). El resto es historia conocida, aprietes, renuncias, militarización del territorio, guerra civil, golpe de estado, dictadura.


Ahora bien, cabe preguntarse: ¿Por qué no fue Camacho el elegido para encabezar este gobierno de facto en vez de Jeanine Añez? Seguramente después de entrar portando una biblia y quemando la whipala, de colado, al Palacio del Quemado (hecho un desierto luego de las amenazas de “la derecha” a los principales dirigentes del MAS y la desmovilización de las fuerzas de seguridad), Camacho sabía que había grande probabilidades de terminar como Viallarroel, colgado en la Plaza Murillo. La fragilidad del estado o empresa capitalista en Bolivia es difícil de entender en otros lares, pero cualquier empresario o político “de derecha” sabe que no hay forma, ante la posible reacción popular, de mantener un gobierno por más fuerzas militares que se tenga. O de subir los impuestos, el precio de la harina o la nafta (como le sucedió al propio MAS en el gasolinazo del verano de 2011). O, por dar otro ejemplo, privatizar o extranjerizar las minas frente a una estructura sindical fuertemente armada y dispuesta a morir por la causa.


“Hay un movimiento de insubordinación a lo que se nos había impuesto durante todos estos años como único destino posible y no hay una plena claridad de qué significa terminar de desarmar los sistemas neoliberales. Si el régimen chileno era la perla del neoliberalismo, el régimen boliviano era la perla del progresismo. Hay un fenómeno de implosión, implosión del extractivismo neoliberal pleno. Obviamente en Bolivia se van revolviendo capas y capas de problemas, de variantes. Se cayeron esos regímenes. Y obviamente en Bolivia la derecha empujó, empujó mucho. Sin embargo esto no nace de repente y sólo por fuerza de derechas. Las fuerzas en contra de Evo esperaron el momento más propicio, cuando saben que pueden activarse. ¿Por qué? ¿Por qué ahora? Porque Evo perdió la base”, aclara la ex guerrillera y ahora intelectual Raquel Gutierrez desde México.


“Esta coyuntura nos ha dejado una gran lección. Yo no creo en el triunfalismo de que porque se ha ido el Evo ha vuelta la democracia. Mucho falta para recuperar la democracia. Tampoco en la hipótesis de golpe de estado que quiera legitimar al gobierno de Evo Morales en su peor estado de degradación. Pero no tenemos que perder la esperanza de una Bolivia pluricultural”, explicó hace poco Silvia Rivera Cusicanqui en el Parlamento de Mujeres. La periodista Suzanne Andes divide, si se puede, los ánimos de los bolivianos en tres sectores: “Por un lado, están los miedos y rechazos del sector que defiende el voto opositor. Este sector se puede describir como una mezcla heterogénea de jóvenes, sectores urbanos, profesionales, clase media, y otros, liderada por demócratas liberales, líderes regionalistas de Santa Cruz y otros departamentos y un centro izquierda que se ha distanciado del MAS. Una de sus consignas principales es “Bolivia dijo NO”. Por otro lado, está la posición de las personas que votaron de nuevo por el MAS. Sectores que en los 14 años de este gobierno lograron una cierta mejora económica. Son sectores rurales, urbanos populares (pero no todos), funcionarios públicos, cooperativas mineras y las organizaciones campesinas e indígenas alienadas. Es importante analizar también a la parte de la población que no participa en las movilizaciones o bloqueos. A través de su desánimo y ausencia este sector también expresa un NO. Expresan que esta vez movilizarse no vale la pena, porque no se sienten representadas por ninguno de los actores en conflicto”. Buena parte de este tercer sector ha salido a las calles en este momento para enfrentar y denunciar el gobierno ilegítimo de Jeanine Añez y la violenta represión de la derecha boliviana a través del ejército y grupos paramilitares.


Como bien dice Viaña, y cuesta entender en la ideosincracia Argentina, el estado tradicional en Bolivia siempre fue inexistente, desde la construcción de una escuela al cobro de impuestos aduaneros. Hay otros métodos de organización comunitaria que van de la economía popular a las autodefensas armadas (como los ponchos rojos). Pensar que el MAS o la derecha apoyada por Estados Unidos dominan actualmente la situación es desconocer los ritmos del pachakuti, del tinku, de la justicia popular aymara, donde hoy, tanto de un lado como del otro, saben que cualquier opción por afuera del deseo popular requerirá un violencia extrema y una pérdida absoluta de institucionalidad y una sociedad paralizada por los bloqueos, desbordes sociales, y represiones. Lo cierto que parece difícil que “la derecha” se instale cómodamente o quiera cambiar las condiciones de trabajo de los cooperativistas mineros o las organizaciones cocaleras o cobrarle impuestos a los importadores de lavarropas de China. Es Bolivia. ¿Hacia dónde van los destinos de Bolivia? Solo Bolivia sabe. Solo el pueblo boliviano es capaz de decidirlo. Puede ser por los votos, pero también por un enfrentamiento social o tinku, donde las muertes son también parte de la vida. Por supuesto que todos los crímenes de lesa humanidad, por “derecha” o por “izquierda” son repudiables. También los crímenes contra la Madre Tierra.


Momento

Permitan un último marco teórico. Soy gringo, varón, de educación universitaria, destino neoruraljipi y otros privilegios. Salvo los pedidos de algún amigue boliviano de que aclare a los gauchos que las cosas no son tan sencillas y claras como ellos creen (y el pedido de muches otres amigues de América Latina que han leído mi libro o mis crónicas sobre Bolivia y me piden un relato desde mi visión o pensamiento crítico), no creo realmente que este escrito tenga demasiada incidencia práctica sobre el pueblo boliviano. Como dice un amigo que dijo un paisano amigo: “mejor escuchar a los que hacen las revoluciones que los que opinan de ellas”. La pregunta es ¿El gobierno del MAS fue revolucionario? Mmmmm. Yo diría que no. Que revolucionario es el pueblo boliviano.

Quizás escribir también sirva pa' calmar la angustia de saber que los muertos y muertas están en esas calles, esos mercados, esas montañas que me enseñaron tanto, que me dieron tanto alimento y vida y a donde siempre añoro volver.

Por último escucho que no es tiempo. Que no es hora. Que no es ahora. Que no es el momento de analizar el fracaso de los gobiernos progresistas y su falta de solución a los verdaderos problemas de la humanidad en esta crisis civilizatoria (que no se trata de la pobreza, sino ya directamente de la muerte).

Pero siguen llegando las noticias, de muertes en Colombia, en Honduras, en Haití, en Venezuela, en México, en Bolivia, en Chile, en Argentina. De a decenas, de a centenas, de a miles. Siguen llegando las noticias de muerte. Entonces: si no es ahora ¿Cuándo?


PD: Hay amplia difusión en los medios alternativos de los abusos de la “derecha” boliviana y la actual dictadura que se ha impuesto tras el golpe de estado (yo prefiero llamarlo así, las cosas por su nombre, aunque el nombre suene añejo) . Prefería concentrarme en un aspecto menos conocido que son los abusos por “izquierda” en los que ha incurrido el gobierno del MAS. Ojala esta crónica sea un aporte en general y sobre todo, como siempre, un respetuoso homenaje al pueblo boliviano que tanto me ha dado. También a todas esas pueblas, organizaciones sociales, campesinas, indígenas y jipis neorurales que día a día construyen otro mundo posible desde esa cultura, comunicación o economía, que no es alternativa, porque alternativo es el sistema capitalista de muerte, ya que nuestras formas intentan recuperar las visiones y saberes ancestrales, anteriores a la conquista de nuestro imaginario físico, psíquico y espiritual.


DIBUJOS: Sebastián Triglia y Nico Masllorens

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