Después de las amenazas, el desalojo, seis meses fuera del aire y un atentado contra la construcción de un nuevo espacio, la histórica radio de El Bolsón vuelve a abrir sus puertas a la comunidad. Historia de resistencia y creatividad multigeneracional.
Entraron a machete y motosierra. Entraron en comunidad usando el ancestral método de la minga. Entraron en silencio. En tiempos difíciles. Entraron en la tierra prometida con una antena al hombro después de décadas de desalambrar el aire.
Con 31 años de vida y siendo un referente de la comunicación popular en la Argentina y el mundo, FM Alas inauguró este año un nuevo estudio radial en los barrios periféricos de El Bolsón. El terreno de machin y aguadita tenía reducidos valores para el mercado inmobiliario, pero fue visto como una oportunidad y hasta incluso una señal.
“Dijimos nos vamos a alejar un poquito del centro, meter los pies en el barro, en el corazón de los barrios, y surgió este lugar: un ojo de agua en medio de la urbe. Donde hay una bruja del agua, donde vimos un martín pescador, donde volaron hace poco dos mankes, dos cóndores... Esas señales, por lo menos a piel, nos dicen que la decisión fue la acertada, más allá de la urgencia y la necesidad del momento. Acá estamos”, explica Martín “Piqui” Lorenzo, uno de los integrantes de la emisora comunitaria.
El proceso no fue sencillo. Surgió luego de seis meses en que el colectivo tuvo que apagar su antena y transformar la minga de voces en minga de tierra. La estructura de chapa y rejas, además de una forma de agilizar el proceso con el menor costo posible, fue una forma de resguardarse ante las amenazas que vienen sufriendo les integrantes de FM Alas, incluyendo el atentado que quemó los primeros cimientos de la obra en marzo de este año.
2017 fue un año más crudo que el invierno patagónico. Luego de la multitudinaria Marcha por el Agua en contra del megaproyecto Laderas del magnate Joe Lewis y el seguimiento del caso Maldonado, la radio, entre otras organizaciones sociales, comenzó a estar en la mira de un poder empresario y político que tiene la violencia institucional como principal respuesta a los reclamos por una vida mejor. No es joda meterse con este financista internacional amigo del presidente Mauricio Macri o el pope de los negocios multinacionales Luciano Benetton. Apoyar las comunidades mapuches, ser punto de encuentro y refugio para cuanto activista anticapitalista ande dando vueltas por estos sures, ser referente en una comunidad que se organiza contra el saqueo extractivista, que tiene sus codiciosos ojos puestos en este culis mundis. Una vez más quisieron silenciarlos. No pudieron.
Historia
FM Alas nació en 1987 como una iniciativa de dos empleados de Radio Nacional El Bolsón que comenzaron a ver que si bien la democracia era un buen eslogan a veces se mostraba lejos de los valores de la participación popular. “Cuando llegó la democracia, en 1983, era todo flores y rosas en Nacional, pero tres años después se empezó a pudrir. Comenzaron a ponerle un freno a la libertad de expresión. Y como nosotros trabajábamos directamente con el pueblo, pretendíamos seguir abriendo las puertas de la radio de par en par. Cuando se cortó esa onda decidimos poner Alas”, contaba Daniel Tornero a Pagina 12 cuando se cumplieron 20 años de la emisora.
“Hace diez años Alas era la radio donde las organizaciones iban a decir. Ahora es una organización más que construye junto a esas organizaciones”, recalcaba para la misma época Valeria Belozercovsky para un informe de Fm La Tribu. “En la actualidad, la complejidad de la radio, con la incorporación del Salón de Usos Múltiples (SUM) y con otras actividades que la asociación civil fue sumando, en parte para responder a la demanda de la comunidad, en parte para responder a demandas que otras organizaciones requerían de la radio, nos hizo diversificarnos. Formamos parte de redes que no solo tienen que ver con la comunicación sino con los derechos humanos o por ejemplo la Asamblea Comarcal contra el Saqueo”, agregaba Daniel Otal.
Dentro de la historia de FM Alas también se encuentra la creación de la Red de Comunicación Campesina, a través de la cual pudieron fomentar la instalación de radios comunitarias en comunidades mapuches como la “José M. Pichún” del Paraje Cuesta del Ternero o la Petu Mogeleiñ (Aún estamos Vivos) de la Organización “11 de Octubre” de El Maitén.
En Febrero de 1999, plena debacle del menemismo, funcionarios de la Comisión Nacional de Comunicación (CNC), dependiente del entonces Comfer, se arrimaron a FM Alas a clausurar la radio y confiscar los equipos. Uno de los operadores bajó los potenciómetros y enseguida los oyentes (o radioparticipantes como le gusta decir en Alas) comenzaron a llamar preguntando que pasaba. Ante la respuesta, una multitud se convocó en los alrededores de esa casita azul en el centro del pueblo, donde funcionaba la radio. La pueblada impidió que se llevaran los equipos y la radio volvió a sonar el aire.
Amenazas y desalojo
En 2018 la cosa es más complicada. La patagonia es un territorio militarizado, con grandes intereses internacionales, reuniones del G20, un gobierno que sigue los dictámenes de las políticas internacionales contra la movilización social: la represión de fuerzas oficiales o paramilitares de cualquier atisbo de protesta contra el saqueo de los recursos naturales, o el deterioro en los derechos humanos, la salud, la educación, el trabajo, y otros derechos. Fm Alas es una de la referentes a nivel nacional de estos reclamos, una voz diferente frente a las versiones de los grandes medios hegemónicos, una usina de materiales a los que pueden recurrir las medios comunitarios que a veces no cuentan con la posibilidad de trasladarse. Incluso un lugar de alojamiento para aquellas que desean trasladarse con pocos recursos.
Las amenazas empezaron a llegar a los celulares. Primero con insultos, aprietes, luego certificando el horario en que algunes integrantes regresaban a su casa, un cigarrillo de marihuana en la mesa con el mensaje de que luego pasarían para fumárserlo... Finalmente una bala en la puerta de la librería de uno de los integrantes, justo sobre el afiche de Santiago Maldonado. “Como ciudadano de bien que cobra sus impuestos les digo que están tirando demasiado de la soga. Después a llorar a plaza de mayo. Están avisados”. “Cortala con joder al goberna. O le vamos a poner camineras en Mallin y la falopa se la vamos a incautar toda. Y peguenle a Soria que se quedan sin nidito”. “Les vamos a prender fuego esa puta radio putos”.
El rastreo de uno de los mensajes dio con un funcionario de la municipalidad, en manos del intendente Bruno Pogliano, cuyo estudio contable trabaja con Joe Lewis y es la dirección legal del megaproyecto inmobiliario Laderas. En una entrevista con Fm Alas, Pogliano calificó a la emisora de “ilegal”. Las denunciar de diferentes organizaciones sociales y de derechos humanos fueron ignoradas por el intendente.
En 2009 amaneció en llamas la Radio Activa, que estaba cubriendo las marchas que se estaban haciendo contra un aeropuerto que proponía Lewis. En 2015 incendiaron la FM Comarca Andina, cuyo propietario era un visible integrante de la Asamblea en Defensa del Agua y la Tierra. Luego, prendieron fuego el centro comunitario de Maillín Ahogado, que era el lugar donde se reunía la asamblea. A mediados de 2017, el dueño de la casita azul donde Fm Alas habitó más de veinte años, siendo referencia para la comunicación popular de todo el mundo, anunció que no renovaría el alquiler. El precio de compra era exhorbitante. La organización decidió comenzar con la campaña “Un Nidito para Alas” intentando recolectar los fondos necesarios para un espacio propio.
El Nidito
Quien visita El Bolsón después de algunos años se impresiona del crecimiento inmobiliario, los jipis parecen haber perdido la pulseada en el diseño urbanístico, incluyendo un aparatoso puente que cruza el ya aparatoso lago artificial en el centro de la plaza Pagano (donde han inaugurado un monumento a La Biblia). “Después de una gran movilización, cundió el miedo y las internas, cada cual se fue para su casa, está todo militarizado y los jipis ya somos estigmatizados como anarcoterroristas amigues de los mapuches”, me cuenta una amiga artesana. Las historias son desde graciosas a escalofriantes, pueden ser de un gendarme oliendo el DNI en busca de restos de marihuana o cocaína, o un enmascarado prendiendo la motosierra sobre la cabeza de un integrante del barrio Tierra y Dignidad al grito de “decime donde tenes la marihuana”. El Piltri sigue igual. Y también la plaza Che Guevara con la casita azul de techo de madera a dos aguas, a metros de la estación de servicio que marca el centro neurálgico del pueblo (perdón, ciudad). Salvo que el cartel de la plaza está escrachado. Y el pasto está muy largo. Y alguien desarmó el Salón de Usos Múltiples Negro Fontella. Y que si tocas la puerta, nadie te va a atender.
Para acercarse a FM Alas tenés que alejarte del pueblo devenido ciudad rumbo a El Hoyo o Esquel, ruta 40, un par largos de kilómetros, doblar a la derecha varias cuadras, barrio de calles de tierra, descampado con vista a montañas infinitas, una entrada de ripio, un ojo de agua, otra casita azul, de chapas y rejas, un casilla como baño seco, y una
pequeña torre de transmisión, y una antena dada vuelta resguardando la leña de la lluvia. Tras seis meses fuera del aire, FM Alas vuelve a estar en vivo. Es de mañanita y suena La Minga, el espacio informativo colectivo donde colaboran más de 20 cumpas que se rotan en tareas de operación, locución y producción con la búsqueda del “no monopolio de la palabra” y “tejer una minga de voces”.
“Volvimos al aire el diez de septiembre para hacer coincidir con el aniversario de los 31 años de la emisora. Decidimos que el regalo era volver al aire. No importaba si era en las mejores condiciones”, cuenta Enry. “Decidimos no acelerar el proceso sino hacerlo desde el aire. Pasito a pasito. Volviendo a crecer en la dinámica de siempre: sumar programación, participación, pero en el andar, en la práctica concreta de hacer radio. Volver a esta minga de voces que significa Alas al aire, y que durante este período se transmutó en mingas de tierra. Así le encontramos palabra al proceso de construir este espacio con una necesidad de cierta urgencia por el vacío que generaba en la comunidad la no permanencia de Alas en el aire, pero cumpliendo ciertos requisitos, cierta velocidad para volver el aire, y ciertas características que la hagan un poco más difícil en este proceso de amenazas e intento de incendio cuando comenzó la construcción. Y ademas extraer parte de la historia de FM Alas. Esta casa es parte del SUM, el espacio cultural que existía allá, pero no era parte de la casa alquilada. La recicladita, le llamamos, de chapas y madera, de esta nueva sede, es parte de ese SUM. Lógicamente cuando pensamos formas de construcción, la veíamos más cerca de una construcción de barro, pero precisábamos una inmediatez y una seguridad. Pero ahora ya podemos planificar al futuro estando en el aire”, relata Piqui. “Este proceso coincidió con ese ambiente candente que vivió la Comarca, de grandes movilizaciones, debates, discusiones, que se pretendía que sucedieran de la manera mas escondida. Y Alas participó activamente como medio de información de todo aquello que se quería silenciar, y volvió a ser esa radio comunitaria que habíamos escuchado de tiempos de momentos históricos de la Comarca, donde Alas también fue protagonista, con mucha radioparticipación. Y justo sucedió en ese entorno que tuvimos el llamado del propietario donde Alas habitó, pagando alquiler, durante 20 años, diciendo que el contrato no iba a ser renovado. Lo que nos obligaba a volver a buscar alquilar o decir no mas, y apuntar la energía a un lugar propio, liberarnos de la cuestión inmobiliaria. Y esa fue la clave, y la causa de esta tierra donde estamos parados, que nos gusta decir que es una propiedad comunitaria”, concluye Enry.
La experiencia de buscar tierra y construir su nido no fue fácil. Desde ya no es fácil para una radio de más de 30 años de trayectoria quedar seis meses fuera del aire. Pero también se dieron situaciones como el atentado que quemó los primeros portantes del techo, o la cancelación de la compra de un terreno, en frente de la escribana, cuando el propietario cayó en la cuenta que la operación se hacía con la problemática radio tildada de “terrorista” por una parte grande de la población de El Bolsón. Incluso la contradicción de tener que comprar dólares para sostener el valor del dinero donado por la comunidad tanto del lugar como de otros lares (incluso extranjeros a través del sistema de crowfunding). Muchas de cal y de arena, que sin embargo, a pesar de las dificultades, terminaron forjando este espacio que hoy se levanta al costado de la aguadita, en medio del machín y las milenarias montañas.
Tercera Generación.
No son tiempos sencillos. En el estudio Denali relata los episodios sucedidos en el juicio que se realizó en Esquel y que intenta incriminar a vecines y miliantes que fueron baleados en enero de 2017 por un camión que se robaba la hacienda del Lof Cushamen, donde fue asesinado Santiago Maldonado. En este mundo del revés donde el gobierno hoy acusa a las organizaciones sociales de narcos y ecoterroristas, mientras fomenta la violencia de estado. Más de un año y medio después, cuando todavía no ha pasado el miedo de las balas que casi acaban con su vida, Ivana Huenelaf, Javier Huenchupan, Jorge Buchile, “Rojita” González y Gustavo Jaime, viven la absurda y contradictoria situación de sentarse en el banquillo de los acusados, soportando horas de escuchar las versiones de la policía que no tienen ningún asidero.
“Es todo un armado, es muy fuerte ver la cara de la policía que entra a declarar y que estuvieron disparando contra estas cincos personas. Pero realmente su discurso hace agua frente a la claridad de los supuestos imputados. Incluso en la justificación de porque apoyar el reclamo territorial de la comunidad mapuche. La tranquilidad de decir la verdad y contar los hechos tal cual fueron. Se dieron situaciones ridículas como un policía que identifica una bomba molotov que supuestamente llevaban en la camioneta a cinco cuadras del hecho. Muchas situaciones así. Y a pesar de eso no tenemos certeza si el fallo va a ser favorable. Esto sucedió seis meses antes de la muerte de Santiago Maldonado, fue el ensayo. Y todas las acusaciones sobre los abusos de las fuerzas de seguridad quedaron en la nada y ahora esto. Es una estrategia clara de amedrentamiento a cualquier persona que quiera apoyar estos reclamos. A quienes se levanta y se solidarizan. Capaz que este juicio sale favorable, pero te deja pensando: ¿salgo a las movilizaciones? Porque el proceso judicial, a pesar que incluye embargos, maltratos y otras situaciones desagradables, es lo de menos. Lo peor es revivir esa secuencia de las balas zumbando en tus oídos”, relata Denali.
Alas sigue siendo esa casita azul donde siempre podes acercarte a contar las verdades que oculta el poder, o las mentiras que este mismo poder trama a través de sus medios de desinformación. A pesar de las amenazas y la difícil situación económica donde ya nadie cobra por su trabajo, la participación sigue vigente. Van y vienen cumpas tomando los controles, construyendo el espacio, tejiendo el aire de FM Alas. Muches son jóvenes estudiantes, casi una tercera generación de este símbolo de la comunicación popular donde hoy no se escuchan las voces de sus fundadores pero si la de sus hijes, tanto naturales como políticos, que van dejando paso a nuevas formas de hacer y decir, con una esperanza: “una proyección multigeneracional”. “Así de amplia la cuestión”, aclara el Enry, “que esto crezca generacionalmente, hay un quehacer para las próximas generaciones, aprovechando que el lugar ya es de propiedad colectiva. Y a corto plazo, volver a emplazar el SUM para las artes escénicas, plásticas, la música... Para eso estamos retomando las mingas de tierra para construir la ampliación”. “Y además desde el espacio de coordinación está la búsqueda de abrir estas decisiones. El debate que nos damos últimamente es como vamos a hacer este SUM, sobre todo teniendo la herramienta aire, y un aire de participación activa. Hay que vincular a la comunidad, y buscar los mecanismos para que también sean parte de esta decisión, de cómo piensa la comunidad de cómo debe ser este lugar. Es complejo, en esa estamos. Surgen discusiones, pero esa es la búsqueda”, concluye Piqui.