Por Mariano Pacheco y Miguel Mazzeo
Este es un libro de estrategia y síntesis política. Un género acuciante.
Roberto Perdía saca conclusiones políticas a partir de algunas experiencias que se desarrollaron y de algunas las ideas que se sistematizaron en ambientes plebeyos y resistentes durante los últimos 20 años; en nuestro país y en buena parte de Nuestra América. Reconoce las potencias de lo radicalmente nuevo que constituyen nuestro ineludible punto de partida. Identifica ejes relevantes para la construcción de una alternativa sistémica y en clave civilizatoria. Propone tareas.
Esos ejes remiten a la construcción de territorialidades alternativas y de usinas de poder popular, de espacios anticipatorios y de prácticas instituyentes/constituyentes, de ámbitos de eticidad inmediata y de potenciación del amor social. En fin, ejes que aluden a instancias capaces de contrarrestar la fragmentación, el aislamiento, la competencia y todos los valores viejos que el sistema inocula en los seres humanos... Su signo más distintivo: la autogestión, la auto-emancipación, la auto-educación y el protagonismo directo del pueblo.
Esto es: el pueblo como actor principal –¡y como guionista!– y no como sujeto paciente. El pueblo como héroe colectivo y no como el coro trágico. Un pueblo politizado. Esos ejes remiten al camino de la autonomía popular. Autonomía material, ideológica, y política, respecto de las clases dominantes y el Estado.
El autor nos convoca a pensar el cambio revolucionario a partir del desarrollo de una sociedad civil socialista, a concebir la política con un fundamento societario o comunal. En las páginas que siguen, el poder comunal es presentado como la expresión más consumada del poder popular. Se trata del horizonte póstumo de Hugo Chávez, sintetizado en la consiga: “Comuna o nada”. Las comunas, como horizonte y fundamento del poder popular. Las comunas como el cuerpo de la Nación, no como un apéndice del Estado. El camino, tal vez, más adecuado para construir el socialismo. Un socialismo que se perfila como creación de y desde las bases, parido desde lo molecular pero con ansias de articularse en los planos macro, tanto nacional como nuestramericano.
Todo esto implica, entre otras cosas: una opción por una ideología popular democrática inclusiva y fluida (de ningún modo ambigua ni aturdida por el doctrinarismo); una planificación económica democrática cuyo horizonte sea la reproducción de la vida y que reconozca del carácter inseparable de la producción, la distribución y el consumo; un proceso de transición donde los espacios de poder popular subordinan, y luego reemplazan, a los elementos de la vieja sociedad, incluyendo al Estado. En fin, la socialización de la riqueza y el poder, como momentos simultáneos y sin intermediaciones.
No hay una repulsa dogmática al Estado, sólo una crítica al estatismo –y al fetichismo del Estado– que insiste en cambiar la sociedad desde el Estado. También podemos identificar una opción tanto por los anclajes asociativos desde abajo de la voluntad política organizada como por el desarrollo de formas de mando colectivas, no especulares y por los instrumentos políticos no hipostasiados.
El autor nos habla de una incompatibilidad de fondo entre democracia y capitalismo. Se refiere, claro está, a la democracia sustantiva, directa, plebeya; que interpela a sujetos políticos colectivos y que es a todas luces inasimilable a un sistema desigual, depredador e impiadoso. Porque en su formato “convencional”: liberal, delegativo, representativo, atomístico, cada vez es más evidente que la democracia constituye una función –una muy importante por cierto– del sistema de dominación del capital, y está subordinada a sus necesidades de valorización. De todos modos, el autor no se cierra a la posibilidad de explotar las contradicciones y las regiones ambiguas de la democracia convencional, pero entiende que esa posibilidad depende de la solidez de las posiciones propias conquistadas, de la proliferación de trincheras de poder popular.
Roberto Perdía recupera el sentido estratégico de la frase “sólo el pueblo salvará al pueblo”. Deja bien en claro por qué el lema de las CGT de los Argentinos (CGTA) en el 68, la formula compartida por las organizaciones populares en los tiempos del auge de masas en la Argentina de las década del 60 y el 70, nuestra forma particular de decir aquella otra frase de KARL MARX, “la emancipación de los trabajadores debe ser obra de los trabajadores mismos”, hoy adquiere más vigencia que nunca. Con sus ochenta años Roberto Perdía se caracteriza –como queda a las claras demostrado en este libro—por ser una de las mentes más jóvenes de su generación (la de los años sesenta/setenta), pero también, de las actuales (al menos, de la parida al calor de las barricadas y la lucha de calles en los contornos de 2001). El modo de pensar la democracia (la comunal y la parlamentaria), y el capitalismo (la singularidad de su fase actual), las formas y la paciencia con que aborda las tareas del movimiento popular en la actualidad logran combinar la sabiduría de quien supo atravesar los momentos más álgidos de la lucha de clases en este con la impostergable radicalidad de quien asume el desafío de cambiarlo todo, a sabiendas de que los tiempos históricos no siempre se condice con el recorrido de la propia biografía.
Perdía fue comandante de una de las fuerzas guerrilleras más importantes de América Latina, dirigente del movimiento político popular más destacado en la historia del país (atravesó la clandestinidad, el exilio, pérdidas irreparables de compañeras y compañeros) y como tal, cometió errores, realizó lecturas que podrían ser ampliamente cuestionadas, sobre todo con la distancia de los hechos. Sin embargo, logra sortear la doble tentación que impone la nostalgia. A saber: la de vivir de en los laureles de aciertos o con la culpa de los errores del pasado. Perdía, por el contrario, se ha dedicado en los últimos años a indagar críticamente el pasado sin renunciar a pensar y actuar sobre los desafíos del presente. Así lo atestiguan sus dos últimos libros (Montoneros. El peronismo combatiente en primera persona y Trienio en rojo y negro. La Semana trágica, las huelgas de la Patagonia, las luchas de los trabajadores de la Forestal y los anarquistas, éste último escrito junto con Horacio Ricardo Silva) y la infinidad de charlas, reuniones, juntadas, debates y actividades en las que estuvo presente, yendo de un sitio a otro del conurbano, cruzando fronteras interprovinciales para dar su testimonio, su mirada de los hechos del pasado y el presente de la Argentina, del continente y el mundo.
De allí que este libro, el primero que presentamos desde la colección Comuner@s en la orilla en este debut editorial del proyecto comunicacional Resumen Latinoamericano dirigido por Carlos Aznárez, tenga la peculiaridad de asumir el desafío de presentar un texto elaborado para intervenir en el presente, pero construido con un gran acervo de reflexiones sobre teorías y prácticas de otros momentos de las luchas emancipatorias. Desde aquí, entonces, nos plantamos en una nueva trinchera, una herramienta más para seguir intentando hacer que el pensamiento crítico se fortalezca y prolifere.