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Punillazo: La rebelión cordobesa al pie de la montaña


Por Lea Ross


Martes 21 de agosto de 2018. Pleno sol, al pié de la montaña, a la altura de la comuna San Roque. Una vecina lee un documento con micrófono en mano, frente a una hilera de uniformados de la Policía de Córdoba: “El daño ambiental generará la obligación de recomponerse, según lo establece la Ley. Las autoridades…”, de repente es empujada por los hombres de azules y actúan contra el resto de los manifestantes.


Una amarillenta topadora es el único testigo fijo que observa cómo la policía arrastra a los manifestantes a la fuerza. “¡Basta! ¡Basta!”, grita desesperada otra vecina. Son detenidas cuatro personas que luego serán liberadas a la tarde. En ese transcurrir, la topadora continuará con su trabajo, desmontando árboles que permanecieron en pie durante siglos.


Es en ese monte cordobés donde se libra una pueblada contra un enorme proyecto vial, propuesto por el Gobierno de Córdoba en plena montaña. A la vera de la misma, una seguidilla de pueblos y ciudades que se han puesto en vilo ante tamaña problemática.

 

Los bosques nativos regulan el agua que cae de las precipitaciones, gracias a la estabilidad de sus suelos y la diversidad de la flora y fauna, que también garantizan el mismo equilibro con los nutrientes y minerales, generando balances en las emanaciones de gases para la atmósfera. También regulan la temperatura y aportan productos naturales con riqueza nutricional, medicinal y social.


La provincia de Córdoba tenía 12 millones de hectáreas de bosque nativo a comienzos del siglo XX. Para 2009, se redujeron a 594.000 hectáreas, un 3,6% de todo el territorio cordobés. Si incluimos toda la vegetación arbórea remanente (arbustales, matorrales, pastizales, etc.) serían casi 2 millones de hectáreas. La región sur ha sido acaparada por los campos de cultivos transgénicos, en especial la soja, por lo que el poco bosque que queda está concentrado en el norte, amenazado por la ganadería intensiva, la tala, los incendios y la expansión urbana.


Al noroeste, se encuentra el Valle de Punilla. Comienza con el lago San Roque, considerada como una de las regiones más contaminadas de la provincia, fruto de los desechos cloacales que recibe. Pegado a la misma, se encuentra la hiper-turística ciudad de Villa Carlos Paz; de allí, el Valle se extiende por el norte, donde en el medio encontramos a la “capital nacional del folclore” Cosquín, hasta llegar a Cruz del Eje, el lugar donde el PJ prometió la llegada de industrias y solo construyó una cárcel.


La Ruta Nacional 38 es el alma de asfalto de Punilla, que conecta con todas sus ciudades y comunas. En todos estos años, el “abandono estatal” a la ruta ha llegado a un punto tal que, al parecer, se convirtió en uno de los posibles caminos del narcotráfico y la trata de personas. Como así también, la falta de regulación de suelos que llevó a que cada localidad terminara “comiéndose” a la ruta, a tal punto que en algunos tramos parece una calle interna.


Al este de Punilla, se encuentra el cordón montañoso de Sierras Chicas, con fuerte presencia de especies autóctonas de flora y la fauna. El antropólogo e investigador del CONICET Sebastián Apesteguía señala que hace unos cuatro siglos atrás, los quechuas habían llegado a esas montañas, donde le acuñaron un nombre: Caracha Orko. “¿Saben qué significa Caracha Orco –señala insistentemente Apesteguía-. Significa “sierra que se desarma”. De ahí que los quechuas veían que no era conveniente construir caminos en esa región.

 

El turismo es la principal actividad económica del Valle de Punilla. Una industria sin chimeneas, como se decía. Hasta que el lago San Roque empezó a emanar olores y tener un color verde, fruto de la actividad bacteriana que se nutren de los residuos de cloaca en los días de verano, época donde los centros turísticos se saturan de visitantes.


A partir de distintas propuestas sobre la creación de una alternativa a la Ruta 38, que permita acelerar el tránsito y llegar más rápido a la ciudad de Córdoba, el Gobierno de la Provincia propuso la obra denominada “Autovía Pedemontana” para el Estado o “Autovía de Montaña” para lxs vecinxs en resistencia. Consiste en el trazado de un camino de cuatro carriles al pie de las sierras, justo por arriba de una falla geológica, que es la que hace que las rocas se desmoronen.


Desde el Estado, aseveran que con esto disminuiría los siniestros viales al descongestionar la 38, y que permitirá una llegada más rápida a la ciudad de Córdoba como así también por parte de los turistas que quieran recorrer Punilla. El costo del mismo es el desmonte del bosque que hay por esas montañas.


“Adicionalmente, el desmonte al pie de las sierras y la remoción de laderas del pedemonte potenciarán la erosión y disminuirán la capacidad para retener las aguas en las laderas”, señala el antropólogo Apesteguía, quien además asevera que con esto “se pone en riesgo la provisión de agua, elemento escaso y vital para la ciudadanía y la naturaleza del Valle de Punilla”.


Para el biólogo Fernando Barri, “este proyecto nos está llevando al mismo destino que han llevado a (los pueblos de) las Sierras Chicas, es al decir al otro lado de la montaña; donde la destrucción de la cuenca ha hecho que en época de sequía no tengan agua y en época de lluvia se inunda. ¿Por qué ocurre? Porque destruyeron el capital natural, destruyeron las sierras”.


A su vez, se ventiló que debajo de la traza propuesta se encuentra un yacimiento de uranio, que ya había sido descubierto hace medio siglo, bajo el nombre de “Rodolfo”. Distintos especialistas han referido que al remover la tierra de allí, el uranio podría desprenderse y pasar a convertirse en radón, un químico cancerígeno.


Desde el gobierno, se han defendido al asegurar que no removerían esa tierra, sino que construirían terraplenes. Como así también, incluir un plan de reforestación vegetal, equivalente al triple de lo perdido en lo que son árboles.


“Un molle que vive 200 años es imposible que lo puedan trasladar a otro lado”, sentenció el especialista en ciencias biológicas del CONICET, Barri.

 

Viernes 11 de mayo. Son las once de la mañana en la comuna de Santa María de Punilla, en medio del Valle. Está ocurriendo la Audiencia Pública más convocada en toda la historia de luchas ambientales de Córdoba. Se desarrolla en un polideportivo. “Parece el Cosquín Rock esto”, comentan los que venden facturas y café. Son casi mil inscriptos, donde cada uno expondrá su opinión al respecto del proyecto. 15 minutos como máximo.


Los primeros 50 expositores hablan a favor del proyecto. Todos funcionarios públicos. Legisladores, intendentes, jefes comunales, secretarios y concejales. Peronistas y radicales. La palabra más reiterativa: conectividad. Una mejor conectividad con la gran ciudad.


La exponente número 51 es Cecilia Sánchez, profesora de química, vecina de Cosquín y quien recibe un efusivo aplauso. “Bueno compañerxs, ahora sí, arrancamos nosotrxs, los que le decimos No a la Autovía de Montaña”, señala Cecilia, exponiendo sus puntos críticos al proyecto.


El cuerpo de los documentos para estudiar en Audiencia Pública, son casi 2.000 fojas: estudio de impacto ambiental, plan de remediación, diagnósticos geológicos, hidrológicos, anexos, documentos bibliográficos, etc. Pero el papel donde se apunta la “crítica-base”, es el documento que explica el método utilizado para comparar las seis alternativas de autovía, donde la ganadora fue la “Autovía de Montaña”: solo tiene 28 páginas. Estadísticamente, con las explicaciones generales de cada alternativa más las tablas comparativas ponderadas, vemos que se utilizaron solo cuatro páginas para decidir a dónde se debería realizar la inversión vial más importante de Punilla.


Ocho días seguidos duró la Audiencia. Asistieron y expusieron más de 350. Se estima que más del 80% criticaron la obra. Gran parte de los que hablaron a favor estuvo concentrado en esos primeros 50 expositores, quienes no se quedaron en los siete días restantes.

 

A pesar del rechazo social, se otorgó el aval ambiental, pero con pautas para modificar el trazado de la autovía para que genere menos impactos, entre ellos unos desvíos que lo alejaría del yacimiento de uranio y de una reserva de aves. Y mientras concluyo este artículo para La Luna con Gatillo, recibo unas primeras conclusiones sacadas por el ingeniero civil Eduardo Esparza, sobre estos cambios. Entre otras, afirma que los desvíos propuestos están fuera de la norma por tener pendiente muy superiores y peligrosos para los vehículos de gran porte, que las excavaciones sobre el yacimiento continúan, que incluso atravesará en medio de un barrio en Cosquín, y encima incluye una inédita construcción de unas alcantarillas, donde no presenta sus correspondientes planos y cuyas salidas apuntan a las viviendas de San Roque.


Para estas horas, la capital cordobesa tendrá una fuerte marcha, donde vecinas de distintos puntos de Punilla se trasladan por la gran urbe en rechazo a esta Autovía de Montaña. Por esos parajes, donde la vegetación nativa es palpable, alejado de la dinámica veloz de las ciudades hiperactivas, se observa también el mandato del asfalto por direccionar los rumbos. Para varixs, el automóvil es un elemento fundamental dentro de sus quehaceres laborales.


Será ese provechoso avanzar que Córdoba llega a tener su situación actual, repleta de desmontes, agroaplicaciones tóxicas, basurales a cielo abierto y contaminación del agua entre otros. Pero entre las distintas resistencias que han florecido, sea en el barrio ituzaingó Anexo, en Malvinas Argentinas contra Monsanto, los distintos pueblos que frenaron la reforma de la Ley de Bosques o los campesinos contra el robo de tierras, serán esas resistencias colectivas que, con una crítica política de la cultura, construyan una sociedad que busque el bien común, donde el único despojo aceptable sea la que rechace la especulación y la codicia.


Por el momento, la resistencia se escucha rugir en el pie de la montaña, y las calles de cemento se verán aturdidas por el mismo, mientras la jungla de asfalto no sabrá que responder a su llamado.

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