Por Tomás Astelarra
Tiene pendiente la vocación de pintor que dejó en las calles de barro del barrio San Martín, cuando quería reflejar de alguna manera el paisaje de ese suburbio que todavía tenía aires de campo. Nunca ejerció la veterinaria. Se perdió en los recovecos de la ecología. Intentó a ciegas hasta encontrar el concepto de permacultura y crear al Asociación Civil Gaia para llevar adelante un emprendimiento comunitario. “El proyecto era un asentamiento humano que tuviera desde la villa el concepto de apoyo mutuo cambiando la palabra miseria por eco”, me cuenta en una terraza de Achiras, Traslasierra, con una barba larguiiiiísima de canas de intentar generar algo nuevo, dizque revolucionario. Algunas cosas funcionaron, otras no. Pero dice que no lo leyó en libros sino que lo llevó a la práctica (con todas las contradicciones que eso trae). Hoy la Ecovilla Gaia en Navarro, provincia de Buenos Aires, es una especie de utopía de Huxley con hermosas casas de adobe calefaccionadas con estufas de barro de máximo rendimiento, huertas y frutales, miles de árboles, proyectos cooperativos, un tren didáctico para niñes, salón de conferencias y todo sin utilizar petróleo.
Una demostración que la vida natural no necesariamente esquiva el confort (nada que ver con Yacanto Dawn). Y que la vida moderna no necesariamente necesita el petróleo. O el consumo masivo. Al menos en grandes proporciones.
Claro que Huxley era escritor. Recuerdo hace quince años, cuando entrevisté a Gustavo por primera vez, que mi escorpiana capacidad de buscarle la quinta pata al gato no veía (más allá de las evidentes contradicciones que todo proyecto revolucionario lleva bajo la alfombra) grieta entre esa realidad y un discurso político bastante concreto y anticapitalista. Solo se me ocurrió una pregunta ante la cuasi perfección de semejante modelo de vida: ¿Y que te garantiza que el día que llegue el apocalipsis no van a venir estos monos con sus tanques a robarte el agua y la comida de la huerta?
Gustavo miró al cielo y respondió: Eso ya depende de otros poderes. Otros planos espirituales.
Hoy Gustavo dice que el apocalipsis ya llegó. “Es cuestión que pasen algunos desenlaces de esta película hasta que se desarticulen algunas cuestiones y sean pedidos por las mismas personas o grupos de poder soluciones a problemas donde ya estos grupos corpopolíticos van a estar desorientados. Ellos han basado sus medidas políticas y corporativas en base a un modelo capitalista de continuo crecimiento. Cuando ese modelo colapse porque el planeta es finito, no tienen mas discursos, se van a quedar sin el eje conductor de sus políticas y principios de negocio. Eso lo veremos en algunos años, serán 5 o 30, pero hay que estar muy preparados. No porque sean situaciones violentas o dramáticas. Porque ya son violentas y dramáticas ahora. Mi pregunta es: ¿Podremos dar respuesta a todas esas personas que van a estar en estado de desorientación demandando respuestas? Ese es nuestro objetivo a largo plazo”, explica. Le pregunto si conoce la teoría de las arcas de Raul Zibechi, le recomiendo el nuevo libro de Silvia Rivera Cusicanqui que habla de esas pequeñas cosas que pueden cambiar la perspectiva de este sangrante presente globalizado, le pregunto por qué la permacultura parece tan ajena a los movimientos campesinos o indígenas, por qué algunas alternativas al consumo y la degradación ecológica parecieran volverse una cuestión cuasi elitista y snob. Recuerdo una frase que me impactó la primera vez que lo visite en Gaia: “El principal problema de la vuelta al campo es que hay que aprender a agacharse”.
En la terraza de su nueva casa en Achiras, Gustavo me aclara: “La permacultura tiene algunas herramientas que son tomadas por los gobiernos o empresas y yo creo que piensan que pueden ser útiles para sus fines. Pero también creo que estas herramientas se terminan infiltrando en la mente de algunas personas, y no sabemos como pueda seguir. Tal vez el error es pensar que la permacultura es un movimiento. Muchas personas lo han tomado como una forma de tener un reconocimiento. La permacultura es una herramienta para poder vivir de manera más armoniosa con los procesos ecológicos del planeta. Y si tomamos esto como idea fuerza, tenemos menos chances de ser prostituidos. Y es ahí donde tendría más fuerza la permacultura”.
Charlamos largo y tendido como la experiencia fue trastocando muchas ideas que tenian acerca de esa comunidad eco que fundaron hace ya casi 25 años. Como entendieron que por el momento la mejor forma de educación alternativa es la escuela del pueblo, que de todas las visitas guiadas y gentes pasando a vivir por la ecovilla pocos fueron los que quedaron afrontando el desafío. Por eso han emprendido un proyecto de condominio, donde la gente compre su tierra. Se sienta propietaria. “Estamos explorando, no quiere decir que sea la figura mágica. Pero si que mágicamente en un año logramos traer un montón de gente, porque en estos últimos diez años estábamos como estancados”. No ve la poca permanencia de las personas como un fracaso, sino más bien un desafío. Y aclara que las semillas vuelan, y en algún lado caen. Que gracias a la Universidad Internacional de Permacultura han formado gentes de muchos países, incluso otros idiomas. Incluso Gustavo ha terminado viviendo fuera de la ecovilla, en Traslasierra, donde dice que encontró “una fuerza en la naturaleza como en pocas partes del país”. Un lugar ideal para conformar una bioregión, una forma de organización política autónoma y dependiente de los paisajes, la naturaleza. Claro que para eso, me aclara, hay mucho que construir, que intercambiar. No es soplar y hacer botellas. Dice que en este apocalipsis el poder corpopolítico irá centralizándose, con algunos países o territorios como excepción, quizás bioregiones. Lugares donde el desarrollo a escala humana se de como una combinación entre los saberes ancestrales y las modernas innovaciones científicas pero en un contexto de vida, semilla.
“Y acá estoy”, dice, “en esta etapa de mis años ya avanzados, volviendo otra vez a comenzar en otro lugar, a iniciar cosas de permacultura, ya sea en un lugar o en varios, articulando. No me quiero ceñir a una forma en particular. Recién estoy en mi primer etapa de caminarla descalza, de olerla, de verla, de hablar con las personas, con los paisanos, y de conocer en profundidad el paisaje, entenderlo, sea de forma intuitiva, por el conocimiento popular o por el científico. Estoy tratando de avanzar, de conectarme y creo que me falta un tiempo largo para comprender este paisaje y a partir de ahí generar propuestas, proyectos, ideas para la gente que esta viviendo acá. Porque me falta muchísimo para conocer de las personas, de las movidas. Me llama la atención la cantidad de gente que hay con ideales, con una cosa eco interesante. Es cuestión que halla más trabajo en conjunto, ver que hay, como apoyar las cosas que se hacen”.
Dice que cuando le preguntan su formación, preferiría ser recordado como “buen paisano”. “En nuestro lenguaje el paisano es aquel peón de estancia que hacía los trabajos de menor relevancia. Pero en el sentido original de la palabra, es aquel que se funde con el paisaje. Y yo siempre espero cada vez ser mejor paisano”.
Aclaración o Advertencia: Por si no se dieron cuenta pero estas charlas, relatos, columnas, son ficción. Ciencia Ficción Jipi
DIBUJO: Ignatz B