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Ciencia Nómade / Lo epistemológico es político


Por Fernando Vanoli y Noelia Cejas

Ciencia nómade salió al aire por primera vez con el objetivo de compartir autores, experiencias y discusiones sobre la investigación como práctica política, que así como es capaz de reproducir órdenes de dominación, es capaz de incidir en la transformación social. Sin muchas certezas nos preguntamos ¿Para qué investigamos? ¿Para qué sirve producir conocimiento? ¿Quién lo produce? ¿Qué voces son las autorizadas? ¿En dónde? ¿Para quiénes? o ¿Con quiénes? y especialmente ¿cómo?


La investigación es una acción que se desarrolla tanto en ámbitos privados como públicos, y también en movimientos sociales. Algunas veces en articulación de los últimos dos. Nosotres como trabajadores de la ciencia, desde el Estado, intentamos hacer de este trabajo una práctica política en tanto entendemos que el rol de la universidad y de la ciencia y la técnica debe estar inscripto en el marco de los intereses de este sector de la sociedad. Una especie de “intelectualidad de retaguardia” (una idea para seguir tramando en las próximas columnas). Si bien suena a sentido común, no es el perfil más frecuente de la academia. Esta tarea, puede ser abordada desde muchas perspectivas, para nosotres implica: disputarle a la académica y especialmente a las posiciones que se embanderan en la neutralidad, la universalidad y otros sentidos dominantes esa jerarquía, que es autopromovida. Creemos que hay otras formas de producción de conocimiento válido. Conocimientos que además son construidos colectivamente en-con organizaciones.

La producción de conocimiento con movimientos, supone entonces subvertir jerarquías entre formas diferentes de producción de conocimiento, donde el saber académico es uno más dentro de una trama más amplia. No se trata de desmerecer la labor científica-tecnológica-intelectual, sino de revisar los modos de relación entre distintos modos de producción de conocimiento. Esto nos convoca a discutir sobre lo epistemológico/político, en tanto entendemos que la epistemología implica una serie de decisiones, que posibilitan o no, que una investigación aporte a visibilizar otros modos de comprender el mundo. Si bien es una definición incompleta, es una primera aproximación a esta compleja discusión.


Primera duda: usar la palabra epistemología. Tiene un fuerte sentido anclado al selecto mundo académico, y nos parece un esfuerzo innecesario construirle un sentido plebeyo, si es que eso fuera posible. Sin embargo, nos pareció que la articulación con lo político introduce una dimensión que discute con el pretendido sentido “neutral” de la ciencia, y sirve de algún modo para disputar un sentido transformador dentro de ese campo. Segunda duda: los ámbitos de disputa son una discusión aún abierta, pero como el título lo anuncia, decidimos quedarnos con la palabra epistemología, y así optamos por corrernos de los márgenes de los espacios académicos o tal vez superponer campos que le son ajenos, ejercer el nomadismo, evitar el anclaje en un solo territorio. Así entendemos su dimensión política, porque decidir una perspectiva epistemológica supone dar cuenta de una determinada forma de comprender la realidad, y potencialmente transformarla.


Orlando Fals Borda, se preguntaba en los ‘70 como investigar la realidad, para transformarla. Allí, ya daba cuenta de que una investigación implica una caja de herramientas y una serie de decisiones, que no tienen vida propia, sino que toman el sentido que les demos, por tanto, sus respectivas consecuencias en la vida social y política.

Como él, otros pensadores, militantes y colectivos locales e internacionales, han trazado un camino en la construcción de la investigación como una práctica colectiva y comprometida con movimientos sociales, por tanto política en un sentido explícito. Nociones como la construcción colectiva de conocimiento, las epistemologías del sur, la educación popular, el sentipensar, las epistemologías feministas, los saberes menores, el conocimiento situado… y muchas otras experiencias que desde distintas perspectivas apuestan al trabajo de investigar, sistematizar, formar y construir conocimientos, intentando no reproducir órdenes hegemónicos, y si, crear alternativas.


Lo nómade, advierte sobre posibles itinerarios heterodoxos. Nos mueve la búsqueda de espacios, materiales o simbólicos, donde dar con el tono político de la producción de conocimiento. Y para abrir estas discusiones, aprovechamos un evento que se realizó en Córdoba, y puso sobre la mesa algunas discusiones. En el mes de junio, se realizó en la Universidad Nacional de Córdoba la Conferencia Regional de Educación Superior de América Latina y el Caribe (CRES), en el marco de los 100 años de la reforma universitaria. No nos interesa centrar la discusión en lo que esta cumbre significa, sin embargo, no se puede negar la importancia de este evento que se mete en las estructuras de la académica universitaria latinoamericana y su relación con la sociedad.


Hubo distintas manifestaciones disidentes, particularmente, de dos maneras. Por un lado puertas adentro, con contradiscursos de algunos de los expositores y por otro lado, expresiones que si dieron por fuera del programa oficial: radios abiertas de estudiantes en las inmediaciones de la cumbre, un pañuelazo, concentraciones, etc. En el medio, puertas adentro pero fuera de discurso podemos contabilizar los abucheos del público al Ministro de Educación de la Nación. Puntualizaremos sobre la charla que dió uno de los expositores, es decir, como parte del programa oficial del evento.


Boaventura de Sousa Santos es un sociólogo portugués que trabaja de cerca con movimientos sociales (seguramente volveremos a hablar de su trabajo en otro momento) y constituyó uno de los discursos que de manera más aguda interpeló a la situación universitaria actual, no solo de nuestra provincia sino de América Latina. “Estamos pasando un ciclo global conservador y reaccionario, controlado por el neoliberalismo, que no es sino el dominio total del capital financiero”, decía Santos para contextualizar el marco en el que se desarrollan las universidades actualmente, introduciendo así la discusión entre dos modelos: la educación como derecho/bien común o como servicio. Para ilustrar esta tensión no hace falta alejarnos mucho, basta recordar los dichos de María Eugenia Vidal sobre las universidades públicas, excesiva a su criterio, en el conurbano bonaerense.

“La idea de que el único valor del conocimiento es el valor de mercado es lo que va a matar a la universidad”, decía luego. Ahí nos podemos preguntar, ¿Por qué querríamos conservarla?, pero en favor de Boaventura, entendemos que él lee una coyuntura universitaria latinoamericana, donde las élites ya no se forman en las universidades públicas, sino que las élites se forman en las universidades globales. Al mismo tiempo la universidad sigue estando de espalda a los movimientos sociales. En ese sentido tal cual está planteada, la universidad es hoy funcional al proyecto neoliberal. Choca con la idea de derecho o de bien común.


En un estado propositivo, en contra de la homogeneización y jerarquización de unos puntos de vista sobre otros, Boaventura propone espacios de discusión, de libertad, de diversidad de saberes y puntualizó: “La dominación hoy tiene tres cabezas: capitalismo, colonialismo y hetero-patriarcado [...] Nuestro dilema es que esta dominación es integrada. El capitalismo actúa junto con el colonialismo y el patriarcado. Pero la resistencia está fragmentada. La universidad puede ser un campo donde pensar cómo articular la resistencia”. Nuevamente, podemos preguntarnos si es realmente la universidad ese espacio potente. Discusiones para seguir. “Hay una pluralidad enorme de conocimientos fuera de la universidad: conocimientos rurales, urbanos, populares, de las mujeres. ¿Por qué la universidad nunca los tuvo en cuenta?” Boaventura responde a esto señalando el carácter persistente de la colonialidad, la universidad no se descolonizó. Y continua “Para defenderse como bien público, la universidad debe hacer una autocrítica profunda, contra sí misma. Debe dejar la idea arrogante de que es la única fuente de conocimiento, abrirse a dialogar con otros saberes. Necesitamos crear Epistemologías del Sur”.


Ahora bien, nos parecen más que acertadas las denuncias que Boaventura enuncia en el marco de esta cumbre, pero damos cuenta que centra su debate sobre una dimensión macro del problema. En tanto planteamos una ciencia nómade, nos preguntamos además por lo que sucede en la dimensión micropolítica, un aspecto mucho más cercano al campo de la investigación situada. Muchas veces, la relación macro/micro aparece como dicotómica, incluso escindiendo una de la otra. Félix Guattari complejiza esta discusión y propone pensar a partir de las escalas molar y molecular, que en simple apariencia parecería que es una forma diferente de mencionar lo mismo, sin embargo, superpone ambas categorías, y dice que la cuestión micropolítica, se refiere a como lo molar se cruza con lo molecular. Guattari dirá que “el orden molar corresponde a las estratificaciones que delimitan objetos, sujetos, las representaciones y sus sistemas de referencia. El orden molecular, por el contrario, es el de los flujos, los devenires, las transiciones de fase, las intensidades”. Es decir, que existe otro orden, que es el de la transversalidad, que habla de los atravesamientos moleculares de las diferentes escalas. Por eso, a diferencia de la dicotomia macro/micro, no existe lógica de contradicción entre molar y molecular.

Lo importante de la escala micropolítica, es que nos permite ver cómo se reproducen, o no, modos de subjetivación dominantes. Lo molecular, como proceso, puede nacer en lo macro, mientras que lo molar puede instalarse en lo micro, ambas no pueden reducirse solo a dos niveles, cada una posee múltiples niveles. En ese sentido, las luchas sociales son a la vez molares y moleculares.

Traemos esto a la reflexión, por que nos interesa avanzar en esa dirección, que implica pensar que la investigación siempre aborda distintos niveles, y si bien los discursos suelen acomodarse más fácilmente en la crítica molar, nos encontramos con muchos desafíos a la hora de enfrentar procesos de investigación con organizaciones sociales, y evitar allí, reproducir mecanismos de dominación.


Intentando indagar sobre esta dimensión molecular, micropolítica, de estos procesos que involucran el campo de la academia con la sociedad en general, en un horizonte de transformación, aprovechamos la CRES y le preguntamos a Boaventura de Sousa Santos y a Pablo Gentili (secretario de CLACSO) por la relación entre las escalas micro y macropolítica, sus respuestas se pueden escuchar en la columna del programa del 12/07/18 (audio haciendo click acá).

Subrayaremos solo una idea por cada una de las entrevistas, que podrán enriquecerse yendo a los audios del programa.

Boaventura dice “el neoliberalismo llegó a nuestras entrañas” y plantea la articulación de lo micro y lo macropolítico para la construcción de una nueva subjetividad, que es siempre un modo de agenciamiento colectivo.

Por su parte, Pablo Gentili, menciona los desafíos de la universidad en tanto considera al conocimiento como arma de transformación social, y en ese sentido como terreno de disputa con el modelo neoliberal que acota sus alcances al carácter mercantil. Por eso, las características antimercantiles son las que hay que fortalecer y esa perspectiva es la que vincula a la universidad a los movimientos sociales.


Consideramos un gran desafío abordar las discusiones sobre lo micropolítico en la producción de conocimiento, por eso que una gran pregunta que ronda la propuesta de esta columna tiene que ver con el lugar de la investigación en la transformación social, es decir, la relación de la investigación con los movimientos sociales, como también el rol de la investigación en los movimientos sociales, pensando que la dimensión de la investigación surge desde distintos ámbitos, y a su vez más allá de estos, toda producción de conocimiento al servicio de los sectores populares.

No tenemos la respuesta a esa amplia pregunta todavía, pero si tenemos la certeza de que la epistemología, por tanto la investigación, son políticas, pensar en la construcción de una ciencia nómade son propuestas a las que nos queremos acercar. La incertidumbre y algunas pistas que vamos tirando, se irán tramando con les autores, experiencias y discusiones que iremos trayendo de tanto en tanto.

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