Por Lea Ross
Entre la niñez y la adultez, hay una efervescencia incontrolable, impulsiva y voraz. Un estadio disconforme, dispuesto a enfrentar a toda adversidad que se impone a su alrededor. La juventud se abre ante el mundo, renegando toda imposición institucional que pretenda acorralar en el momento en que encuentre su lugar en el mundo. Entre un largometraje y corto, un ficcional comercial y un documental testimonial, se presentan estas dos películas muy diferentes, pero impulsadas por desentrañar esa etapa efusiva.
-Enola Holmes (Dir.: Harry Bradbeer): “Cuando menos pensaba en Sherlock Holmes, más disfrutaba de Sherlock Holmes”, decía el crítico Roger Ebert, en referencia a la versión que dirigió Guy Ritchie y protagonizó Robert Downey Jr. Basada en una novela juvenil del presente siglo, Enola Holmes tranquilamente podía transcurrir en ese mismo universo, de estilo videoclipero y cuasi-pirotécnico. La joven Millie Bobby Brown interpreta a la hermana adolescente del emblemático detective (Henry Carvill, el último Superman), donde va tras el rastro de su madre desaparecida (una desaprovechada Helena Bonham Carter), mientras se cruza con un fugitivo aristócrata, perseguido por un sicario. El constante quiebre a la cuarta pared impulsa a que la protagonista sea explícita constantemente sobre sus pesares emocionales y razonamientos hipotético-deductivos. Sin embargo, las pistas no es lo que más abundan en las escenas. El interés sobre los “cambios de época” es lo que pretende sopesar en la trama. “No me interesa la política, porque me aburre”, dirá el afamado investigador, al que se lo retruca con su conformismo desinteresado. Pero el balanceo entre una historia victoriana y ciertas narrativas contemporáneas no logran desaplanar su perspectiva de género, no solo literario, sino también del binarismo hombre-mujer: la curiosidad sigue siendo un privilegio masculino, ya que el impulso femenino aventurero es un mero maternalismo por proteger a una criatura indefensa. La diferencia entre Sherlock y Enola, es que la discrecionalidad del primero es lo que permite asombrar su capacidad detectivesca –incluso en los libros de Arthur Conan Doyle, ya que al ser narrados por el Dr. Watson, no se podía descifrar el pensamiento de su colega en tiempo real-. Mientras que Enola, en una suerte de instagramer, comenta minuto a minuto frente a cámara. No hay intriga efectiva, ni sospecha que valga. El factor sorpresa debería estar en lo elemental.
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-Silvio Rodríguez: Mi primera tarea (Dir.: Catherine Murphy): Presentada en el Festival Internacional de Cine Documental de Buenos Aires, el corto de 24 minutos realiza un testimonial del emblemático trovador cubano, a partir de su experiencia en las brigadas juveniles de alfabetización del año 1961, cuando también tenía 14 años de edad. El trabajo utiliza escasos recursos: una entrevista en primer plano fijo –el fondo desenfocado aparenta ser un estudio de grabación-, archivos audiovisuales y cuatro canciones de su entrevistado. Con eso basta para que el testimonio trate de dimensionar el descubrimiento de aquel mundo lejano, en el interior de las montañas, donde familias carenciadas ni sabían que el mundo era redondo, y con el peligro latente de las fuerzas antirrevolucionarias. El límite que se impone en la comodidad de un hogar urbano se abre ante un panorama que pone en vilo su subjetividad, pero tomada bajo las riendas de esa energía juvenil. Los archivos se aproximan para que se complementen con las narraciones del protagonista, y no así pretenden subrayar o ser redundantes. Que sea Silvio Rodríguez el testigo de esa osada pedagogía de la Revolución Cubana, logra ser efectiva, debido a que su experiencia compositora, que denota una notable sensibilidad, logra una narración convincente y que genere una construcción imaginaria sobre esos escenarios que él mismo describe. De ésta manera, la obra pone en jaque ciertas convenciones impuestas en las lógicas liberales sobre cómo erradicar aquel mal deseado por ciertos poderes como es la ausencia de la comprensión de la realidad. Será un misterio si la idea original del filme era obtener un caso testigo sobre la impulsividad de la juventud, pero el aporte de esa experiencia permite entender que el conocimiento no es equiparable a la información, mucha veces encapsulada en caracteres.
Ver Silvio Rodríguez: Mi primera tarea aquí:
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