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El cascarón vacío: Crítica de “La Argentina vacunada”, de la ONG Conciencia solidaria






Por Lea Ross

El Partenón de la medicina moderna tiene como sustento dos columnas: los antibióticos y las vacunas. Los avances de investigación y desarrollo de la farmacología, cuyos productos podrían pasar de la ingeniería química y genética hasta la nanoteconología, son una respuesta al desborde de agentes patógenos, al sazon del avance de la sociedad de consumo urbana. Ergo: el capital trasnacional administra los ingresos de la medicina privada para mantener en marcha el funcionamiento de su modelo económico global.

Sin embargo, las críticas que surgen en las redes sociales contra la vacunación se parten desde un cascarón vacío. Así como a un sindicato se lo acuse de reducir la lucha gremial a un reclamo salarial, cuya interpelación lleva a la atomización del obrero frente a una crisis más estructural, la puesta de la duda sobre la efectividad de aquellas inyecciones llevan a la condescendencia misma sobre aquel sistema que, se supone, pretende confrontar. La Argentina vacunada es un largometraje realizado por la fundación Conciencia Solidaria, una organización conocida por su participación en muchos conflictos socio-ambientales, que repite ese estancamiento lingüístico-político, subsumida en una narrativa tan estancada como globalizada.

La película parte de un doble inquietud: por un lado, la aprobación de un proyecto de ley en 2018, referida a la obligatoriedad de estar al día con la vacunación para realizar determinados tramites; y por el otro, los avances por crear vacunas contra el Covid-19. A pesar del apoyo de casi todos los sectores parlamentarios en lo primero, y de las expectativas generales que se genera en lo segundo, la obra de Conciencia Solidaria realiza una lectura contraria a través de una serie de entrevistas a determinados especialistas, como así también testimonios de jóvenes que aseguran que sus hijxs padecen de secuelas por la vacunación. Sin embargo, su principal sostén a la hora de ocupar sus extensos 110 minutos son unos fragmentos que provienen de otros videos, con estilos más sensacionalistas.

De esta manera, la película ejerce una pedagogía donde lo audiovisual se le legitima como una comprobación de perito ad hoc. La escalada de recortes a determinados documentales, entrevistas y registros extraídos de plataformas y redes sociales es una maniobra que se hegemoniza más por su practicidad que por su consistencia epistemológica. Si vemos a una persona con bata de médico y, mediante subtítulos, dice que tal vacuna es peligrosa, se tiende a aceptar su veracidad.

En el caso de La Argentina vacunada, ni siquiera hay un criterio de orden visual. La disparada de nombres de personas y elementos químicos, al sazón de una temporalidad reducida, sumado a un campo visual desordenado donde se superponen títulos y subtítulos, desdibuja el sentido de esos sintgmas. Esto también se traslada con las entrevistas, donde las prosaicas puestas en escena se detona con los amplios vacíos que tienen los cuadros, donde las distancias entre entrevistadora y entrevistado no logra ser compensada por los elementos que aparecen en los escenarios. La mención de determinados datos sobre la cantidad de aluminio que contienen las vacunas, o incluso sobre las muertes en una provincia argentina del norte, no son profundizados mediante la re-pregunta, de la cual nunca la ejerce la entrevistadora, donde ni siquiera se entiende qué función cumple su presencia en la película, más que la de cabecear para bajo para legitimar algunas respuestas.

No es menor la baja afinidad estética del filme, que a esto se le suma una pésima redacción de textos por el mal uso de los signos gramaticales, en especial la coma. Todo criterio estético tiene por detrás un criterio ético. La falta de voluntad de una rigurosidad narrativa es circundante con su poco avance en las fuentes directas a la hora de entablar una temática de enorme sensibilidad, y quizás muy efectiva abajo un modo de producir y difundir información susceptible a las “fake news”.

De ésta manera, La Argentina vacunada pretende ser una proclama por los derechos humanos. Pero su analfabetismo político hace que se convierta en furgón de cola para pensar y actuar sobre el mundo desde una perspectiva positivista liberal, donde se explicita la superioridad del individuo por encima de la comunidad. ¿No es acaso ese paradigma que llevó a la devastación ambiental que tanto denuncia Conciencia Solidaria? Que una de las entrevistadas estrellas sea una referente opositora al aborto legal y a las concentraciones del presente año, que ha unido a los sectores más reaccionarios de la sociedad, evidencia la necesidad de una mayor profundidad política sobre la medicina de Occidente.

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