A un año de la primera derrota electoral del gobierno de Mauricio Macri, una mirada cinematográfica para polemizar sobre ciertas construcciones críticas hacia su gobierno.
Por Lea Ross
Así comentaba el comunicador y psicólogo Alfredo Grande, en una nota publicada en la Agencia Pelota de Trapo, días después de la derrota de Juntos Por el Cambio en las PASO del año pasado: “Si el mal absoluto es el presidente, y el pico del embudo opositor apunta casi excluyentemente hacia él ¿no estaremos abonando la teoría suicida de que muerto el perro se acabó la rabia? Dicho en otras palabras: habrá macrismo después de Macri. Tema a debatir es la proporción de portadores sanos y portadores enfermos. (…) Mirar la masacre por tv, hablar en forma enérgica contra el modelo neoliberal, el fondo monetario caracterizado como un Drácula financiero, no alcanza para acelerar la decisión de clavarle una estaca. (…) El antimacrismo furioso es funcional a la continuidad de los mecanismos de dominación político y económico que nos llevaron una y otra vez a catástrofes”.
Ese antimacrismo furioso, que no pone un freno a esa continuidad –incluso podríamos decir que lo acelera- se debe a una fórmula de base: la tierra arrasada.
El actual ministro de cultura de la Nación, Tristán Bauer, ha sido el arquitecto del kirchnerismo audiovisual, a partir de su manejo direccional en Canal Encuentro y Canal 7. Tierra arrasada (2019) fue su última película, estrenada en pleno ocaso de la presidencia macrista, y que pretendió que esa máxima abarcadora y totalizadora sobre esos cuatro años pasados puedan expresarse en formato largometraje.
Bauer es un notable narrador, con cierto criterio efectivista en cuanto a intensidad cromática, vertiginosidad en el montaje y de repaso de archivos que denotan sus cualidades. En gran parte, necesarias. Tanto el kirchnerismo como el macrismo son fuerzas políticas que han sido sobreexpuestas audiovisualmente en espacios televisivos y YouTube. Toda una continuación a lo que fue el menemismo, a partir que la propia televisión también se convirtió en un espacio de disputa, pretendiendo ser equiparable al territorio. Fue el nacimiento de la “tele-política”.
El cine, al quedar relegado como un espacio audiovisual en competencia con otros tantos, quedó despegado de su presente. Por eso hay muy pocas películas que profundizaran las dos expresiones políticas nacionales más importantes. Solo se hace presente cuando se agudiza una crisis económica.
Pero cuando ocurre, lo urgente se confunde con lo apresurado. Se pierde la perspectiva histórica. De ahí la contradicción de la película de Bauer. Logra su propósito de construir un relato audiovisual desapegado a ciertas lógicas televisivas, caracterizadas por la chicana, a la hora de criticar el macrismo, mediante materiales de filmación inédita, y con atractivos enfoques. Pero al exponer una seguidilla de testimonios, llevan a que no exista ni tiempo ni esfuerzo suficiente como para digerir cada palabra. Como si se les pidiera que hablaran frente a la cámara a las apuradas.
Y es que pasaron cosas. Pero el hecho de generar un amontonamiento, llevando el reemplazo de una entrevistada tras otra, lleva a un deterioro de la memoria, aquella que debe ser primordial para evitar la supuesta reiteración de la historia.
Lo cual eso nos lleva a un punto clave que une al antimacrismo fílmico con el televisivo, el youtubero y todos sus otros modos de expresión audiovisual: para que haya tierra arrasada, no pueden haber luchadorxs, solo víctimas. Por eso la mencionada película no muestra ni las marchas por el aborto legal, ni las organizaciones de la economía popular.
Si una cámara de C5N se encontraba con una fábrica tomada, se aseguraba que a la hora de entrevistar a sus obreros, no se expongan como sujetos dispuestos a ejercer sus fuerzas productivas para sobrevivir, sino como aquellos que se ven deteriorar sus cuerpos como prueba fundante de una mala gestión gubernamental.
Eso se explica bajo una perspectiva liberal como solo la televisión hegemónica acepta ejercer. Un Roberto Navarro, hablando frente a cámara en segundo persona en singular (y no en plural), interpela a un televidente particular, individualizado, con cara de enojado, afirmando que vienen por vos, vienen por tu plata, por tu bolsillo. La interpelación al sujeto-televidente como sujeto-individualista es una garantía para su ejercicio individualizado donde solo se limita en el interior del cuarto oscuro, único camino para vencer al macrismo, a costa de reemplazar toda lucga colectiva en una sumatoria de votos.
Hoy, esas consecuencias se viven por fuera del coronavirus. La pérdida histórica de investigar una deuda externa fraudulenta, al reducir su discusión en lo meramente financiero y no en su acontecer histórico, tiene como su contrapunto la pretensión de salir a festejar un acuerdo con los acreedores privados.