En los últimos años producciones y emisoras lo-fi han inundado el universo musical web. La “baja definición” propone, desde sus orígenes, otras formas y escuchas en los mares del mainstream. Ahí vamos.
“El joven low fi”, banda incluida en el compilado Grabaciones íntimas-Canciones pop (1998), editado por Indice Virgen.
Por Nancy Gregof*
A lo largo de estos meses, la comunidad del confinamiento nos ha dado, musicalmente, streamings, EPs, replays, y discos, claro, a través de diversas plataformas digitales. Estas formas, apretujadas e incipientes en su insistencia temporal plena (sin afuera), circulan indoor, al compás del quedarse en -algún lugar-, y continuar existiendo entre el óxido, los cristales, las radios, las hornallas, los ruidos del vecino golpeándolo todo, la máquina de cortar suelas que hace temblar mi cuarto los lunes a las tres de la tarde. Escribo desde donde escucho, y esta forma de escuchar me es tan inédita como este contexto.
En esta primera mitad del siglo XXI los entornos de escucha han mutado, así como también las formas de producción y circulación de musicalidades posibles. En este sentido, el lo-fi (“low definition”) es un enfoque de producción y grabación en el que medios anticuados o de “baja fidelidad” son predominantes. Estos son parte de transformaciones que se venían operando con anterioridad al estado actual (desde los bootlegs, pasando por los DIY (“Do It Yourself”), a los “crudos/vivos” en salas, en casas, en cúpulas, en sótanos, lejos del escenario y los estudios, digamos) pero algunos de ellos han proliferado y extendido una forma de hacer, escuchar y habitar la escucha. En el sonido de “baja fidelidad” lo vintage, lo rudimentario o artesanal es puesto en primer plano y asociado, muchas veces, a géneros musicales como el indie y el punk-rock, donde la baja calidad de grabación sostiene una postura política y estética. Pienso, sin ir más lejos, en el punk de Los Saicos, específicamente en “Demoler” (1964).
Las puertas de acceso a la reflexión sobre el lo-fi llegaron a mis oídos de la mano de canales de radios por streaming, buscando música para surfear las actividades cotidianas en cautiverio. Canales de Youtube como “The Jazz Hope café” o “Chilled Cow”, ensamblan gifs animados en loop con música lo-fi, inundan la web. Lo “lo-fi”, en estos casos, hilvana beats de jazz y hip hop con sonidos ambientales, y no sólo invita a la escucha sino también a la creación de pistas, por medio del uso de midi’s, samples, equipos clásicos o plug-ins software. Este tipo de sonoridad busca, intencionalmente, reenviar la escucha a determinadas espacialidades, estados y momentos, como un paisaje de montañas, mañanas junto a un lago, un cuarto con ventanas a plena luz o un humano atardeciendo entre medias y gatos. En el streaming lo-fi los beats son medios de transporte. Formas de salir, sin letra.
Desde estos hábitats lo-fi me llegaron resonancias hacia/desde el rock, donde la baja definición iba de la mano de las elecciones materiales de producción/grabación (“underground”) o se relacionaba con los márgenes del proceso de creación, previos al pasaje por el estudio y su posterior masterización (años 50-60, en principio). Así, navegando el camino de la “baja fidelidad”, emergieron a mi escucha discos como “Smily smile” (Beach Boys, 1962), Basement tapes (Dylan, 1975), Nebrasca (Springsteen, 1982) y “Omar Rodríguez López & John Frusciante” (pasando por The Mars Volta, claro, pero ahí hay de todo y para todxs), publicado digitalmente en 2010. Me detengo en este LP no sólo por su musicalidad, sino también por el gesto de su video, que comienza con un papel, escrito a mano, cuya primera línea dice: “Este álbum fue escrito y grabado en una máquina de cinta de una pulgada en mi habitación en la primavera del 2003”. Esa narración del proceso de creación y grabación ilustran el gesto y la estética lo-fi de toda la producción, aun cuando esta fue masterizada luego. El valor reside en “la fidelidad” del crudo, de lo grabado en ese instante, en ese espacio, con esas frecuencias e interferencias, entre esos cuerpos. Ya no se trata sólo de la producción, reproducción y venta posterior de copias (o “bajadas”, este disco fue subido a internet antes de existir materialmente). Otra forma de amplificar la participación de lxs escuchas en el proceso de la creación es abrir la escucha de a un estado primigenio, con las manos en la masa. Y es ahí en donde el rock brilla, en la ejecución, en ese cacho de presente que se cuela y se graba, se toca, porque en esta baja definición hay cuerpos, instrumentos y algo de polvo, como cuando ponemos la púa sobre un vinilo caminado.
Finalmente, hurgando y escuchando un poco más hacia acá, di con dos compilados que bien podrían dialogar con las historizaciones del pop e indie “argentino” circundantes. En la primera, Grabaciones íntimas-Canciones pop (1998), editada por Indice Virgen, artistas como Leo García, Adrián Paoletti y Francisco Bochatón grabaron sus temas “en crudo” (y, según indican, en sus cuartos) con toda la carga de la baja fidelidad a flor de escucha. “A vivir a marte”, de Leo García, así como “La canción del hijo crónico”, de la banda llamada “El joven low fi”, no dejan dudas al respecto. En el otro compilado, llamado Hecho en casa (2017), el sonido lo-fi (reconocido como tal casi veinte años después del primer compilado mencionado), es el único criterio aglutinante. Es interesante adentrarse a las propuestas de “Los fritos”, por ejemplo, o “Te_ri” en donde el cruce rock-jazz-lo-fi no tiene desperdicio.
Ahora, que la presencialidad se ha vuelvo un peligro silente, la música lo-fi ofrece pasajes a procedimientos, materialidades y musicalidades diversas y dispersas. Podríamos pensar que este estado sonoro es posible de rastrear en casi cualquier producción musical que no sea de estudio, que no busque el “sonido perfecto” y que oficie de demo de lo que luego podrá ser un EP o LP. Pero lo “lo-fi”, en el siglo XXI, es una estrategia estética que propone una mediación, tal vez, más directa entre el ejecutante y quien escucha; y una propuesta relacionada con los códigos abiertos de producción/programación y circulación digital, también. Ya sea desde el rock, el jazz o el hip-hop (entre otros géneros) el “lo-fi” es parte de poiesis musical histórica, posible y creciente, donde el abanico de escuchas parece hacer pie en un tópico de todos los tiempos: los simulacros de presentes.
*Miembrx del Seminario Permanente de Estudios sobre Rock Argentino Contemporáneo (SPERAC).
Grabaciones íntimas-Canciones pop (1998), editado por Indice Virgen: