Por Tomás Astelarra
Dibujo: Nico Mezquita
El Pupi es músico. Es el compa de una compa que hace cosmética natural en el local cooperativo. Nos sentamos a tomar unos mates en el patio. “A mi nunca me interesaron estas cosas pero empiezo a ver que hay que interesarse, porque están pasando cosas graves”, me dice. No habla de los bolsos de López ni los espías del Gato, de la bendita grieta. Habla en general de la corrupción de las instituciones y grandes empresas, de la falta de acción y contención en tiempos de pandemia, del avance de los agrotóxicos, la tala de monte nativo, la mala alimentación, la total desinformación de los medios masivos, y la falta colectiva de pensamiento crítico, entre otras cosas. Le cuento de la titánica tarea de las organizaciones sociales y de como los grandes medios la invisibilizan o la restringen a actores individuales como el Juan Grabois. No tiene la menor idea de quien es Juan Grabois, se lo confunde con Ale Bercovich, periodista y economista que le recomendé un rato antes pa entender la mezquindad de las grandes fortunas argentinas y su constante corrupción, fuga de impuestos y divisas (entre otros crímenes que exponen claramente casos como el de Vicentín y que muchas veces son ignorados entre la complicidad de los grandes medios y el inútil deseo aspiracional no solo de mucha clase media consumista y esclava sino también en cuadros gerenciales que siempre quedan afuera de esos negociados y se limitan a hacer una apología de moralidades pasadas de moda como “pagar impuestos” o “no haber robado” en un mundo criminal que se cae a pedazos). Hace varios años desde que compartimos el local cooperativo vienen a preguntarme estas cuestiones “políticas”, desde la desaparición de Santiago Maldonado a la Ley de Bosques. Ven que soy agitador de la otra política, la que se hace desde abajo, en las organizaciones sociales. Es obvio que no me enriquezco haciéndolo. Todo lo contrario. Y también es evidente que no soy uno de esos moralistas que esperan que todo se arregle pagando mis impuestos o votando cada cuatro años. Al igual que yo el Pupi siente que hay mucha gente que con esta pandemia comienza a desconfiar del “sistema”. Es evidente que la policía no está para cuidarnos, que la medicina positivista no da demasiadas respuestas, que las grandes empresas se hacen los otros y quiebran todas las reglas, que el internete no es la solución de nada, entre otras cosas. Muches se cuestionan la calidad de su trabajo, la educación, la salud, el alimento, la relación con sus niñes, con sus familias, con sus amigues. Comienza a buscar al costado otras opciones, desde mudarse de la ciudad al campo a referenciarse en círculos de consumo responsable, conciencias ecológicas que evidentemente no se resuelven con campañas mediáticas o mintiendo en paquetitos y publicidades de los grandes supermercados. En el caso de Pupi la opción es fácil, porque desde joven se decidió a hacer lo que le gusta: la música. Entonces nunca necesitó mucho más que eso: hacer lo que le gusta y recibir una pequeña retribución para vivir humildemente. Hablamos del consumo como forma de complicidad del sistema, como forma de angustia de toda esa gente que trabaja en lo que no le gusta, que suple esta desdicha con lo que mi amigo y economista Gabriel Burin llamaba el teorema de “la heladera más grande”. Una vez hace diez años le dije a un amigo empresario: “vos fíjate bien de qué lado estás. Porque cada vez son menos los privilegiados del sistema, y cuando te dejen afuera vas a haber deseado seguir el camino de otro tipo de privilegios, como el de la comunidad, la organización, la austeridad, el autosustento, el afecto. Entre otras cosas”. “Tengo un amigo al que siempre acuse de conspiranoico. Hoy pienso que tenía razón en muchas situaciones”, me confiesa el Pupi.
Hablamos también de la comedia que se armó en el pueblo con la vuelta del intendente corrupto. Hubo una pueblada hace un par de años y ahora conseguimos, gracias a la presión popular, un intendente mejorcito. Pero resulta que el diputado provincial le había conseguido al intendente corrupto un puesto en la provincia y como la justicia nunca se expidió, ahora el tipo, aprovechando la volada de la cuarentena, volvió para pedir sus puesto anterior al de intendente. Y lo peor de todo es que el caradura presentó una licencia por enfermedad. La cuestión es que le estamos pagando al corrupto este que se robó un montón de plata de la escuela y el polideportivo. Lo hizo para él y para la corona (el gobierno provincial). Por eso el diputado lo defiende y le da trabajo. Por eso la justicia no avanza. Y ahora se ríe en nuestra cara cobrando un sueldo por no trabajar. Se armó un quilombo bárbaro en las redes y una pequeña manifestación en auto. Pero en medio de la pandemia la cosa no prosperó mucho. El intendente mejorcito amenazó con renunciar. Pero lo cierto es que no puede echar al anterior intendente corrupto porque tiene que pagarle una bocha de indemnización. Y hoy las cuentas del municipio no dan para tanto. Sobre todo porque el diputado provincial lo tiene ahogado porque no entra en su chanchullos. En el grupo de wup de vecines que se creó ahora con esto de la pandemia empezaron a quejarse de que la policía en vez de andar hostigando a la gente en los puestos de control debería preocuparse por el par de robos que hubo en diferentes comercios. Que hay que acabar con la delincuencia. El Gitano les volvió a aclarar que estas cosas pasan por no involucrarse ni crear soluciones sociales. Que en vez de preocuparse por un par de pibitos sin opciones de vida, podrían preocuparte por el ex intendente corrupto y su amigo el diputado provincial. Parece que después de terrible bardo surgió la idea de hacer una escuela de oficios, una asociación civil de vecines y hasta un partido político.
El grupo se armó para denunciar que nos tienen a todos bailando con los caprichos de la cana cuando resulta que el bendito brote de coronavirus apareció por un policía fiestero, y el intendente del vecino pueblo (que también roba para la corona provincial y el diputado) hizo terrible fiesta para el cumple del secretario de Turismo, igual que el presidente de la cooperativa de luz que terminó infectado por hacer una fiesta pero al final trucharon su análisis para decir que el examen dio negativo. Y mientras tanto estamos todos haciendo malabares para conseguir alimentos, ver a nuestros seres querides, denunciar los abusos policiales y recuperar las decenas de motos que secuestran y con las cuales les vecines van a trabajar lo poco que pueden. Viendo los comentarios pienso también que es bastante lamentable que la bandera de la desobediencia civil, la denuncia de la mafia de los laboratorios y la OMC, y el famoso nuevo orden mundial, quede del lado de la “derecha”, sea aprovechado por la Patricia Bulrich. Porque todes bancamos al Tío Alberto y sabemos que ta tirando unos huesitos para las organizaciones sociales, y peleando con los capitales financieros para patear la deuda y ver si le puede cobrar un impuesto extraordinario a los ricos y expropiar Vicentín a ver si por lo menos pueden cobrarle algún impuesto a la concentrada industria agroalimentaria. Pero también banca los sueldos de los gerentes, y firma acuerdos con Bill Gates para tecnificar la agroindustria, acuerdos que son parte del plan que su asesor Gustavo Beliz presentó en el Banco Mundial, y los montes se siguen talando, y las mineras funcionando, y ahora resulta que el laboratorio que es propiedad del fondo financiero internacional que nos ahoga con la deuda externa va a tomarnos de cobayos pa probar una vacuna pa una enfermedad que no mata más que el glifosato o la pobreza o la gran corrupción mundial y todos los devenires criminales de ese 1% que nos tiene a todes en crisis civilizatoria (apocalipsis o pachakuti).
Por suerte hay millones de experiencias invisibilizadas por los grandes medios hegemónicos que cada vez se empoderan más para crear opciones de alimentos, salud, educación, comercio justo, ecología, mientras denunciamos todos los atropellos de este sistema que cada vez aprieta más la soga. La gente lo veo, apoya, festeja, se interesa y se acerca a preguntar pa donde es el rumbo. Como el Pupi.