¿Qué es remedio y que es enfermedad? ¿Qué es vida y que es muerte? Les jipis del Valle reclaman soberanía sanitaria para sus hijes y abueles. Pero no se asusten, son solo Charlas del Monte. Ciencia Ficción Jipi.
Por Tomás Astelarra
Dibujo: Nico Mezquita
“Pero las Abuelas y los Abuelos de la tradición, los sabedores de las cosas, los Yatiris, los Amautas, los sabios de la tradición, nos hablan, que este Pachakuti, también es un portal. Un portal que nos permite entrar en nuevas naturalezas, en otras naturalezas. Un portal que nos permite un renacimiento, una transformación personal, colectiva, en tribu. Un portal que nos va a permitir construir un nuevo tiempo, un nuevo espacio, un nuevo orden.
Defendamos nuestro derecho a la vida, a la armonía, a la felicidad, a la protesta, a la rebelión. Defendamos nuestro derecho a la magia. Y construyamos un mundo más humano y más justo, por el cual han dado la vida heroicos activistas, maestros, guardianes de la Tierra. Por el cual han dado la vida tantos dirigentes campesinos que cuidan la diversidad, que cuidan los árboles, que cuidan la selva, que cuidan las plantas sagradas.
Por ellos aquí estamos, con nuestros himnos antiguos y nuevos.”
Tito La Rosa - 24 de Junio 2020.
El coronavirus llegó al Valle. “Por suerte no fue un jipi”, se alivia el chico medicina. “Porque si era un jipi nos linchaban a todes”, aclara.
Parece que fueron unos técnicos importados de la capital en fase 0 por un banco estatal, que contagiaron a un policía, que había ido a despedir a su vieja en Villa Carlos Paz, donde inició un nuevo brote, pero antes tomó mate, o comió asado, o estornudó delante de una serie de funcionaries de la caja jubilatoria y de fondos sociales, que a su vez le dio un chupón a cualquier hije de vecine.
La situación volvió a mostrar la ineficiencia de las “instituciones” para afrontar esta crisis. Cruce de responsabilidades entre la intendenta y el diputado mayor, intentos vanos de control y represión, un mandatario municipal mandando grúas a formar barricadas en las fronteras dejando aislades a les vecines en caso de incendio o emergencia médica, igual que un pueblo vecino de la vecina provincia donde ya hay dos muertes (ninguna por covid 19, una mujer asesinada por la policía y otro hombre atropellado por intentar pasar la barrera pa juntarse con sus hijes). El criterio puesto en manos de policías y funcionaries municipales educades para no tener criterio, abusos e irregularidades a la orden del día (el mismo intendente que puso las barricadas fue denunciado por armar tremenda joda en su casa en plena cuarentena). El lejano oeste cordobés y su folklore neorural. Paranoia, vecinocracia, lobi empresarial, y las organizaciones sociales remando en dulce de leche para tratar de traer soluciones alimentarias, sanitarias y de cuidado, sin presupuesto y haciendo malabares para tratar de hacer entender a las instituciones su rol fundamental en esta u otras crisis. Igual que en todos lares del interior. Dios, la Cristi y el Tío Albert atienden en Buenos Aires. Por suerte hay conexiones y dirigentes sociales a nivel provincial y nacional que tiran una onda.
Es curioso, pero les antigues habitantes de esta tierra, lo que les jipis llamamos paisanes, aprovechan la confianza de un encuentro en medio de calles de tierra o el mismísimo monte para despacharse. “Esto es un invento de las empresas que venden vacunas”, me dice la bailarina. “Yo por eso, por más que mi hija insiste, siempre quise seguir viviendo aquí, donde nací. Acá hay aire fresco, uno puede caminar, alimento sobra y para medicina tenemos artos yuyos. ¿No ve?”, me dice, abriendo con su mano el horizonte o universo, el viejito leñador. “No se dio cuenta que desde que está el tema este de la cuarentena y no hay turismo el cielo está más despejado”, observa el gomero que siembre marihuana y canta cumbia. “A mí el virus este no me preocupa. Lo que me preocupa es la economía”, asegura el productor de miel que, si bien vota a Cambiemos y apoya al “campo”, es una de las personas más buenas y serviciales del pueblo.
Las organizaciones de la economía popular se multiplican en chasquis, intercambios, rutas paralelas, gestiones con las instituciones, para brindar alimento sano, es decir medicina, para toda la población. También articulan con organizaciones de derechos humanos y protección de la mujer (la violencia, la muerte, el abuso, son también formas de enfermedad). Laburan como si no se enteraran que su trabajo se triplicó y su ingreso se pulverizó en cinco o siete cadáveres. Confían en la virtud del decrecimiento, el desarrollo a escala humana, el mundo cheje, los pequeños actos u arcas de Noe. Saben que la salud, la magia, el espíritu, la tradición de los abuelos y abuelitas, están de su lado. Defienden el derecho a la vida, la armonía, la felicidad, la protesta, la rebelión. Salen disfrazades con barbijos y gestionan permisos truchos. A falta de temazcales y taitas y machis importadas que ofrezcan medicinas amazónicas (seguramente en proceso de extinción o quema de selvas y brujas) se multiplican los trueques de medicinas alternativas (cuando se pueden cruzar las fronteras rezando al apu Champaqui). A falta de mujeres y hombres medicinas se recurre a les amigues medicina. Un grupe de jipis se organizó para difundir el CDS o dióxido de cloro, “el peligroso químico milagroso que se toma en Bolivia contra el coronavirus”, según tituló un dizque medio progresista según la información de un portal de noticias con el mismo nombre del programa de televisión que conducía el actual ministro de Educación y parte del multimedios del sindicalista que apoyó al Tío Albert, que también acusó de “conspiranoicos” a los que denuncia la trama secreta del negocio de vacunas en manos de Bill Gates. Cada cual que elija su propia medicina, pero a la hora del credo al positivismo científico, que más muerte que vida ha provocado en su corta historia, quizá sea más canalla la clase media progresista que la burguesía que lee el tabloide ese del más grande (especial pa una mesa amplia frente a la terraza frente a la piscina). Tiempos de confusión y pachakuti, fin el mundo binario que en Bolivia fue abolido desde tiempos inmemoriales y cualquier jipi viajero sabe que aquello que los escandalizados adoradores del dios dinero y el crecimiento del PBI o los índices de desarrollo del PNDU ven como barbarie, es una antigua civilización que ha resistido a esta criminal pandemia de destructiva ganancia empresaria, aun usándola a su favor cual mago duende papacho frente a la gran hidra capitalista.
“Ya es hora que comencemos a reclamar por nuestra soberanía sanitaria. Nuestro derecho a entender y determinar que es enfermedad y que es medicina. Qué es vida y que es muerte”, aclara la señorita Mayonesa entre mate y mate.