Sin dudas uno de los intelectuales más agudos de nuestro tiempo, el poeta, antropólogo y activista colombiano Humberto Cárdenas Motta ha sufrido toda serie de persecuciones y exilios. Desde algún lugar de nuestra Amerika nos acerca sus reflexiones sobre este nuevo tiempo. Por Tomás Astelarra Ilustraciones de Luciano Espeche
“En el borde de mi memoria está el naranjo. Él se bebe mi sombra y la hace fruto y me narra la fábula del pájaro que canta multiplicando los caminos. Por ellos va el viajero que usurpara mi nombre hablando en el ardiente lenguaje del espino”, dice una de las poesías de Humberto Cardenas Motta. Desde 1953, además de poeta, ha sido niño, tamborilero, marino, maestro, dramaturgo, mesero, albañil, agricultor, antropólogo, activista y eterno exiliado, según su propia presentación. “Nunca he podido ser catalogado ni clasificado en nada, en ninguna vertiente por mi trabajo. Mi temprana relación con personas y procesos de la lucha campesina. Eso me fue dando un perfil muy particular que es una continuidad de mi origen social y político, de poblaciones marginadas que van de desarraigo en desarraigo. Posteriormente viene todo el proceso de militancia con todas las contradicciones que esto significa, y todas las posibilidades. Contradicciones por las miradas políticas bastante rígidas que se configuran en estas organizaciones y no permiten a veces percibir toda la riqueza de la lucha social”, me dijo alguna vez a través de una cinta que trajo un compañero colombiano desde algún lugar sin nombre de nuestra Amerika. Lo había conocido en su país natal, Colombia, en un bar de Bogotá, poco tiempo antes del exilio, emblema de las investigaciones y acciones en contra del terror capitalista-paramilitar que en tiempos del gobierno de Álvaro Uribe Vélez (2002-2010) desplegaba su mayor tendal de muertes (uno de los mayores genocidios de la historia de nuestro continente).
Su vida ha sido intensa y, trabajando con los desterrados de siempre, se mimetizó con elles. Como ser del pensamiento poético y crítico, Humberto Cárdenas Motta ha recorrido la militancia de la vida tejiendo laboriosas ternuras entre la barbarie. Su rostro anguloso y agudo susurra palabras inefables con la potencia de una bala. Su obra intelectual y poética se hizo un silencio que pocos hemos aprendido a escuchar y referenciar. El silencio de la muerte capitalista que inunda nuestra vida desde el alimento a la palabra, de los paramilitares a los virus de laboratorio. El silencio de la tierra antes que brote la semilla. En ese instante antes del estruendo de las balas y máquinas-armas del sistema mundo capitalista. Pero también de los ríos que desbordan hacia la vida arrastrando nuestras vidas.
Poniendo al descubierto la gramática de la barbarie
"La vida”, cuenta Humberto Cárdenas Motta en un cassette que me trajo un compañero colombiano desde algún rincón sin nombre de nuestra Amérika, “no tiene cortes tan marcados. Uno tiene una manera de mirar el mundo y hay cosas que lo tocan a uno en su sensibilidad y lo van afectando de muchas maneras. Yo recuerdo que cerca de la casa de mi infancia, en un barrio que empezaba a surgir en las periferias, donde no había luz, ni gas, ni agua, ni alcantarillado, había una construcción vacía. Yo recuerdo vagamente el escándalo por un anciano que allí estaba muriendo de hambre. De ese tipo puedo recordar muchas cosas, muchas figuras masculinas, femeninas, paisajes que, con el empuje de las ciudades y la llegada de nuevos pobladores, se iban transformando muy radicalmente. La tala de los bosques por esas familias que iban siendo expulsados de otros territorios. Hay una relación dialéctica: a ellos los talan de sus territorios y ellos empiezan a abrir espacio en las periferias de las ciudades. La transformación y la formación de uno son en espacios violentos. Es la forma en la que funciona esta sociedad. Puedo recordar cómo se convierte una quebrada donde había mucha vida, peces pequeños, rodeados de árboles (lo que se llama bosque de galería). Cómo desaparecen y se transforman en alcantarillas. Cómo todo en esta sociedad va entrando en un proceso en el cual todas las formas de vida se consumen para producir. Pero esa producción lo que hace de la vida es algo muerto. En el caso personal, esa es mi escuela. Yo no puedo reconocer otra escuela con independencia de que ya adulto halla estado, casi a los cuarenta años, en una universidad".
A las nueve de la mañana del 7 de enero de 1977 fue detenido y desaparecido temporalmente en la ciudad de Ibagué, acusado de rebelión por su participación en el "Pedro León Arboleda" (P.L.A), comando urbano del Ejército Popular de Liberación (E.P.L.). Sometido a una corte marcial, la única vez que se le dio la palabra, Humberto Cárdenas Mota recordó al líder indígena Quintín Lame: "Una vez, un doctor, Guillermo Valencia, el famoso poeta colombiano, se hizo pasear por alguna parte de Colombia con Quintín Lame amarrado a un lazo del cuello, como si fuera un perro, y le escupió la cara. Quintín Lame le dijo: Doctor, respéteme. Y los hombres deben exigir respeto. Es cierto que hay muchas cosas que no deben quedar ocultas; hay cosas que al ser pronunciadas implican que se denuncien. He visto cómo se ha avanzado bastante en la tecnología y en la ciencia. Es admirable, es algo digno de admirar. La tecnología y la ciencia del terror. Uno aprende en sus lecturas muchas cosas; pero, como decía Quintín Lame, uno tiene que aprender a leer en el libro de la vida, el libro de la vida que es el libro de la naturaleza, y los hombres también somos naturaleza, y la naturaleza no nació para ser pisoteada, la naturaleza debe ser respetada, y más respetado debe ser el hombre"
Si bien pudo haber aprendido la lección, agachado la cabeza, al menos, dirían los prudentes, “bajado unos cambios”, “caretearla un poquito”, “ser más contemplativo”, Humberto Cárdenas Motta se transformó en un referente de las juventudes rebeldes de las universidades, los pueblos indígenas, campesinos y afrodescendientes, y todes aquelles que día a día cuentan los muertos en la cruenta batalla contra el capital que en Colombia tiene un epicentro. Sus libros “La Gramática de la Barbarie” y “La Biodiversidad es la Cabalgadura de la Muerte”, detallaron minuciosamente el vínculo entre las matanzas paramilitares del Choco Biogeográfico, el gobierno colombiano, el de Estados Unidos, las empresas multinacionales y las ongs de conservación internacional. Su último destino dentro del país fue el Páramo de Sumapaz. Ahí, en una de las mayores fuentes de agua natural del sur de América, las comunidades campesinas resistían la privatización de los recursos naturales y el plan del gobierno para ceder sus territorios a los Estados Unidos a cambio de bonos de la deuda externa. “Fui al páramo de Sumapaz por última vez el 1 de febrero del 2009; ya nos tenían corriendo los paramilitares. A Danielito (su hijo) lo habían fotografiado ahí en la finca. Habían fotografiado la casa. Ya nos tenían acorralados y estaban matando gente por ahí. Cuando fui al páramo ya sabía que no podía volver”, nos relataba poco tiempo después, ya desde algún lugar perdido de nuestra Amerika.
En aquel bar de Bogotá daba un contexto histórico y político a esa masacre, ese exilio, esa rabia: "Sobre Latinoamericana, desde la época española, ha cundido la visión del Dorado, ese mito de ese occidente que hoy nos ha impuesto su razón, siempre buscando la extracción de recursos. Inicialmente con la época esclavista, posteriormente con el mercantilismo inglés, y hoy en esta nueva etapa del capitalismo mundial. Las poblaciones están en territorios concretos y para sacarlas tienen que inventarse muchas cosas. La violencia en ese sentido no es simplemente el acto armado. La violencia está fundada en la negación del otro. Uno de los pilares actuales del capitalismo es la competencia, y la competencia se basa en el principio de la negación del otro. Entonces, cuando se habla de riqueza, se habla de violencia, y en el sentido más amplio del término, pobreza, ignorancia. Allí uno encuentra dinámicas que nos permiten entender que esa violencia es ejercida en múltiples niveles. Cuando se habla de las Naciones Unidas, con todos esos discursos, ellos nos dicen de qué tenemos que hablar. Eso es un acto violento. Porque nos están diciendo: nosotros le identificamos los problemas y le ponemos las soluciones. Bachelard (Gaston) decía: aquel que me dice he aquí un hecho me considera un estúpido. Nos consideran estúpidos, como cuando llegaron los españoles. Ellos traen el conocimiento, el saber, todo su imaginario, esa es la real raíz de la violencia, y es la real raíz de la ignorancia. Cuando nosotros terminamos repitiendo esa nueva versión de la religión que son los derechos humanos, entonces nos construyen una ignorancia. La ignorancia no está en el analfabetismo, está en la ruptura entre los seres y el mundo en el cual esos seres encontramos sentido y razón de existir. Ese mundo en el cual nosotros como seres tenemos historia y memoria, y proyecto político. Ahí está la raíz de la violencia. No importa si se hace a través de las universidades o a través del paramilitarismo. El pensamiento crítico es aniquilado sistemáticamente. Esto tendría que haber generado levantamiento en todo el mundo. Pero han copado a tal grado nuestro corazón y nuestro espíritu que creemos y aceptamos esta situación. Hacen de nosotros mismos nuestros propios carceleros. Nos rompieron el hilo histórico y eso permite que nos digan que nosotros somos cosas, mercancías, que la vida es una cosa. Y nosotros terminamos pidiéndole a quienes nos dicen eso que nos respeten los derechos humanos".
Ante una nueva crisis o herramienta de muerte
Amenazado y exiliado por ejercer el derecho básico a la palabra, en algún lugar sin nombre de nuestra Amerika, junto a su mujer, Carmensa, y su hijo, Daniel, acudiendo a la solidaridad de compañeres de militancia, tratando de adaptarse a cada nueva situación, Humberto Cárdenas Motta siguió tejiendo su obra al margen (marginado) de las grandes luminarias que impone el poder. Escribió “Contra el Fascismo” y “El amor a la humanidad de los hombre de rapiña”. Hace poco comenzó a escribir algunas columnas de opinión sobre la realidad social en América Latina y el planeta para el colectivo Pueblos en Camino (publicadas en La Luna con Gatillo). La última, “Pandemias, hambrunas y guerras: la arquitectura del capital”. Quisimos profundizar con él su mirada sobre estos tiempos tan complejos que nos acontecen. A través de las redes sociales, desde algún lugar sin nombre de nuestra Amerika.
Esta pandemia o crisis parece ser presentada y se mete en los cuerpos y las palabras como un punto de quiebre en el sistema mundo capitalista. Sin embargo para aquelles que venimos viendo su derrumbe y lógica de muerte es una consecuencia esperada y parte de un proceso de crisis civilizatoria. ¿Cómo ver este momento histórico desde este largo procesos de acumulación capitalista en contraposición con la lucha e historia de las pueblas?
En el marco del sistema mundo capitalista esto que hoy se nos presenta como una pandemia, o como las epidemias, o como las plagas, o como las catástrofes, no es más que una de sus instituciones económicas para la acumulación de riqueza. Y debemos recordar que el sistema mundo capitalista solo puede acumular riqueza destruyendo, solo puede acumular riqueza matando, y solo puede nombrar aquello que destruye. La pandemia es una institución ideológica, médica, carcelaria, concentracionaria, y desde esta perspectiva, tenemos que entender que lo que el sistema está haciendo es avanzar en nuevas formas de dominación. La destrucción es la condición sin la cual no hay posibilidades de acumulación, ni de nombrar. En este caso “las víctimas”, “los necesitados”, “los pobres”. Recordando aquel planteamiento de Marx, cuando decía, que entre derechos iguales y contrarios gana la fuerza, tenemos una estructura social, un sistema social, donde supuestamente todos tenemos “el derecho a la salud”. Que para aquellos que no somos parte del sistema es el deber de muerte. Entonces para romper con esa categoría de “víctimas”, de “pobres”, etc... se debe romper con los procesos de transformación por destrucción.
En ese sentido, no es algo que es excepcional. No es algo, como de pronto dijo Primo Levi, frente a los campos de concentración, algo que puede volver a suceder. Nunca dejo de suceder. Sigue sucediendo, sigue aconteciendo. El fascismo, el nazismo, el patriarcado, sigue sucediendo. En esa medida es importante decir que ese concepto de economía del desarrollo, como se le llama, es un estado de excepción. Walter Benjamín insistió mucho que cuando se promulga la ley en una sociedad divida en clases, es una ley que protege los derechos de los que promulgan la ley. Y la excepción es para aquellos sobre los cuales esa ley ejerce su poder. Por lo tanto, en este momento, es muy importante no perder de vista dos hechos: uno sucedido en Colombia, y otro en Chile. Los dos estados están fortaleciendo la fuerza represivas, especialmente la policial, comprando (en Colombia se le llaman tanquetas) estos carros para reprimir las luchas populares. De hecho, en el transcurso de esto que se nos vende con la idea de pandemia, estos dos estados, están fortaleciendo a sus policía, porque, pasado este momento, lo que se continúa es que se debe garantizar los avances que se logren en los procesos de destrucción de la vida. El sistema mundo capitalista debe garantizar que esos avances que ellos obtengan en este momento puedan ser profundizados y sostenidos.
En cuanto a la segunda parte de la pregunta (la de las pueblas), es importante resaltar que en este momento se revela con mayor claridad (si es que no se la ha tenido), la necesidad de una vuelta a la tierra, a la madre tierra, a la pachamama. De revisar todas nuestras propuestas políticas, ideológicas, culturales, a la luz de las dinámicas de la naturaleza. En tanto que todos los procesos naturales han sido contaminados, y todos los procesos cósmicos han sido fracturados, en sus relaciones, por el sistema mundo capitalista. En este sentido, es importante resaltar el tema de la producción de las redes de intercambio, de cooperación, del apoyo mutuo. Es importante entender que nosotros debemos actuar como las semillas que germinen en la oscuridad, semillas que van gestando la vida en el fondo de la tierra, para emerger en su momento. Un volver sobre los pasos del universo, sobre el caminar de las semillas propias, de los ríos sin contaminación, del espíritu, del universo, que habita en nosotros. Sin la tiranía de la producción industrial de la conciencia del sistema mundo capitalista. No tenemos nada que pedirles. No tenemos nada que esperar del sistema mundo capitalista.
¿Cómo influye esta pandemia en la mirada hacia el otro? ¿Cómo enfrentar las actitudes de “engorramiento”, de denuncias en cuarentena, de formas de organización civil que parecen sustentar la imposición de un régimen autoritario con la excusa de la emergencia sanitaria?
No podemos seguir andando, ni se puede andar, no se puede vivir, no se puede gozar, no se puede palpitar, a la sombra de los derechos del sistema mundo capitalista. Solo podemos vivir, solo podemos vibrar, con el universo, caminando este camino de las transgresiones. No podemos olvidar que la realidad, en sentido estricto, es una invención. Y que este sistema mundo capitalista ha inventado la opresión, ha inventado la técnica, el conocimiento, el saber, las instituciones, para la dominación y la destrucción de la vida. Tenemos que caminar por otros senderos. Tenemos que reexistir, reinventarnos y encontrarnos en una sociedad diferente.
Hace poco hablando de la situación, Raúl Zibechi dijo que estamos en un “campo de concentración” y que la actitud de las pueblas debe ser de pequeñas organizaciones desde el anonimato y si despertar mucho la mirada de los captores (el sistema mundo capitalista) ¿Estás de acuerdo? ¿Cómo se contrapone esta mirada con la oportunidad de generar una nueva conciencia, de difundir las voces que vienen hablando que esta crisis era esperable y es parte del largo proceso del sistema mundo capitalista?
La crisis es un estado permanente del estado mundo capitalista. No puede existir de otra manera. Solo puede generar tensiones a través de las cuales la compensación es la opresión, la explotación, la expropiación de los pueblos, la destrucción de la vida en general No existen fórmulas, no pueden plantearse fórmulas de cómo generar procesos, en tanto las circunstancias son diversas, aunque con elementos comunes, porque es un sistema mundo. Por ejemplo: la experiencia kurda, o palestina, o del pueblo mapuche, son experiencias que tiene situaciones comunes, pero que en sus circunstancias particulares tendrán que implementar formas de luchas específicas, en cuanto a las circunstancias que viven en cada momento. Esto no significa que no se deba realizar el tejido entre los pueblos del mundo. Uno de los elementos que considero importante tener en cuenta es el respeto por la Madre Tierra. Todas las formas de luchas se cruzan por ese respeto, por ese rescate de nosotros, nosotras, con la Madre Tierra. No creo que exista una formula específica para caminar. Esa diversidad de manera de andar es la que nos va a permitir ser como los ríos, que al decir del poeta, van a dar a la vida. Nuestras vidas son los ríos que van a dar a la vida, decía el poeta. Eso es lo importante.
Hace poco escribiste: “En el proceso de producción, el sistema mundo no solo produce el producto; también produce, en un solo movimiento, el modo y la necesidad del consumo en el consumidor. El enfermo, para recuperar su salud, no necesita cambiar su monstruosa visión de mundo que lo enferma y que lo mata: necesita medicinas, y “si es Bayer, es bueno”. Y como es transnacional, controlando las semillas, produciendo agrotóxicos, “es bueno”. Y es democrático… y… ¿no hace parte del sistema de guerra contra la vida?” ¿Cómo es que el sistema capitalista hoy se aprovecha de esta crisis sanitaria para vender sus medicinas-venenos, sus consumos en las redes virtuales, su forma de educación, y la instauración de estados totalitarios y en estado de sitio?¿Que tanto tapa esta pandemia la crisis del sistema financiero y de producción y consumo? ¿Qué tanto lo fortalece?
Hay tres hechos aparentemente desconectados que me gustaría resaltar. Uno: un chico en la plaza de La Dignidad, en Chile, un primera línea, que sale absolutamente solo en mitad de esto que se ha denominado como pandemia con su escudo y grita algunas cosas que no se alcanza a oír en el audio. Un segundo hecho, es una expresión que se ha visto, se ha escuchado, en varios medios, en donde la gente dice: “o nos mata el virus o nos mata el hambre”. Y un tercer hecho, es el asesinato de un compañero líder comunitario de los movimientos sociales comunitarios populares en Piamonté, Cauca, asesinado junto a dos de sus pequeños, uno de ellos, si mal no recuerdo de siete años. Estamos asistiendo a un avance en la comprensión del funcionamiento del sistema mundo capitalista. Yo siento que la presencia de mujeres, de las jóvenes, y la presencia de otros procesos sociales, nos está diciendo que eso que se nos presenta como desconectado y como oculto de parte del sistema mundo capitalista, lo estamos viendo desde otra perspectiva, y estamos actuando de otra manera. En ese sentido, depende de nuestra disposición para la acción, depende de nuestra imaginación, de nuestra capacidad de generar procesos nuevos, de fortalecer los proyectos, de traducir en acción la palabra, la palabra que imagina, la palabra que inventa, que esté acompañada por la acción. Que esté contextualizada en los procesos comunitarios. Porque allí está la vida. Digamos que, la pandemia tapa tanto como devela. Pero tapa tanto como devela, en la medida en que nosotros podamos desde nuestras propias palabras, nuestra propia vivencia, y nuestra propia experiencia, poder develar lo que está oculto a la vista de todos.
El momento parece virar hacia la imposición de un nuevo orden mundial (lo aseguró hace poco el vocero del Club de Billderlberg, Herny Kissinger). A la vez pareciera que hay un reposicionamiento, casi diríamos que victoria, de las nuevas formas de imperio capitalista de Rusia y China. ¿Cómo se mueve hoy el tablero de los de arriba y que tanto influye esto en el posicionamiento de los de abajo?
Todos los que estamos cerca de las experiencias de los megaproyectos, de las diversas formas de explotación, de dominación, de expropiación, de persecución, de muerte, podemos ver, como, independientemente que sea Estados Unidos, Rusia, China… como se destruye esa trama del universo, en nuestra vida cotidiana. Podemos ver como los efectos de muerte, por la contaminación, por la ruptura de toda la dinámica vital del universo. Porque, por ejemplo en el Ecuador, el estado ecuatoriano tiene propagandas en donde le dice a la gente que la explotación minera (obviamente no dice en su propaganda que es hecha por las transnacionales, en este caso, por grandes empresas chinas), es decir estas empresas, son amigables con el medio ambiente. Está diciéndole que no contamina el agua. Cuando quienes vivimos cerca, los pueblos, la comunidades que viven en este territorio, están viviendo los procesos de expulsión, de destierro, de contaminación, de muerte y de represión, por parte del estado, para favorecer los intereses de estas transnacionales. En esa medida, la gente está viendo que, independientemente del nombre del imperio que haga presencia, los efectos son los mismos. Porque en estas zonas, donde están estas transnacionales, hay población no solamente ecuatoriana, sino de otros países, especialmente de Colombia, que es población desplazada también por el proyecto imperial, perseguida por el estado colombiano y los ejércitos paramilitares del estado colombiano. En este sentido, es muy importante lograr que estas lecturas se relacionen, independientemente donde se estén viviendo estas experiencias de explotación, expropiación y destierro de las comunidades.
¿Cómo escribir a hierba limpia, como tejer el poder asambleario de la madre tierra en estos tiempos de pandemia?
Escribo a yerba limpia y las palabras se nutren de la tierra. Recuerdo una expresión del compañero Matías Catrileo, mapuche, que decía: que un pueblo que no se gobierna a si mismo no tiene dignidad. Es gobernarnos a nosotros mismos, ordenarnos a nosotros mismos como pueblos. Mirarmos a nosotros mismos sin esos megaproyectos de la conciencia transnacional. Es decir: darnos nuestra propia ley. Darnos nuestra propia ley con la escritura de la tierra en la entrañas. Haciendo de nuestras entrañas el nido de nuestras semillas. Haciendo de las entrañas de la comunidad el nido de sus propias decisiones. Decidiendo de manera asamblearia. Asumiendo nuestras vidas de manera comunitaria. Haciendo la limpieza, en el sentido de la medicina tradicional Nasa, de nuestros espíritus, de nuestros corazones y de la Madre Tierra.