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Tuñón: el poeta comunista que en esta cuarentena elegimos reivindicar


Raúl González Tuñón, autor del emblemático poema “La luna con gatillo”, es el escritor que hoy –en medio de la pandemia mundial del coronavirus-- elegimos reivindicar, a 115 años de su nacimiento.


Por Mariano Pacheco



Más de una vez nos han preguntado por qué nuestro proyecto de producir contenidos comunicacionales para intentar ejercitar “una crítica política de la cultura” llevaba el nombre de La luna con gatillo (ver anexo). Ante nuestra respuesta (“por el poema de Raúl González Tuñón”), muchas veces nos encontramos con una nueva pregunta: ¿Y ese quien es?

No sorprenden las preguntas, si se tiene en cuenta que nos referimos a un poeta, a un periodista, a un escritor que fue una figura fundamental de la historia cultural de nuestro país, pero más asociado a la década del treinta que a la de los setenta, cuando falleció. Tuñón fue de algún modo “padrino” de figuras que hoy se pueden escuchar con mayor frecuencia, como Francisco “Paco” Urondo, y el mucho más reconocido Juan Gelman, quien tituló a su primer libro –prologado y presentado por Tuñón en 1956-- “Violín y otras cuestiones”; nombre que remite de manera directa a “El violín del diablo”, primer libro del propio Tuñón, publicado en 1926. También en el ámbito musical porteño Juan “Tata” Cedrón y su cuarteto inmortalizó muchos de sus poemas en el disco entero que le dedicó musicalizando sus textos.


Así que si, por un lado, el afán memorialista que primó en la década 2005-2015 posó su mirada sobre todo en la década del setenta, y –por otro lado-- como supo subrayar el crítico cultural británico Mark Fisher, una de las características del “realismo capitalista” contemporáneo es su incapacidad para construir recuerdos de largo plazo, es entendible que quien fuera bautizado como “el ángel guardián de los porteños” (Cedrón) y quien fuera el poeta argentino más admirado por sus pares contemporáneos españoles durante la guerra civil, hoy pueda presentarse como un desconocido ante muchas personas, incluso entre quienes pretenden –como nosotros y nosotras-- construir una contracultura de impugnación frente al Nuevo Orden Mundial vigente en la actualidad.


En un contexto de crisis provocado por la pandemia del coronavirus, cuando la discusión sobre el futuro de la humanidad comienza a ser parte de las discusiones urgentes y no faltan quienes vuelven a traer el concepto comunismo para ser pensado en la actualidad, qué mejor que rescatar a Raúl, el escritor que primero blindó la rosa, el poeta comunista.


Apuntes para una biografía


El menor de siete hijos de una pareja de españoles radicada en Argentina a fines del siglo XIX, Raúl González Tuñón nació en Buenos Aires el 29 de marzo de 1905.


En 1918 ingresa al Nacional de Buenos Aires, pero abandona antes de terminar sus estudios y se dedica a transitar la bohemia literaria. En 1924 viaja a Santa Fe, trabaja en una zapatería y recorre los bares del puerto, en donde conoce a Berner Lang, que cantaba canciones de posguerra en un instrumento casero fabricado con una lata que lleva cuerdas atadas (de allí surge el título de su primer libro, El violín del diablo, que empieza a escribir en 1922, termina en 1924 y publica en 1926, luego de ganar el año anterior el Premio Gleizer). Durante la década del 20 publica poemas en Caras y Caretas y revista Inicial, se incorpora a Proa, que dirige Ricardo Güiraldes (quien supo decir de él que, “herido de todos los dolores, no ha desaprendido el reír con optimismo y la infinita facultad de amar de sus versos”) y se vincula a la revista Martín Fierro, que integran –entre otros-- Jorge Luis Borges y Oliverio Girondo; mientras tanto, sostiene relaciones con los escritores sociales del Grupo Boedo, situación que llevó a los jóvenes investigadores Emiliano Cadiano y Lucas Peralta a caracterizar a Tuón como e”más boedista de los martinfierristas”.


En 1926 ingresa al emblemático Crítica diario que además de renovar la tipografía y el tipo de fotografía del periodismo argentino, fue capaz de relevar el mundo popular. Esta publicación, supo incorporar escritores a su redacción. De allí que Raúl compartiera aquellos días junto a Roberto Arlt, y su hermano Enrique.


En 1928 Tuñón gana el premio Municipal de Poesía con su libro Miércoles de ceniza. Con el dinero obtenido en el premio realiza su viaje a Europa. De allí –sobre todo de su estadía parisina-- surgen algunos de sus poemas fundamentales, que serán publicados en 1930 bajo el título “La calle del agujero en la media”.


En 1931 viaja a Brasil y escribe crónicas de la revolución constitucionalista que llevará a Getulio Vargas al poder en 1932, año en el que Raúl trabaja como cronista cubriendo la “Guerra del Chaco” (conflicto entre Bolivia y Paraguay que duró hasta 1935).


En 1933 funda “Contra, la revista de los franco tiradores”, que tiene la efímera vida de cinco números, pero de vital importancia para la cultura de izquierdas de nuestro país, puesto que allí Tuñón publicó su explosivo poema titulado “Brigadas de choque”, por la cual es procesado por el gobierno de Justo, y condenado a dos años de prisión. El texto que entre otros versos sostiene una diatriba contra la burguesía (“Contra la democracia burguesa/ Contra la demagogia burguesa/ contra la pedagogía burguesa/ contra la academia burguesa/ contra/ contra/ contra el fascismo, superexpresión/ del capitalismo desesperado”) fue avalado por gran parte de sus contemporáneos, compañeros de ruta como el español Federico García Lorca y el chileno Pablo Neruda firmaran una declaración en su apoyo, así como personalidades de la talla de André Gide, Waldo Frank, André Malraux o Tristán Tzara se manifestaran “en nombre de la dignidad del pensmaiento y la libertad de expresión” al enterarse de lo sucedido.


En 1934 Tuñón se afilia al Partido Comunista y al año siguiente se casa con Amparo Mon, también periodista de Crítica, con viaja a España y luego a Fracia. Allí conoce a Neruda y participa (en París), del 1° Congreso de Escritores Antifascistas, al que asisten el pintor Pablo Picasso y el dramaturgo e intelectual marxista Bertolt Brecht. También en 1934 publica el libro Todos Bailan, donde aparece su personaje/alter ego “Juancito caminador”.


En 1936 publica La rosa blindada y en 1937 viaja por tercera vez a España, en plena guerra civil. Corresponsal argentino en España, escribe una serie de textos que luego serán publicados bajo el título de La muerte en Madrid, Las puertas del fuego y 8 documentos hoy. Derrotada la República en España y con el avance del nazi-fascismo en Italia y Alemania, Tuñón parte hacia Chile, donde funda la Alianza de Intelectuales de Chile, junto a Neruda. Allí se radica (donde funda el diario El siglo), tras la muerte de su compañera Amparo, en 1940. Dos años después, en 1942, también muere su hermano Enrique. Dos pérdidas fundamentales en la vida de Tuñón. En Chile publicará los libros Himno de Pólvora y Nuevos poemas de Juancito Caminador. También Primer Canto Argentino, editado por el Comité de Residentes Argentinos Pro Libertad de los Presos Políticos.


En 1945 regresa a Buenos Aires, pero vuelve rápidamente a Chile, luego de haber estado en la ciudad el 17 de octubre y ver el ascenso del peronismo, al que caracterizó con las mismas lentes que el partido al que pertenecía (y casi toda la izquierda), como un fenómeno de inspiración fascista (en 1974, cuando conversa con Horacio Salas, Tuñón reitera sus posiciones de entonces. Ante la pregunta de Salas, que le dice si no es “un tanto gorila” su respuesta, Raúl hace una diferenciación entre líder y “masa peronista”, pero no deja de mirar con antipatías al fenómeno que terminó siendo el más importante de la historia política nacional).


En 1948 Tuñón regresa a la Argentina e ingresa a trabajar al diario Clarín, donde permaneció hasta 1970, cuando se jubiló. En esos años finales de la década del cuarenta comenzó una relación con Irma Falcón, vínculo del que nace su hija Aurora.


En los cincuenta, en cambio, su vida amorosa pasó por su vínculo con Nélida Rodríguez Márquez, con quien tiene a Adolfo Enrique, su segundo hijo. En 1954 viaja a URSS, China, Checoslovaquia y tras su regreso a la Argentina publica Todos los hombres son hermanos.


En 1957 publica su emblemático poema “La luna con gatillo”, pero también, su libro A la sombra de los barrios amados.


En los sesenta Tuñón se convertirá en “el padrino” de la emergente generación de intelectuales de la nueva izquierda, que en una de sus fracciones fundará el emblemático proyecto editorial “La rosa blindada”, donde se publicaron los textos políticos y culturales más emblemáticos de aquellos años; experiencia en torno a la que se reunieron poetas, periodistas, pintores, músicos e intelectuales.


En 1963 Tuñón fue jurado del concurso de Casa de las Américas, en Cuba.


Continuó construyendo su obra poética hasta su muerte, ocurrida el 14 de agosto de 1974.




Anexo: La luna con gatillo, poema completo


Es preciso que nos entendamos.

Yo hablo de algo seguro y de algo posible.

Seguro es que todos coman

y vivan dignamente

y es posible saber algún día

muchas cosas que hoy ignoramos.

Entonces, es necesario que esto cambie.


El carpintero ha hecho esta mesa

verdaderamente perfecta

donde se inclina la niña dorada

y el celeste padre rezonga.

Un ebanista, un albañil,

un herrero, un zapatero,

también saben lo suyo.


El minero baja a la mina,

al fondo de la estrella muerta.

El campesino siembra y siega

la estrella ya resucitada.

Todo sería maravilloso

si cada cual viviera dignamente.


Un poema no es una mesa,

ni un pan,

ni un muro,

ni una silla,

ni una bota.


Con una mesa,

con un pan,

con un muro,

con una silla,

con una bota,

no se puede cambiar el mundo.


Con una carabina,

con un libro,

eso es posible.


¿Comprendéis por qué

el poeta y el soldado

pueden ser una misma cosa?


He marchado detrás de los obreros lúcidos

y no me arrepiento.

Ellos saben lo que quieren

y yo quiero lo que ellos quieren:

la libertad, bien entendida.


El poeta es siempre poeta

pero es bueno que al fin comprenda

de una manera alegre y terrible

cuánto mejor sería para todos

que esto cambiara.


Yo los seguí

y ellos me siguieron.

¡Ahí está la cosa!


Cuando haya que lanzar la pólvora

el hombre lanzará la pólvora.

Cuando haya que lanzar el libro

el hombre lanzará el libro.

De la unión de la pólvora y el libro

puede brotar la rosa más pura.


Digo al pequeño cura

y al ateo de rebotica

y al ensayista,

al neutral,

al solemne

y al frívolo,

al notario y a la corista,

al buen enterrador,

al silencioso vecino del tercero,

a mi amiga que toca el acordeón:

—Mirad la mosca aplastada

bajo la campana de vidrio.


No quiero ser la mosca aplastada.

Tampoco tengo nada que ver con el mono.

No quiero ser abeja.

No quiero ser únicamente cigarra.

Tampoco tengo nada que ver con el mono.

Yo soy un hombre o quiero ser un verdadero hombre

y no quiero ser, jamás,

una mosca aplastada bajo la campana de vidrio.


Ni colmena, ni hormiguero,

no comparéis a los hombres

nada más que con los hombres.


Dadle al hombre todo lo que necesite.

Las pesas para pesar,

las medidas para medir,

el pan ganado altivamente,

la flor del aire,

el dolor auténtico,

la alegría sin una mancha.


Tengo derecho al vino,

al aceite, al Museo,

a la Enciclopedia Británica,

a un lugar en el ómnibus,

a un parque abandonado,

a un muelle,

a una azucena,

a salir,

a quedarme,

a bailar sobre la piel

del Último Hombre Antiguo,

con mi esqueleto nuevo,

cubierto con piel nueva

de hombre flamante.


No puedo cruzarme de brazos

e interrogar ahora al vacío.

Me rodean la indignidad

y el desprecio;

me amenazan la cárcel y el hambre.

¡No me dejaré sobornar!


No. No se puede ser libre enteramente

ni estrictamente digno ahora

cuando el chacal está a la puerta

esperando

que nuestra carne caiga, podrida.


Subiré al cielo,

le pondré gatillo a la luna

y desde arriba fusilaré al mundo,

suavemente,

para que esto cambie de una vez.

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