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Topía y el necesario “archivo” teórico-político de intersección entre marxismo y psicoanálisis


En 2018 Alejandro Vainer y Enrique Carpintero reeditaron, en una versión corregida y ampliada, los dos tomos de Las huellas de la memoria. Psicoanálisis y salud mental en la Argentina de los ´60 y ´70, de 500 páginas cada uno. Lo hacen en medio de una de las crisis sociales y económicas más profundas del país, por una editorial que ellos mismos dirigen y coordinan y en momentos en donde asistimos al auge de las lecturas cortas en formato digital. En tiempos de imágenes veloces y textos cortos, Topía se sumerge en esta aventura de volver a publicar este libro que recorre la historia del “campo psi” local desde finales de los años cincuenta hasta inicio de los ochenta del siglo pasado.


Por Mariano Pacheco



Hegemonía lacaniana y fechaje necesario


Entre quienes integramos el grupúsculo de la Cátedra Abierta Félix Guattari, que comenzó a funcionar en marzo de 2019 en las instalaciones de la Fábrica Recuperada IMPA donde se aloja la Universidad de los Trabajadores (y trabajadoras), solemos comentar que la hegemonía del lacanismo –o más bien: de éste lacanismo, en tanto orientación burguesa-- en el campo psi argentino, es claramente fechable y está íntimamente ligada a la derrota de las apuestas revolucionarias de los años setenta y setenta, con la imposición –a sangre y fuego-- del modelo de país que, en sus cimientos, aún padecemos en tiempos de “democracia”, a la que le ponemos las necesarias comillas, recordando los términos con los que el filósofo León Rozitchner y el historiador Alejandro Horowiczs la supieron acompañar. A saber: “castadra”, “de la derrota”. Ese comentario, que podría ser pura doxa, cobra otra relevancia a la luz de la lectura de los dos tomos de Las huellas de la memoria, que cuentan con una espesura y profundidad a partir de la cual se hace posible no sólo afirmar sino además documentar dicha posición, porque puede rastrearse a través de la lectura, como el lacanismo nuestro de cada día pasa del autodidactismo a la academia, pierde su huella marxista y deviene función-gurú de la clase que entierra los sueños (y las prácticas efectivas) que pujaban por revolucionar el mundo.


Precursor de intersecciones


El aporte de Carpintero y Vainer también nos permite recuperar dos figuras que no siempre son tan rescatadas desde el marxismo, y que en esta oportunidad aparecen ligadas al ámbito de aquello que, desde los años sesenta, comenzará a conocerse bajo el nombre de “salud mental”. Me refiero a Melcíadas Peña y Carlos Olmedo, dos de las más lúcidas mentes de la intelectualidad de izquierda en Argentina.


Entre julio y septiembre de 1959, por ejemplo, Peña realizó junto a Floreal Ferrara una encuesta por muestreo en las ciudades de La Plata, Rosario, Tucumán, Córdoba y Buenos Aires donde, se indaga la autopercepción que las y los argentinos tienen por salud mental. “Es interesante la aparición de un intelectual de izquierda como Melcíades Peña colaborando en el incipiente campo de la salud mental”, apuntan Carpintero y Vainer, quienes aclaran que Peña –formado en investigaciones sociales cuantitativas-- fue de los primeros en hacer investigaciones de mercado en el país. Por aquellos años Peña dictó su “Curso de introducción al pensamiento político de Marx” y dirigió la revista Fichas de investigación económica y social. Carlos Olmedo (luego comandante de las FAR caído en un enfrentamiento armado producido en Córdoba en 1971, conocido como el “Combate de Ferreyra”), por su parte, integró el equipo interdisciplinario del Programa de “Psiquiatría comunitaria” que se organizó desde el Departamento de Docencia dirigido por Hernán Kesselman.


Prolegómenos


Los años cincuenta suelen quedar profundamente opacados por las dos décadas que le siguieron.


Sin embargo, hay algunos hitos de entonces que resultan fundamentales para entender lo que viene después. Entre otros, en Las huellas de la memoria, se destacan dos:


1) 1955: creación de la carrera de Psicología, con sede en Rosario, por parte de la Universidad del Litoral, contexto en el que también surge PAIDOS como editorial específica y Enrique Pichón Riviere impulsa desde el Instituto Argentino de Estudios Sociales la “Experiencia Rosario” que dará forma a la psicología social.

2) 1957: creación de la carrera de Psicología al interior de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires y creación del Instituto Nacional de Salud Mental, que “nominó especialmente de otra forma lo que hasta ese momento era dominio de la psiquiatría”.


El libro realiza un agudo repaso por lo que será el triángulo Córdoba-Rosario-Buenos Aires en los prolegómenos de la Salud Mental en Argentina, y aparecen nombrados y reseñados personajes como Marie Langer, José Bleger, Gregorio Bermann, Mauricio Goldemberg (padre de los emblemáticos cuadros de las Fuerzas Armadas Revolucionarias asesinados durante la última dictadura cívico-militar), y el ya mencionado Pichón Riviere, quienes alumbran el recorrido por esos años que tiene momentos emblemáticos como el de la creación del Servicio de Psicopatología del Policlínico Lanús, fundado en 1952 durante la gestión de Ramón Carrillo al frente del ministerio de Salud durante el primer peronismo.




Nuestros años sesenta


La década se inicia con los primeros psicólogos recibidos de la Universidad pública argentina, de la UBA y la UNL, y finaliza con la inauguración del primer Hospital Monovalente de Salud Mental Infanto Juvenil de la Argentina, en 1968 y el posicionamiento de los psicólogos y psiquiatras en torno al Cordobazo y la nueva etapa de la lucha de clases que se abre en el país, de la cual el “campo psi” no permanecerá ajeno.


“Nuestros años sesenta”, parafraseando a Oscar Terán, son los años del psicodrama y las terapias de grupos, de las discusiones intensas (otra vez) entre psicoanálisis y marxismo, de las revistas culturales, como Pasado y Presente, o la mencionada Fichas, pero también Problemas para el tercer mundo, El escarabajo de oro, o medios masivos de comunicación, como Primera Plana, revista que se transformó en la principal difusora del psicoanálisis en el país. Además proliferaron iniciativas disruptivas, desde el vanguardismo estético como el Instituto Di Tella hasta la combativa central sindical CGT de los Argentinos, donde Rodolfo Walsh dirigió el semanario CGT y desde donde se impulsó la muestra “Tucumán arde”.


En ese contexto, el campo de la salud mental tampoco será ajeno a los sacudones de la época. En 1959 ya se había fundado la Federación Argentina de Psiquiatría (FAP), que años después tendrá gran protagonismo; en 1962 se funda la Asociación de Psicólogos de Buenos Aires, que tras “La noche de los bastones largos” (cuando la dictadura de la “Revolución Argentina” reprime e interviene en las universidades) se transforma en una suerte de “Centro de Formación” alternativo. No podía menos que entrar en crisis, entonces, la Asociación Psicoanalítica Argentina (APA), filial local de la Internacional Psicoanalítica (IPA), la emblemática institución fundada por Sigmund Freud.


Los años sesenta en Argentina son también los de la proliferación de Grupos de Estudio, entre los cuales se encontraban los de Raúl Sciarreta, autodidacta que formó a gran parte de la intelectualidad crítica de la época. Allí, vía la lectura althusseriana de Marx, comenzó a escucharse por primera vez el nombre de Jaques Lacan, quien fuera introducido luego en el país por Oscar Massota, una de las mentes brillantes provenientes del grupo de la revista Contorno, dirigida por los hermanos (David e Ismael) Viñas, que se topó con las lecturas del psicoanalista francés a partir de una recomendación de Pichón Rieviere.


La década termina con El Cordobazo, la primera huelga de psicoanalistas realizada en ese contexto y la emergencia de la denominación de “Trabajadores de la Salud Mental”. Como subrayan Carpintero y Vainer, la política pasa entonces al centro de la escena y a las discusiones sobre el psicólogo y su profesión, se le suman las de los modos en que el campo específico pretenderá intervenir en la lucha de clases.


El cielo por asalto


Los setenta en Argentina son años intensos, y paradójicamente, una década corta, que podría fecharse entre mayo de 1969 (El Cordobazo) y febrero de 1975 (Operativo Independencia en Tucumán). Son, asimismo, años de luchas, conmoción y rebelión en el mundo entero. Por algo el capítulo uno del segundo tomo de Las huellas de la memoria se titula “Los trabajadores de Salud Mental, y el primer apartado “Los ´70: cuando se quería ponerle gatillo a la luna”, en clara referencia a “La luna con gatillo”, poema del comunista argentino Raúl González Tuñón.


Son los momentos en que la IPA tiene su ruptura por izquierda, con Plataforma internacional, conformada a partir del Contracongreso que se realiza en Roma a mediados de 1969, apenas un año después del “Mayo Francés” que plantea tomar el cielo por asalto, mientras se realiza allí en Italia el Congreso Internacional de Psicoanálisis. Situación que dio pie a la conformación de Plataforma argentina, con miembros como Kesselman y, más tarde, por discusiones dentro de la APA, también se conformará el grupo Documento. Desde entonces, los psicoanalistas ya no se formarían sólo dentro de la APA, los cruces entre las lecturas de Marx y Freud serían nuevamente muy pujantes y se tendería a rescatar al psicoanálisis en función del advenimiento de una sociedad socialista.


Obviamente, como aparece registrado en el segundo tomo de Las huellas de la memoria, el punto de quiebre formal de esta tendencia será el 24 de marzo de 1976, con el inicio del “Proceso de Reorganización Nacional”, a partir de cual, junto con la desaparición forzada de personas, también advendrá la “desaparición de la salud mental”, que suma a sus listas un total de 397 desaparecidos por el terrorismo de Estado, entre estudiantes y trabajadores (psicólogos, asistentes sociales, psicopedagogos, médicos psiquiatras, licenciados en Ciencias de la Educación).


El auge de la hegemonía del lacanismo como orientación burguesa en el psicoanálisis coincide con esa derrota histórica del proceso de conformación y asunción de la concepción de trabajadores de la salud mental, parte de una comunidad más amplia que lucha por emanciparse del capital. Reponerse de esa derrota implica, entre otras cuestiones, estudiar a fondo ese proceso histórico, las prácticas que se desarrollaron en esos momentos y los debates teóricos que acontecieron y contribuyeron a cambiar las miradas sobre diversos temas, entre ellos, qué entender por psicoanálisis y salud mental.


Las huellas de la memoria son un insumo fundamental –acaso el más completo y sistemático elaborado hasta el momento-- para dicha tarea. En ese sentido, el grupo Topía (en general y los autores de este libro, en particular) contribuye con este aporte, de un modo sustancial, a elaborar el archivo necesario para sostener un diálogo, y una discusión intergeneracional.


* Integrante del Portal La luna con gatillo y de la Cátedra Abierta Félix Guattari/ Universidad de los Trabajadores (y trabajadoras).

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