A raíz de del lanzamiento el sábado de la Unión de Trabajadores de la Economía Popular (UTEP) compartimos un texto de nuestro compañero Sergio Job de Trabajadores Unidas por la Tierra.
Por Sergio Job
Esta es sólo una historia más de las miles que hay. Son sólo las circunstancias particularísimas en las que yo me vi envuelto de pronto, con entusiasmo y convicción, en apostar a construir una herramienta para la clase trabajadora de la economía popular. Es una historia que entroncó con las de otros miles, que como dicen los zapatistas, se sumaron en algún lugar del círculo, pero ya no se bajaron más.
Fue en el 2013, mayo. Luego de 7 años de organización territorial en villas y barriadas, ahora también éramos militantes y abogados de varias tomas de tierras que desde la acción directa, la necesidad y el coraje, estábamos cuestionando de modo profundo la apropiación de la tierra y de nuestras posibilidades de vida por parte de unos muy pocos en Córdoba: desarrollistas inmobiliarios y sojeros. No sólo debíamos enfrentar esas dos mafias juntas, sino la alianza profunda, conservadora y sumamente represiva de esos sectores con el gobierno cordobés, su policía y el poder judicial. Una cofradía del despojo, hecha y derecha. Bien derecha.
En ese intenso marco de conflicto ya habíamos sufrido algunas represiones, 23 detenciones, más de 70 judicializados y el último capítulo de la historia abría una puerta bizarra, absurda y compleja. El entonces Ministro de Desarrollo Social, Daniel Passerini, había salido en el programa del Lagarto Show amenazándonos con meternos una denuncia judicial a los 4 abogados que defendíamos a les compañeres en lucha por la tierra. Vimos el programa entre la sorna y la sonrisa, pero nadie reparó seriamente en el tema. Unas horas más tarde, alguna trabajadora judicial solidaria y respetuosa con nosotros o con la causa o con ambas, nos avisó que la denuncia efectivamente la habían realizado, y que la fiscal de la causa de “Piedra Blanca” (con la que estábamos fuertemente enfrentados) estaba evaluando pedir nuestra detención. Ese llamado prendió todas las alarmas, hicimos reunión de comité de crisis, y resolvimos entre todes que éramos más útiles libres que detenidos. Somos militantes revolucionarios, no candidatos a mártires. Y como venía la cosa, donde ya se habían animado a arrestar a uno de los bogas, no daba quedarse a ver si se animaban o no. Sabíamos que sí. La carátula que buscaban era la de asociación ilícita, lo que implicaba que por el monto de la pena y nuestra militancia social, política y revolucionaria, podían justificar de algún modo la prisión preventiva y después a llorarle a magoya.
En ese marco, les compañeres integrantes del comité de crisis, deciden que debíamos irnos de Córdoba. En aquél momento nuestras redes nacionales eran limitadas y con pocos recursos, pero rápidamente fuimos acogidos en diversos lugares compañeros. Algunos fuimos a parar a Buenos Aires. La estadía allá era sumamente política, militante. Cada día debíamos dividirnos entre quienes estábamos allá, una decena de reuniones y entrevistas para visibilizar nuestra situación y lograr solidaridades militantes e institucionales. Así fuimos desde la Comisión de Derechos Humanos de la Cámara de Diputados, hasta entrevistas en radio con Daunes y Korol, pasando por la colegiatura de abogados a nivel nacional, etcétera. En Córdoba empezaban también a manifestarse desde la defensa de la defensa del colegio de abogados, hasta las universidades en que algunos somos docentes, hasta absolutamente cualquier espacio compañero o mínimamente progresista que se pueda ocurrir. Criminalizar a los abogados de tomas de tierra era ya el colmo de los colmos.
En ese marco fue que conocimos a los compañeros y compañeras del MP La Dignidad, que nos recibieron en sus hogares. Y fue de la mano de ellos que fuimos a nuestra primera reunión de un espacio “interesante y con perspectivas” nos dijo Christian, que se estaba intentando caminar. Se llamaba: CTEP.
La solidaridad de los compañeros no se hizo esperar. Y quienes sabemos de lealtades y agradecimientos, de luchas colectivas y abrazos solidarios, sabemos que hay cosas que nunca se olvidan. Ese abrazo compañero, desde la estadía de esa semana y media, hasta el reconocimiento en otres de que lo que estábamos haciendo tenía diálogo y correlato con lo que muches otres hacían por aquellos lares. Fue un choque de empatía, un lazo colectivo amoroso, un gesto de complicidad rebelde, que nos liga desde aquellos días. Esa semana, producto de esa corajuda lucha que estábamos dando por la tierra en estas tierras, sin dudas cambió para siempre mi devenir militante.
Encontrarse con otros, con otras, encontrarse en la lucha, desde la lucha, para pensar un futuro unides, organizades, desde nuestras diversidades y acuerdos, fue un impacto fuerte en el horizonte que debíamos construir de ahí en adelante.
Luego fue también que nos reconocimos en otros compañeros que se organizaban en los mismos sectores que nosotres: cartoneros en su caso, carreros en el nuestro. También luchas sumamente difíciles, que implicaban enfrentarse contra viento y marea. Unas centenas acá, unos miles allá, unas decenas por ahí, y así fue que nos encontramos construyendo la Federación de Cartoneros, Carreros y Recicladores. Y fue así también que de algún modo esa federación sirvió por un tiempo de columna vertebral de la CTEP, mientras se avanzaba en la organización de las otras ramas y en la conformación de “mesas promotoras” en diversas provincias del país. Unas pocas. Acá recuerdo el énfasis que algunos le pusimos para generar ese espacio, para sostenerlo, para defenderlo hacia dentro de cada una de nuestras organizaciones, que en no pocos casos se oponían fuertemente a compartir una construcción “con el peronismo del Evita” decían de este lado, “con el autonomismo tira-piedra” decían del otro, por poner sólo dos puntas del espectro político que estábamos dialogando.
Recuerdo que así llegamos a diciembre de 2015, donde nos dicen que salía la personería social, la que si bien no era la gremial que buscábamos, nos daba cierta posibilidad de representación institucional de les trabajadores de la economía popular. Recuerdo el llamado pidiéndonos que eligiéramos rápidamente un nombre para ocupar el cargo de “secretario general del interior del país”, y recuerdo que en el mismo momento el compañero que me lo trasmitía me decía que ya le había mandado mi nombre, “total es algo formal nada más, sólo para presentar papeles”.
Luego vino el desplegar una estrategia de resistencia sólida, masiva, de construcción también, de largo plazo, una manera de resistencia distinta a la que veníamos acostumbrados, pero que dada la relación de fuerzas y también el propio crecimiento, llenos de dudas, entendíamos era la más correcta. Incómodos y con dudas, al principio, más firmes y convencidos posteriormente. Siempre atentos y atentas a estar a la altura de las circunstancias, escuchar diariamente a nuestras compañeras, sus necesidades y deseos, intentando siempre ser los más fieles a ese mandato, que a pesar de los deseos de algunos, no era salir a romper todo sino el poder comer y vivir un poco más dignamente.
Fueron 4 años de tenaz resistencia, de broncas que acumulamos frente a los poderosos, un mordernos los labios de bronca ante la entrega que a pesar del esfuerzo de militancia diario llevaban adelante el gobierno de chetos neoliberales, pero también sabíamos a cada instante que no pudieron hacer lo que vinieron a hacer gracias a nuestra lucha. Fue un periodo de esperanzas que se agolpaban en el pecho, de ser conscientes que el neoliberalismo gobernante tenía cobertura mediática que lograba generar un ejército de apoyadores seriales a sus políticas de egoísmo y odio de clase. Tuvimos que sostener movilizaciones masivas durante todo este tiempo, logrando algunos avances importantes para el sector en un marco de retrocesos generales de calidad de vida y pérdidas de derechos. Y todo ese proceso, no exento de duras discusiones, encuentros y desencuentros, fue también consolidando diálogos y confianzas, acercando estrategias y reconocimientos mutuos. En este difícil contexto, los movimientos sociales logramos sentar las bases para un seguir consolidando un proceso de lucha reivindicativa del sector, y también, de a poco, un horizonte común para el país, recién alumbrando, recién emergiendo, construyendo un futuro donde todes quepamos. Sabemos que el camino marcado fue correcto, que logramos sacarlos del gobierno y que salimos fortalecidos y más unidos.
Así llegamos a este 21 de diciembre de 2019, donde ese proceso tomó un nuevo nombre: UTEP, Unión de Trabajadores de la Economía Popular. En ella vamos a confluir gran parte de las organizaciones sociales y cooperativas de la economía popular, aún no todas, nos debemos un esfuerzo todavía para que la unidad sea también con quienes aún están por fuera, pero sin embargo, ya nos convertiríamos en el 2do sindicato más numeroso del país, con una representación de entre 400 a 500 mil compañeres, con una inserción y despliegue territorial importantísimo, con ramas claves para la vida nacional y el bienestar popular como la rural que garantiza el alimento de gran parte de nuestros compatriotas, que a su vez, de manera indirecta, va a poseer un bloque de diputados pertenecientes a nuestras organizaciones y algunos funcionarios a nivel nacional y otres provinciales que empiezan a hacer experiencia legislativa y de gestión. Buscando que el poder siga estando en las bases. Muy difícil. Imposible dirá algún escéptico. Y quizás tenga razón. De nuestra parte haremos todo lo posible por construir otra cosa. No sabemos si lo lograremos, no sabemos siquiera si todes queremos lo mismo. Daremos nuestra batalla por construir una herramienta de les trabajadores sin burocratismos asfixiantes, sin voceres políticamente correctos, sin seguidismo ni obsecuencias a los poderes de turno, sin perder el horizonte revolucionario, sin dejar de construir diariamente una economía no capitalista. Sí, es mucho, es difícil, es casi imposible, pero ¿que son las revoluciones sino esos imposibles que se cuelan por una grietita de la historia para volverse presente, ensanchar el futuro, y construir otro mundo? Estamos haciendo la revolución, nuestra revolución, una revolución, la estamos construyendo diariamente. Con errores, con problemas, con tensiones, con toda esa complejidad que tiene la vida, que tienen las cosas humanas que existen más allá de una idea o manifiesto. En ese caminito en que vamos: ¡Que viva la UTEP! ¡Que vivan la organización de la clase trabajadora! ¡Que vivan les que luchan!