Por Juan Manuel Corbera
—¿Escucharon lo que pasó en Cali?
—No, yo estoy todavía con lo de Bolivia.
—Y lo de Chile.
—Sí, bueno, me contaron que el jueves pasado ante las masivas marchas que hubo en todo Colombia los policias liberaron zonas de la ciudad acuartelándose para que grupos delincuenciales hagan de las suyas, haciendo que la gente empiece a mirar mal las jornadas de protesta social.
—Uff, es que allí desde los paros universitarios están súper organizados desde abajo.
—Y escucha lo que pasó: media hora después de los saqueos y robos, aparecen los militares y despliegan todo su poder en las calles, la gente entra en pánico, declaran toque de queda...
—¿Toque de queda? ¿Así nada más?
—Sí, allá los militares tienen tanto poder que hacen lo que se les da la gana. Igual fue el alcalde el que lo decretó. Bueno, toque de queda, te imaginarás: toda la ciudad con barricadas y tachas en el piso, tanquetas, militares en cada esquina, helicópteros, alarmas, y como por la noche volvieron a oírse disparos, se entró en una histeria social en donde la gente salió a la puerta de sus casas pero con machetes, pistolas y cuanta arma tuvieran a la mano.
—Tremendo.
—Me hace acordar a esos videos de cochabambinos con incontables wiphalas, marchando a trote al grito de "ahora sí, guerra civil, ahora sí, guerra civil". El sistema logró que nos enfrentemos entre nosotros.
—¿El continente está en guerra entonces?
—El continente nunca dejó de estar en guerra... ¿O hay lugares donde la paz está asegurada tanto para las grandes metrópolis como para los barrios marginales? ¿Hay lugares donde la igualdad de condiciones es absoluta? ¿Hay algún sitio donde todos se sientan a gusto y nadie quiera...?
—Entiendo el punto, pero lo que se viene es muy grave. Piensa que Bolsonaro impulsó la adquisición de armas en Brasil quitando la notificación que tenían antes que hacer en cada comisaría y aumentando los permisos de portación de cinco a diez años.
—Nos espera una década combulsionada.
—De grandes responsabilidades. Pronto no habrá lugar para el punto medio.
—Quizá, ahora mismo, ya no lo haya.
—Es cierto, pero no olvidemos que en Bogotá no se acató el toque de queda y la gente salió a cacerolear de todas formas.
—Da esperanzas eso que cuentas, hace sentir que de este lado del enfrentamiento hay más personas.
—Lo interesante sería que esas personas estén dispuestas a hacer algo más que posteos.
—La indignación de la clase media está cooptada por el aparato de entretenimiento del sistema. Que, por supuesto, incluye el circo electoralista cada ciertos años. Esa indiferencia cotidiana es quizás el mayor enemigo, la gran pantalla que nos mantiene divididos.
—En Chile las barras de fútbol están proclamando la unión entre todos los hinchas...
—Y en Bolivia hace pocos días reprimieron el funeral de dos campesinos muertos por una represión de esa misma semana... Las armas las tienen ellos.
—No, ellos tienen las suyas, nosotros las nuestras. No solo somos más, tenemos la capacidad y la legitimidad para destituir gobernantes y formar nuestro propio gobierno. Incluso pensar y crear otros modos de gobierno. Este es el momento de mirar cómo el capitalismo nos aplasta a todos por igual.
—Y cómo, en cada vez más lugares, nos estamos dando cuenta de ello.
Ilustración: Nico Mezquita