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Tender Puentes. Una breve reflexión sobre los movimientos sociales en la etapa.



Por Sergio Job*


Los Movimientos Sociales o Populares tenemos ante nosotros un panorama novedoso y complejo. Hemos sido parte fundamental del arco tenaz de resistencia que nuestro pueblo supo construir y sostener, frente a las políticas neoliberales pro mercado y especulación financiera del gobierno nacional. Sin embargo, la contundente derrota que le propinamos al macrismo en las urnas, no implica que hayamos vencido en lo que la progresía gusta llamar con demasiada liviandad (y de modo muy poco gramsciano): batalla cultural.


Este periodo ha mostrado la relativa inteligencia táctica y fortaleza organizativa del conjunto de los Movimientos Sociales. También ha dejado entrever la emergencia o consolidación de algunes compañeres con capacidad de conducción, que representan de modo parcial a sectores diversos de los Movimientos; hecho que puede ser muy interesante si no va en detrimento de erosionar la capacidad creativa de las luchas, ni se traduce en un disciplinamiento expectante (creo yo que no buscado ni mucho menos pedido por las conducciones) de los cuadros militantes hacia quienes conducen.


Estamos atravesando aguas complejas. Un interregno donde aún gobiernan los nefastos neoliberales, de quienes nunca se puede descontar algún tipo de hecho desesperado por sostenerse en el poder a cualquier precio (desde auto-atentados estilo Bolsonaro, hasta todo tipo de maniobras macro-económicas para incendiar la situación, todas condimentadas con su sordera estructural y su indolencia histórica). Momento donde ya se perfila un gobierno peronista, al que sin lugar a dudas hemos ayudado a triunfar, pero que sabemos no es ni será: nuestro gobierno. Además de las restricciones estructurales desde lo económico y social que recibirá Alberto Fernández, su proyecto es el de una tenue socialdemocracia negociada y peronizada, que buscará poner un poco de orden en las variables macro-económicas y limar los perfiles más agudos y filosos de la crisis social, pero no mucho más. Sabemos que eso es mucho, pero mucho mejor, que 4 años más de macrismo. Pero también sabemos que no alcanza ni cerca para virar este país hacia políticas de corte emancipadoras.


En ese mar confuso y complejo, diversos Movimientos van a poder ocupar algunos espacios secundarios y menores en lo institucional, pero que servirían para acumular experiencia en funciones ejecutivas y/o legislativas (al menos así lo expresan). Otros seguirán buscando acrecentar el poder corporativo y la capacidad de movilización, lo que quizás utilizado de modo más quirúrgico y con orientación estratégica, sea útil para fortalecer la capacidad productiva y laboral de las organizaciones (al menos si no quieren fortalecer el rasgo más burocrático y de gestión de pobreza –mediadores entre las necesidades del pueblo pobre y los gobiernos- que, en más o en menos, culpa de la coyuntura y no necesariamente de decisión política, poseemos todos los movimientos sociales hoy en día).


Además, continuará siendo un movimiento casi obligado, el creciente proceso de “ruralización” de las organizaciones, como expresa el incremento de la rama rural y sus diversidades. Consideramos que esta rama que debe buscar de modo urgente su descentralización decisoria, ya que como en ninguna otra es tan patente la tensión entre federalización organizativa y un centralismo político; situación que si no se reorienta va a explotarle en las manos a quienes hoy están intentando con sus errores y aciertos conducir el proceso. Es aún necesario un proceso de luchas seminales y discusiones generales que puedan dar emergentes lo suficientemente reconocidos –por su generosidad política también, cosa que no abunda en esta rama repleta de egos y rispideces anecdóticas- como para lograr algún tipo de conducción estratégica del conjunto.


Más allá de algunas observaciones como las de arriba, podríamos seguir diciendo más sobre lo propio de la vida del amplio y diverso mar de organizaciones que hacen parte de la economía popular. Lo que seguro es importante para encarar la etapa que viene, teniendo en cuenta el panorama de unidad inestable que hemos logrado construir y de gran dispersión estratégica sobre la que aún se asienta, es, en primer lugar, lograr retomar esa idea, que parece ya olvidada y lejana, de organizar una confederación de trabajadores de la economía popular. La que más allá de las organizaciones que circunstancialmente la integren, pueda ser expresión de les trabajadores del sector; mientras las organizaciones busquemos sin ingenuidades pero sí con fraternidad y respeto, construir y disputar líneas internas dentro de las diversas ramas y en el conjunto de CTEP, o la herramienta más amplia que emergiere. Hay un intento o confusión (dependiendo de quienes) que busca hacer de la CTEP o de Los Cayetanos, una suerte de Comité Central del conjunto de las organizaciones; lo cual es un error estratégico que genera tensiones tácticas permanentes, situación que se agrava en la medida que va carcomiendo las bases sobre las que se asienta la unidad, tan, pero tan, necesaria para la clase. Tiene que quedar claro que ningún sector puede pretender decirles a otros de qué sí puede hablar y de qué no, ni cómo debe o no debe luchar.


Por esa razón, es necesario volver a poner la mirada en el horizonte, aflojar las riendas de lo táctico, dejar espacio a la diversidad de voces y de modos de hacer, donde la creatividad y el diálogo/acuerdo/disputa de lugar a un rico y variopinto escenario que no permita la pérdida de protagonismo de los movimientos sociales. Tenemos que ser conscientes que la “línea correcta” (si es que algo así existe) está en construcción, y que el peor favor que podemos hacerle al conjunto del proceso y a la clase, es el de acallar o buscar disciplinar algunas de las expresiones. Primero porque quita diversidad, experiencias, mirada, saberes, pero principalmente y sobre todo, porque cada corriente ha sabido construirse y hacerse lugar en la vida organizativa y política de este país sin la venia de las otras. Cada corriente tiene sus conducciones (mejores o peores, más o menos reconocidas, pero las tiene), por lo que ante un intento semejante como el de buscar una homogeneización táctica (¡sin un acuerdo estratégico, vaya locura!) terminará casi obligadamente en la dispersión organizativa; lo que tiraría por tierra con estos últimos esforzados años de experiencia acumulada en la unidad para la resistencia. Debemos valorar la diversidad como una riqueza y no como una amenaza.


En segundo lugar, es importante tender más y mejores puentes entre las diversas conducciones y cuadros, al menos un diálogo más fluido y menos a la defensiva, que permita (y esto es lo importante) mayores cruces e intercambios en/desde las bases del proceso: la clase. Necesitamos dejar de agudizar diferencias y tensiones (en muchos casos producto casi de caprichos) entre organizaciones, para tender puentes de diálogo que permitan pensar el todo, el proceso en su conjunto. Que habiliten discutir y hacer abiertamente sobre los temas que necesitamos, o al menos que algún sector cree que debemos discutir y hacer, y luego sacar conclusiones sobre esas experiencias. Lo que no se puede pretender es buscar homogeneizar desde la imposición, si no hay un programa estratégico en el que acordemos todes, si no hay un acuerdo sobre las tácticas para la etapa, no se puede pretender obediencia debida de las diversas organizaciones. Ni calco ni copia, creación heroica: ese es el desafío que no puede ser constreñido en base a intuiciones o aspiraciones de algunos sobre el conjunto. Y esto vale tanto para quienes comienzan experiencias en las estructuras estatales como para quienes desde un izquierdismo sin base social fogonean en su mundo interior algún tipo de insurrección anti-institucional (espíritu muy alejado de lo que al menos muchos percibimos diariamente en las barriadas populares o los campos).


Ningún espacio de coordinación puede pretender imponer ni modalidad, ni tiempos, ni objetivos, sin haberse ganado la conducción del espacio, y para hacerlo es preciso dialogar, analizar, convencer, atravesar dignamente derrotas y humildemente aciertos. Sin que eso suceda, y sea así reconocido por les otres, cualquier intento de homogeneización será imposición, y esa dinámica terminará casi sin alternativa, en una dolorosa fractura y dispersión de lo acumulado.


Es momento de discutir estratégicamente, sin priorizar miserias corporativas ni aspiraciones personales: qué país queremos, qué continente proponemos, qué buen vivir podemos y cómo vamos a lograrlo. Sólo en esa sana, fraternalmente tensa y disputada discusión/acción, donde cada quien vaya explorando caminos que dialoguen y sacando conclusiones, es donde vamos a encontrar las vías de desarrollo para nuestras organizaciones y para la clase. Es momento de parar la pelota, dialogar, bajar tensiones, balancear lo construido, dejar de lado a quienes fogonean las diferencias, centrarnos en los (pocos o muchos) acuerdos, y desde otra ¿afectuosidad? si me permiten el término, tender los puentes que nos permitan seguir caminando hacia un programa estratégico que habilite un futuro de justicia social, independencia económica, soberanía política y dignidad diaria de nuestro pueblo.


*Integrante de Trabajadores Unidos por la Tierra (UTR) - CTEP Córdoba.

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