Polonia
Por Tomás Astelarra
Mi gato se llama Polonia. Se pasa la mayoría del día en lo de mi vecinita Inau que lo llama Sao Sao. Cuando era peque se pasaba el día en la casa de mi vecinita Pini que lo llamaba Antifacito. Me doy cuenta que no es mi gato ni tiene nombre. No se llama.
“La acción transcurre en Polonia, es decir, en ninguna parte”, aclara el Ubu Rey de Alfred Jarry.
Esta pequeña causacasualidad ha hecho que Polonia, es decir ninguna parte, sea un territorio vital para la patafísica y también para un pequeño grupo insurrecto del Novísimo Instituto de Altos Estudios Patafísicos de Buenos Aires (NIAEPBA) liderado por su Disquisidor, Lucio A.: la Casa Leczinsky para las artes polacas del siglo XXI, de la cual formé parte.
Durante algunos años nos limitamos a crear el FAF (Frente de Actualización del Festival de la Canción Polaca en Tandil), grabar un par de discos (entre ellos el benemérito Vientos de Opole, música para gatos), fomentar un bosque disperso y celebrar el 2 de mayo, Día del Ocio, con polenta a la mesa en Aquí No es o una no manifestación en Plaza de Mayo llamando a los gobernantes y gerentes de multinacionales a que por favor “dejen de trabajar”.
Sería ambicioso y patafísicamente inútil plantear una genealogía o psicología del ser polaco. Pero en la tatusera en medio de un descanso de la jornada de trabajo, tanto el Taita Gabi como Suipacha Kamacho, priorizan la facultad polaca de “hacerse el boludo”.
—El problema— dice Ka macho — es que la gente entienda que uno se hace el boludo, pero no es boludo. Porque ser boludo es claramente aprovechable por cualquier hijo de puta. Hasta incluso por otro boludo.
(Acá debería pedir disculpas por el explícito lenguaje machista que si bien a veces siento en las charlas del bar del Mario o Yacantodawn pierde irreversiblemente su sentido en una dimensión ética y práctica, se aferra a la potencia de su contundencia semántica bajo el discutible derecho a una buena y propicia puteada, diría el Jipi Matías, ausente de la charla por compromisos en Bahía Blanca, es decir, ninguna parte, Polonia)
—Porque es claro que en este mundo, este país, como decía Tato Bores, los boludos hemos perdido el destino en mano de un puñado de hijos de puta. Ahí es donde viene el famoso interrogante frente a algunos personajes: ¿Este es boludo o hijo de puta?— redondea el Kamacho.
El interrogante sobrevuela el humo del fogón, es husmeado por el gato en el tejado de silobolsa para cerciorarse que no sean restos de comida, y finalmente sobrevuela la jarilla y el algarrobo para dispersarse en los vientos que lo arrastran al Apu Champaqui, es decir, ninguna parte, Polonia.
Aclaración o Advertencia: Por si no se dieron cuenta pero estas charlas, relatos, columnas, son ficción. Ciencia Ficción Jipi.
Dibujo: Joaco Espinacas.