Por Santiago Somonte
El sistema agroalimentario a nivel mundial ha encontrado en Argentina un laboratorio a cielo abierto con ya evidentes consecuencias para la salud de la población. Las historias de resistencias y humanidad se desperdigan por todo el territorio. Esta es la Exaltación Salud, un grupo de vecines que desde el corazón de la patria sojera decidieron dar batalla a este modelo de muerte.
Los Cardales es una de las tres localidades principales del partido de Exaltación de la Cruz, que completa su población de más de treinta mil habitantes, con una decena de pueblos y nuevos barrios, en los que conviven lxs nacidxs y críados, y una ola de porteñxs y bonaerenses que huyeron del caos citadino. El movimiento de la tardecita de este viernes nublado, es más que nada un ir y venir con algún recado, o para hacer compras en los negocios cercanos. Grandes quintas, countries y casas humildes se entreveran allí, sin más. En los barrios de la periferia, en los colegios y en los campos de los alrededores, ha calado hondo el impacto de los agrotóxicos. Los resultados: sojización del 80% de la tierra relegando a los viejos tambos y producciones agrícolas; intoxicación y muerte.
La mateada en el club Raver está organizada por el grupo Exaltación Salud, nacido en 2011. Allí convergen representantxs del partido a través de sus organizaciones ambientales: Vecinos del Humedal, Reciclate Cambalache, Juntos a la Par y Red Federal de Docentes por la Vida, quienes se (re)encuentran en torno a una mesa larga, con varios termos y facturas para la merienda, mientras cae la tarde en Los Cardales. Los abrazos de bienvenida son efusivos: compartir un objetivo común, a pesar de todo, lxs emparenta tácitamente en la lucha. La reunión, con amplia mayoría de mujeres, comienza con la palabra de Anabel Pomar, vecina, periodista local e integrante del grupo organizador, quien resalta “la promoción de la agroecología, el acercamiento al alimento sano y el comercio justo”, activados por los colectivos presentes y el “triunfo enorme del 26 de marzo pasado, en el que se logró la prohibición total aérea”, en el uso de agrotóxicos en todo el partido: aunque “sólo es un avance en la lucha”, resalta. Modificar la ambigüedad de una ordenanza reciente, sin límites concretos, es uno de los motivos del encuentro.
Pronto, surgen las novedades aleatorias a la contaminación y extractivismo en la zona y se inicia un diálogo reforzando cada idea, con un dato o una historia reciente. El diagnóstico es unánime: no se puede continuar con esta realidad que lleva a la muerte. Hay una necesidad de expresarse, de unir historias y desde allí, ampliar las conclusiones. La situación se repite en todo el partido con un común denominador: la falta de control al uso de agrotóxicos, que por negligencia y omisión, han provocado notables daños a los cuerpos y a la tierra; el reclamo a lxs politicxs del distrito y la necesidad, al margen del creciente involucramiento, de aumentar la participación de toda la población del partido.
Hay tres invitadxs especiales, que ya pasaron los setenta años y son eminencias, luchadorxs en distintos temas ambientales, reclamos por la educación pública y otras causas urgentes: Claudio Lowy, ingeniero forestal, master en desarrollo humano sostenible e integrante de la ONG BIOS, quien acompañó en 2012 a Exaltación Salud, cuando presentaron el primer proyecto de ordenanza ante el municipio. Su compañera, Graciela Canziani, es matemática y ecóloga, docente e investigadora del Instituto Multidisciplinario sobre Ecosistemas y Desarrollo Sustentable de la Universidad Nacional del Centro, ubicada en Tandil, desde donde han llegado para compartir saberes y experiencias. Frente a ellxs, Marta Maffei, docente, fundadora y ex secretaria general de CTERA y CTA, y ex diputada nacional entre 2003 y 2007, período en el que presentó varios proyectos en favor de la conservación medio-ambiental.
“Tomaron dimensión de que lo que están legislando no es una pavada, se dieron cuenta que están jugando con la vida de la gente. Creo que fue positivo”, cuenta Maffei a la hora de repasar su visita al Concejo Deliberante, junto a Lowy y Cauzani, para luego reforzar el motivo de su viaje: “Lo que queremos es difundir conocimiento, no somos parte de ningún negocio. El único negocio es la salud, y defender a los que están en peores condiciones”.
El recuerdo de Ana Zabaloy se hace presente, rápidamente, rescatando su lucha a pesar del veneno que enfermó su cuerpo hasta su muerte, en junio pasado. Su colega la destaca y traza una contradicción elocuente de los factores de poder: “La educación púbica es obligatoria. El Estado obliga a los niños a ir a la escuela y los rociamos con veneno”, afirma Maffei, enfática, apasionada, como en los “1.001 días” de ayunos y reclamos en la Carpa Docente, frente al Congreso, durante el gobierno de Fernando de la Rúa, hasta esta tarde en el acaudalado y controversial norte de la provincia de Buenos Aires.
ESTADO AUSENTE, MUERTE SEGURA
A la vera de la ruta 39, se encuentra la escuela n 8. Allí confluyen los barrios San José y La Esperanza, donde familias enteras son fumigadas. Dentro del corredor que conforma el partido, es una de las zonas donde el glifosato y otros venenos han causado mayores daños: “Mi hija Ana, de trece años, murió en 2017, por un cáncer terminal… mucha gente continuamente enferma”, afirma Gabriela, vecina de allí, para luego contar desde su dolor, como dos mujeres relevaron casa por casa, y reclamaron al municipio: “Tuve un problema muy grande con Acción Social de Exaltación, cuando estuve con mi hija internada en el Garrahan, sufrí el despojo de ellos”, lamenta con indignación. Pomar agrega otros hechos similares: “El 11 de marzo pasado pulverizaron con insecticidas en el colegio de Parada Robles. Ese mismo día fumigaron de manera terrestre otras cinco escuelas…”. En definitiva, aquel primer día de clases, envenenaron con avionetas y mosquitos, a pasos de alumnxs, docentes, y pobladores de la zona.
Las paradojas, tan propias de un país sin mayores garantías de subsistencia que el cuidado entre pares, abundan: “Cuando los vecinos y las vecinas hacen una encuesta de desesperación, como ellxs la llaman, y preguntan en las casas que enfermedades tienen, que remedios toman, las autoridades del municipio critican por falta de sustento científico, cuestionan la metodología”, afirma Pomar. A esta cuestión, Lowy objeta que la población no está obligada a hacer un “trabajo científico”, pero sí “recopilar indicios para que el Estado lo haga”. Luego, cita un diálogo reciente con un remisero de su ciudad. “¿Por qué hay tantos chicos con autismo en las familias rurales?”, le consultó. Ante su desconcierto, el hombre retrucó: “Porque yo los llevo a Buenos Aires para su tratamiento. Sólo yo, llevo siete”. Otro faceta del exterminio silencioso de las fumigaciones.
La tarde se hace noche, algunxs vecinos se despiden, otrxs entran al salón, mientras Lowy describe los artilugios de las empresas que fabrican pesticidas. “El formulado de glifosato y otros plaguicidas puede venir con distintos concentrados, pero el caldo de concentración es el mismo. Todo el tema de toxicicidad y clasificación es un fraude!”. En sintonía, Pomar, especialista en temas ambientales, comenta un hecho reciente que pinta la situación en el partido: “Hace poco se hizo un estudio de agua, tras una denuncia de los vecinos, y el municipio afirmó que el agua era potable, segura, y sólo midieron el glifosato y el metabolito, cuando se usan cuatrocientas sustancias…”. El límite de detección, no establece un panorama real acerca de la contaminación, de manera que el endosulfan y otros químicos, pueden omitirse por falta de infraestructura adecuada, al no contar con los equipos a nivel municipal y nacional, para medirlos. Desidia y complicidad, expuestas.
LA TRAMA DE LA MENTIRA EN TODO EL MUNDO
Marta Maffei conserva el fervor que tenía en aquella resistencia docente, que se federalizó uniendo a gran parte de la sociedad, en el ocaso de la década del noventa. Ahora, manipula una y otra vez la notebook sobre su falda, lee datos sobre Monsanto describiendo su impunidad y la manipulación de estudios a través de científicos “comprados”, de lobbies que le permiten enfrentar juicios de ex empleadxs, que agonizan producto de sus productos. Por eso arenga y llama a organizarse. Todxs escuchan y coinciden. “Se supone que Estados Unidos es sumamente riguroso a la hora de detectar determinadas sustancias. La Agencia de Protección Ambiental, sin embargo, aprobó el glifosato. ¿Cómo lo aprobó?”, interpela al resto de lxs compañerxs. “Se basó en una cantidad de estudios independientes, que le dijeron que no era tóxico. No daña, no enferma... Después de veinte años, nos enteramos que esos estudios no eran nada independientes y que Monsanto le pagó 400.000 dólares a cada uno de los científicos para que simularan… Sobre eso lo aprobó y así lo hicieron otros 54 países!. Se entiende cómo se armó la trama de la mentira?!”.
Al laboratorio donde se realizó el –pseudo- estudio se lo conoce como El Pantano, y fue clausurado por… fraude. Las demandas millonarias y juicios perdidos por el gigante monopólico, no lo amedrentan: de ello se habla en la mateada, hurgando en cada caso, desmenuzando la impunidad del enemigo y excusando a los productores locales, en su afán de producir, pues ese también es un derecho: la contaminación ambiental convertida en muerte es lo que se intenta detener, eso es lo que reclama esta veintena de voluntades hoy reunida. Los recursos que usa el gigante de los transgénicos a nivel mundial, son parte de los diálogos subsiguientes. Sus representantes locales, tanto empresariales como políticos, no se detienen: “En Argentina se usan mucho más agroquímicos que los necesarios”, asegura Cauzani, describiendo que el aumento de los pesticidas, en un suelo cada vez más degradado, además de matar bacterias y eliminar carbono con el aumento indiscriminado de cosechas, genera un suelo casi arenoso, que deriva en napas de agua contaminadas. “Es un espiral de degradación de todo el ambiente, no sólo la salud humana está en juego, sino el ecosistema que produce los alimentos que queremos producir y exportar”.
HACERSE OÍR A PESAR DEL DOLOR: UN GRITO ANTE LA IMPUNIDAD
La mesa retoma las historias conocidas, tangibles, cercanas, como la de la hija de Gabriela, que resume su pesar y su deseo personal de no repetir la historia: “Estoy muerta en vida. Recurrimos a mucha gente, médicos, a quienes nos gobiernan… Hicimos lo que pudimos, pero no recibimos respuestas. A mi hija ya no la tengo, nadie me la devuelve. Quiero que la memoria de mi hija y lo que la gente reclama, sean escuchadas. Nos estamos enfermando, nos estamos muriendo. Me negaron remedios en acción social de Capilla del Señor. Gracias a la solidaridad del pueblo pudimos sobrevivir, la que no me dio el Estado. Hasta el día de hoy, se muere gente y no les importa”, relata entre lágrimas.
La historia es conocida por lxs presentes. Sin poses solemnes, se indaga en una especie de catarsis colectiva, señalando negligencia de las autoridades municipales. No hay consuelo para ella, no hay vida saludable en el territorio para absolutamente nadie. A partir de ese y otros casos en la zona, donde una de cada tres familias sufre severos problemas de salud por los agrotóxicos, se presentó una demanda en el mes de junio, reclamando una ordenanza concreta para estudiar suelo, agua e instalar un campamento sanitario. El objetivo: incluir a través del reclamo de vecinxs y cuarenta adhesiones a nivel nacional, amparándose en el principio precautorio, tres mil metros de distancia para las fumigaciones. La respuesta: una votación del Concejo Deliberante que resolvió una suspensión de 45 días para aplicar pulverizaciones, hasta contar con los estudios epidemiológicos que permiten relevar las enfermedades en ese territorio.
La participación activa en el debate de Andrea Melo, joven concejala de Unidad Ciudadana, que se suma a la mesa, divide la mateada en dos: “Estrategia política” o “ejercer presión en el Concejo”, a partir de presentaciones formales y reclamos dentro del recinto, son algunas de sus frases, enmarcándose dentro de una estrategia común junto a lxs vecinxs más afectadxs, por los venenos mortales que emanan los ambiciosxs de siempre, que signan gran parte del pulso económico por estos lares. La pata política, muchas veces contradictoria, aunque necesaria en cada uno de los temas que afectan a cualquier sociedad, se impone en la conversa que toma aires de debate. Es en definitiva, por más que muchas veces nos pese, su función concreta. Mientras anochece en Los Cardales, un poco de aire fresco para matizar el rato, servirá de descanso para seguir buscando soluciones colectivas.