La economía Humana se expande
- Tomás Astelarra
- 28 jun 2019
- 11 Min. de lectura
“Nos reunimos por la experiencia de años de encontrarnos.
Porque nos gusta y disfrutamos el trabajo de los otros con nosotras.
Porque siempre hemos sido de la idea que compartir es la mejor forma de vivir la vida.
De que el trabajo cuando es cooperativo es exponencial, y sobre todo, una de las formas más sublimes de aprendizaje.
Ofrecemos nuestra creatividad puesta en lo bello de nuestro trabajo artesanal y artístico, cuidando el ambiente y el alimento de nuestros cuerpos.
Productos que vienen de la naturaleza y van a tus manos, que danzan con nosotras y así nos fusionamos en un lugar, un universo: Humano”.
Manifiesto Humano
La economía Humana se expande

Por Tomás Astelarra
En tiempos de crisis económica producto de los modelos de concentración capitalista e individualismo en Argentina, un pequeño local cooperativo de Traslasierra logró el milagro de abrir dos nuevas sucursales duplicando su cantidad de trabajadoras. Una historia para otro mundo posible.
Es difícil escribir una crónica sobre un proyecto del que uno forma parte. Dirán las malas lenguas de este bendito descalabro mundial que no sería una crónica “objetiva”. Como si los periodistas, o los economistas, o los cronistas, no estuviéramos insertos en el mundo en el que vivimos. Y es cierto que muches no lo están. Muches hasta son esclavas de empresas que fuerzan la realidad a su beneficio torciendo la dizque verdad para el lado del poder capitalista bajo una absurda máscara de objetividad.
Y es que una de las grandes mentiras de esta sangrante confusión capitalista patriarcal fue vendernos que no somos dios, ni gobierno, ni empresa, ni ciencia, ni calle, ni tierra (madre tierra), ni vientre, hogar, mujer, trans, marginal, distinta, diversos, sentipensamientos.
Nosotres los intelectuales y comunicadores canallas creemos que la acción es parte de la reflexión, que no existe intelectualidad sin barro o barrio, que no se puede gobernar sin las comunidades, mucho menos sin nunca haber convivido con ellas. Nosotres creemos que esa dizque objetividad es para los medios hegemónicos, para los científicos de laboratorio que a siglos de la invención de su método positivista no han podido solucionar el hambre del mundo. Para los que escriben libros desde escritorios calefaccionados opinando solo en las redes sociales o en pulcros auditorios. Nosotres contamos nuestra realidad. Porque cualquiera puede contar la suya.
Un proyecto de un delirante militante del cambio.
El Coco había sido modelo de Pancho Dotto, había votado y defendía el gobierno de Cambiemos. Había decidido vivir en la naturaleza e iniciar un proyecto textil, entre otras changas. Su novia, la Costi, la Coca para casi todes, atravesaba la resaca de un brote psicótico y tenía un sueño: montar un local cooperativo. Su inspiración le venía de un mensaje de San Francisco de Asís, patrono de la ecología y la humildad. Su estar era étereo, sencillo, y dulce. En cambio el Coco era un chanta bárbaro, un chamuyero profesional, amante de las conversaciones adobadas con faso y birrita, nunca se inquietaba porque sus posiciones políticas diferían de la de sus acompañantes.
Nos caía bien. Pero lejos estábamos de creer en sus palabras o ideas. Claro que era parte de esta bendita diversidad de Traslasierra donde, queramos o no, ningún alma puede descartarse en la construcción de esta nueva sociedad en tiempos de pachakuti, cambio, renovación, bajo las intensidades espirituales del Apu Champaqui.
“Humano comienza con una necesidad en un día de feria que habíamos vendido muy poco todos, con caras tristes. Entonces me surgió una pregunta que el tiempo me la supo responder: ¿Qué hacemos cincuenta monos vendiendo en un plaza cuando en realidad todo se podría simplificar con que uno esté vendiendo todo lo de los demás? Esa fue la idea, ese fue el comienzo y luego generar todo el proyecto, empezar a dialogar con esas almitas hermosas, que fueron aceptando, fueron negando, más de una charla, más de una birra costó, pero lo hemos logrado gracias al cosmos”, rememora Coco, tres años y medio después, de vuelta a Buenos Aires, donde continua con emprendimientos textiles y otras changas.
“Parece que fue hace tantos años, pero no fueron muchos, como tres. Estaba en una fiesta en San Javier, en una de esos inviernos que no pasa nada, y en un momento aparece Coco y en medio de la alegría, con la copita en la mano, me aborda para contarme una idea que tenía de armar un local, un espacio para los artesanos, artistas y productores. Y yo, la verdad, dije: que tipo pesado. Pero al otro día me lo cruzo al Bana en la plaza y me cuenta de una reunión. Así que allá fui. Éramos unos poquitos. Uno con una idea y varias que nos hamacamos en esa idea y nos encantó. Nos sentíamos cómodos, creíamos que podíamos hacer algo, todos queríamos lo mismo, nos divertíamos. Y el concepto de Humano creo que tiene que ver con eso de esta juntos, pasarla bien, ayudarnos acompañarnos, cada uno muestra lo propio y a la vez convivir con el otro, con la producción del otro y con el otro mismo. Luego fuimos creciendo y llegamos a veintipico. Después me mudé y abandoné el proyecto, y ahora me entero de toda esta expansión y no la puedo creer”, cuenta desde Isla Grande, Brasil, Jennifers Roberts, artista plástica y una de la fundadores del local cooperativo Humano.
Fueron unos quince socios o socias, quizás personas, quizás parejas, quizás pequeñas cooperativas, las que arrancaron con el proyecto Humano en San Javier en la primavera del 2015. Encontraron un local en una vieja casona cerca de la plaza del pueblo, al lado de donde antiguamente solía ser la pista de baile de los Rojo. Minguearon para reciclar muebles, pintar paredes, diseñar logos, hacer trámites municipales y en la AFIP. Pronto vendrían otros desafías colectivos como la contabilidad, el packaging, la convivencia...
Una tarde a pocas semanas de inaugurar se juntaron en la pirquita que bordea el local a elegir el nombre. La decisión fue difícil. Se armaron ternas de los más elegidos. Se hizo una votación. El local se iba a llamar Tertulia. Pero grande fue la sorpresa cuando el día de la inauguración la folletería y el enorme cartel de metal en la puerta decía Humano. Al día de hoy se rumorea que fue una inspiración de San Francisco de Asis y el año pasado cuando les humanes se juntaron en una casa en la montaña a comer asado, tomar fernet, hacer juegos de la educación popular y reflexionar acerca de su historia y destino, casi todes coincidieron que esa decisión dizque antidemocrática en realidad fue una bendición. El nombre representa el quehacer de esta cooperativa que al igual que la humanidad navega en las turbulentas aguas de la crisis civilizatoria intentando esquivar los monstruos de la razón individualista, apostando por la diversidad en el encuentro, aprendiendo a organizarse, muchas veces sin experiencias anteriores de participación en este tipo de espacios.
Cuando en esa ocasión se le preguntó a les humanes por qué habían ingresado al proyecto, la mayoría dijo “por dinero” o “porque Coco me convenció”. Pero cuando se les pregunto por sus actual visión del emprendimiento la mayoría coincidió que lo mas importante era el compartir. Pal futuro visualizaban un fortalecimiento del entretejido humano, potenciando sus capacidades para llevar adelante desafíos conjuntos, algunos incluso utopías. La Mapi, parte de un emprendimiento cooperativo textil de ropa para niñes en Carpintería, San Luis, dijo que sería bueno abrir otro Humano en Merlo. Podríamos haber pensado que era una delirante como Coco. Pero para ese entonces, todo era posible.
“Los valores propuestos en Humano fueron en un primer momento un sistema bastante parecido al cooperativista con algunos cambios que hemos tomado y aceptado y laburado a través del tiempo y que dieron sus frutos, y que dicen que Humano siempre utilizo la mejor fuerza de la gente y no toda la gente se puso a hacer lo mismo. Utilizamos la inteligencia, las virtudes de cada uno para poder brillar. Y creo que ahí esta la soluciona a todos los problemas de la humanidad: unión, comprensión y humildad”, opina Coco.
La expansión

Pasado el verano y todes sus vaivenes para un lugar turístico, en “temporada”, les humanes se reunieron este año en un domo en Luyaba a seguir planificando su emprendimiento. Una compañera de amplia experiencia cooperativa, vecina de Piedra Pintada, se acercó para brindar sus saberes. Conformaron, según lo acordado en la última asamblea, diferentes comisiones para abordar los desafíos del día a día: administración, gestión y cooperativa, diseño, packaging, infraestructura, proveedores externos, infraestructura, difusión y redes sociales, grilla y admisiones. La Mapi contó que se venían reuniendo más de treinta productores y productoras de Merlo para llevar adelante la iniciativa de Humano por esos pagos. Que habían conseguido un local pero tuvieron la mala idea de ir los treinta a verlo y la doña que alquilaba medio que se asustó por esa marabunta de jipis y dijo que ya lo tenía alquilado. Pero que estaban buscando otro local.
Semanas antes, en la Feria de Villa de las Rosas, dos compañeras se habían acercado a otros dos compañeros que andaban puesteando para mostrarle un local en alquiler en la esquina de la plaza. Los cumpas la miraron con cara de “estan reeeeeelocas”. Pero cinco minutos después estaban averiguando el nombre del dueño del local que resulto ser un viejo amigo del camping de Los Molles que ese mismito día, finalizando la reunión, llamó para decir que les alquilaba el local por un precio menor y sin depósito o mayores garantías. Conocía el proyecto en San Javier y estaba entusiasmado con la idea de que existiera algo similar en Villa de las Rosas. Bajo la maldición china de que hay que tener cuidado con lo que deseas y que crisis es oportunidad, les humanes se encontraban frente al desafío múltiple de abrir dos locales, redactar un estatuto, incorporar nuevas socias, comenzar a trabajar en comisiones y, por supuesto, afrontar el invierno serrano en medio de la espectacular crisis económica que vive el país, rebuscando leña pa la salamandra, algún que otro billetito escaso pa cubrir las necesidades que no se puede afrontar con la autogestión familiar o comunitaria, además de participar en toda la increíble proliferación de proyectos autogestivos y comunitarios que desde hace algunos años puebla el Valle de Traslasierra y donde les humanes, además de su local cooperativo, participan en radios comunitarias, bibliotecas populares, cooperativas de construcción en barro, centros culturales, encuentros de mujeres, rondas de meditación por los incendios, asambleas ambientales y otros menesteres.
“Humano Merlo surgió de la idea de ampliar la cooperativa para estos lados. Esa idea tomó fuerza y se volvió tangible cuando apareció el local. Lo vivimos con mucha alegría. Tomamos también la decisión de sumarnos a la cooperativa, porque una de las cosas fundamentales era no solo poder tomar y aprender de esta experiencia, este camino recorrido por San Javier, sino también poder hacer crecer la cooperativa, potenciarla. Y de hecho es lo que esta pasando, porque ahora somos más personas apuntando para le mismo objetivo, se ha ampliado todo lo que es la visibilidad, la difusión, ideas, ganas, todo se potenció. Y lo vivo como todes los que somos parte, como algo muy lindo, con mucho entusiasmo, porque es ofrecer otra alternativa de economía y eso se percibe. Es como un construir un aprendizaje individual y colectivo desde otro tipo de economía, que es en la que personalmente creo que son las viables y las que van a funcionar y las que van a lograr una equidad y un mundo un poco más justo. Así que estamos en ese camino”, comenta Mapi.
“Para mi es como cuando decís tengo un sueño. Bueno, el sueño es más lindo que lo que soñaba. Humano es un aprendizaje continuo. Si te permitís vivirlo desde ese lugar es increíble el aprendizaje, este compartir cosas impensadas para nuestra estructura de como fuimos educados. Yo me acuerdo a principio el comentario que escuchaba era: ¿cuantos son? se van a pelear. Y si, hay dificultades, peros siempre aprendiendo, compartiendo, nunca perdiendo la capacidad de sorpresa. Y ahora esto de los nuevos locales. Porque encima surgen frente a plazas que generalmente están habitados por los jipis artesanos pero que no pueblan los locales alrededor. O venden sus productos muy baratos a consignación. Y de pronto surgen estos dos locales hermosos y encima en edificios antiguos. Históricos, de estos pueblos. Y con ambos se llega a una relación hermosa con los propietarios de los locales. Porque la doñita de Merlo esta fascinada. El día de la inauguración lloraba. La emoción que tenía” cuenta Pao de la Plantas, que hace carteras con recicle de aguayos andinos, que está en la comisión diseño y se encarga de llenar de plantas y cactus los tres locales de Humano donde hoy participa. Su trabajo fue vital para juntar donaciones de muebles usados, ruedas viejas de bicicletas, puertas desvencijadas, persianas y otros objetos para transformar los locales en espacios que cualquier descuidado puede creer que son parte de cualquier barrio fashion de las urbanidades. La doñita de la que habla es la misma que se asustó frente a la avalancha de jipis y finalmente tras algunas conversaciones accedió a alquilarles el local. Hoy, como muchos antiguas vecinas de Merlo, no puede creer el milagro que hicieron estas muchachas con esa casona vieja y abandonada que hoy ilumina y embellece la plaza de Merlo. Igual sucedió en Villa de las Rosas, en un edificio que alguna vez fue la escuela del pueblo. En San Javier, después de tres años, esa histórica reticencia de los “paisas” hacia los “jipis” ha comenzado a limarse gracias a los precios accesibles de los alimentos, la oferta de medicinas naturales parecidas a las que hacían las abuelas, o la cerveza casera que comenzó a ser una de la preferidas del carnicero de enfrente, el Quebracho. Es que entre otras ventajas, el hecho de poder ofrecer productos directo del productor al consumidor dentro de una experiencia de comercio justo que no necesita exorbitantes ganancias ha permitido transformar el paradigma de los locales de regionales y artesanías de Traslasierra, donde solo consumen los turistas y las personas más adineradas de la región.
La Utopía

“Nosotros hacemos vitrofusión y al principio Humano fue un punto de venta más. Pero ahora, después de ocho meses de participar lo vemos como una familia. Es una potencia hermosa de un montón de gente diferente capaz de hacerlo todo. Vos entrás al local y no podes creer lo lindo que es y con bajo presupuesto. Lo que han trabajado los compañeros, las compañeras: han salido a buscar por todo lados, cajas, cajitas, cajones, se han comprado mesas quemadas que se han restaurado. No había plata pero había manos, había fuerza y pudimos hacerlo”, cuenta Belén. “Nosotros venimos del conurbano como mucha gente en lo últimos años en este valle. Y vinimos porque estábamos enamorados del lugar, y en un momento agarramos el trailer, la ropa, los chicos y las bicicletas, y nos vinimos. Y de casualidad tenía una vecina, Noe, que hace filigrana en plata, que me dijo: vos tenes que entrar a Humano. Llegué sin entender mucho pero después vi que éramos un grupa de veintipico de personas que todos queríamos lo mismo: quedarnos en el valle, tener un local pero no ser esclavos del sistema y estar todo el día en un lugar. Y además que somos productores, necesitamos tiempo de taller. Así que el hecho de atender cada quince días un turno nos da la posibilidad de estar más cómodas, incluso compartir más con nuestro niñes. Es el ejemplo en el Valle que se puede hacer una economía popular con toda una estructura interna casi utópica. Todos lo habíamos soñados así tal cual, pero no era posible nos dijeron. Venimos de un sistema donde tenés tres años y suena la campana para ir al recreo. Estamos pensados para la fábrica y de pronto compartir el valle todos juntos, todas juntas, ser productores y ahora abrir en Villa de las Rosas, en frente de la plaza, ver la feria del otro lado de la vereda, a muchos nos hace muchas cosquillas en la panza. Viviendo esta experencia y tratando de ser la vanguardia de una idea que es posible que es la economía popular entre todos y todas”, opina Lilah.
Hoy son 72 las socias, o familias, o pequeñas cooperativas, incluso la Unión Campesina de Traslasierra (Ucatras) que a través de su local Monte Adentro nuclea más de 150 productores del campo popular. Además, unas quince cooperativas se benefician de Humano a través del sistema de proveedores externos, donde sus productos se venden con un 30% de margen en los locales ofreciendo yerba, cerveza, azúcar mascabo, salsa de tomate, panes y budines, café de algarroba y mistol, encurtidos de monte y otras delicias.
En Humano, además, las socias compran los productos al costo o con descuento, se organizan compras comunitarias de harina integral, lentejas orgánicas o quesos, y existe un sistema de vales que les permite consumir a crédito. También se realizan actividades culturales, fiestas, murales, se fomenta la ecología con bolsas de madera serigrafiadas y hasta en las últimas semanas surgió la idea de una moneda alternativa. Por otro lado, se generan articulaciones como con el local cooperativo 1936 en Córdoba Capital o el Encuentro de Organizaciones Autogestivas del Valle de Traslasierra que hace dos años viene haciendo mapeos, mingas, talleres de formación y otras yerbas.
Sucede en Argentina, en un pequeño valle llamado Traslasierra. Yo, estoy muy orgulloso de ser parte y poder contárselos.