Por Tomás Astelarra
La palabra o concepto muestra en estos tiempos de pachakuti una complejidad inmensa. De nuestras crisis personales al bendito descalabro mundial. ¿Para dónde corren nuestros pensamientos y actos en tiempos de crisis? Aquí y ahora.
El país esta en crisis dicen los diarios, las televisiones, los rumores callejeros, de mercados y conversaciones de fondo en los almacenes del pueblo. Pero quizás haya que levantar el foco, la mirada, el análisis, y ver esta pequeña crisis individual o nacional en un contexto geopolítico, en esa crisis civilizatoria que plantea el intelectual uruguayo Raúl Zibechi. Detrás de la actual crisis del gobierno de Cambiemos ronda la frase “la mentira tiene patas cortas”, pero también “a río revuelto ganancia de pescadores”. Ambas son imagen no solo de la actual crisis argentina sino la del sistema capitalista en su contexto mundial.
En ambos casos hay sorprendidos. Pero también otres que ven el futuro repetir el pasado en un museo de grandes novedades que dicen que el tiempo no para. Poco para muches y mucho para poques. Fomento de la distribución inequitativa de las ganancias y recursos, avance de la especulación financiera en una burbuja ajena a la economía real, todo sazonado por un ya vergonzoso blindaje mediático y lo que la periodista Noemi Klein llamó la Doctrina del Shock, la crisis como oportunidad para la imposición de las estructuras del sistema capitalista patriarcal (por llamarlo de alguna manera). ¿En qué momento pasamos de hablar del extractivismo, la represión, las condiciones de trabajo esclavo y el alimento veneno a reclamar por el asado, los precios de la nafta, el gas o la luz y la posibilidad de un laburito que al menos nos permita zafar de todo este sangrante presente globalizado, tan caótico y miserable?.
A nivel nacional se cumple lo que muchas ya sabíamos de este gobierno pero con el agregado de una voracidad inusitada, un plan con beneficiarios muy reducidos (aún dentro de las filas de las dueñas de este sistema capitalista de muerte), y una posverdad que lastima no solo por quienes la esgrimen sino, sobre todo, por los que se han resignado a comprar pescado podrido. No somos tontos. En todo caso ignorantes, vagos o espíritus resignados a zafar de la mejor manera posible dentro del marco individualista imperante. Es decir: soñar con que los dueños del mundo lo dejen entrar a uno a su fiesta. O al menos alguna periferia más o menos cómoda. Como sea. Ignorando, consciente o inconscientemente, que la ecuación capitalista patriarcal sitúa el consumo masivo en una relación directa con el extractivismo en un plan de exterminio de las pueblas.
La pregunta rondando es: ¿De dónde nace la complicidad, la indominia, el voto popular a estas políticas y un sopor latente en los reclamos sociales? La grieta es entre el caos popular y su creatividad ya sea pa' zafar el mango-puchero o crear un otro mundo posible; y la opulenta y cómoda mesa de Mirta Legrand.
Quizás por eso olvidamos lo que ya siempre supimos: que es este un gobierno nacido y diseñado para los grupos concentrados económicos. Solo que la concentración crece y no solo quedan excluídas aquellas individualidades que luego de la primavera kirchnerista deseaban ir por más (dólares para viajar a Miami), sino también muchos aquellos empresarios que se creían parte de los grupos concentrados y hoy ya no lo son. Es como el juego de la silla. Cada vez menos recursos y más aspiraciones. Cada vez menos privilegiados con acceso.
Cuestión de Perspectiva
Vamos a dejar por un lado a la pachamama, la económica comunitaria, las construcciones de arca de Noe, mundos chejes y otras pequeñeces revolucionarias de este apocalipsis o pachakuti que para algunos, me incluyo, ya llegó. Vamos a poner nuestro foco de atención en la masiva generalidad de la población que aún, consciente o inconscientemente, sigue creyendo que es posible construir un mundo basado en el crecimiento ilimitado de nuestras dizque economías personales o nacionales. PBI.
La avalancha de informaciones y realidades nublan no solo el estado de desempleo, hambre, violencia institucional y el saqueo de nuestros bienes comunes, sino también la generalizada debacle de la calidad de nuestra salud y alimento, relaciones humanas y derechos civiles. Frente a la evidente realidad del apocalipsis (en la visión más positivista y occidental, como caos y destrucción) o incluso desde la mirada más dual indígena y originaria del pachakuti (renacimiento o renovación) hay diversas reacciones. Voy a catalogarlas en cuatro:
a) los y las que creen que la ciencia y los actuales sistemas de gobierno y empresa brindarán soluciones a la crisis y el agotamiento de recursos (muchas veces negando que la creciente violencia de la humanidad es consecuencia de la sociedad de consumo en que vivimos).
b) los y las que creen que reformando los actuales gobiernos y empresas, o el papel de la ciencia, se podrá solucionar la crisis generando niveles de consumo modernos sin pobreza, exclusión o violencia institucional.
c) los y las que no creen en los actuales modelos de gobierno-estado-nación y empresas y pretenden generar soluciones locales, comunitarias o individuales alejadas del modelo imperante sin interactuar con lo viejo. Incluso denigrándolo.
d) los y las que apuestan por ese otro mundo posible sin desconocer el modelo actual, interactuando de maneras diversas con el estado, las empresas, las ciencias, e incluso aquellos o aquellas que al día de hoy apuestan porque la solución a la crisis provenga de estas fuentes.
Lo cierto es que ante la debacle de lo macro, son muchas las miradas intelectuales que apuestan por construcciones pequeñas y locales, reinventando formas de hacer y estar, como pequeñas probetas de ese otro mundo posible. Desde el Desarrollo a Escala Humana o el Decrecimiento de Manfred Max Neef, las Arcas de Noe de Raúl Zibechi o el mundo cheje y de pequeños actos de Silvia Rivera Cusicanqui.
Dice la intelectual y hacedora boliviana: “Hoy en día no hay un solo rincón del planeta que se escape de esta voracidad y de los métodos de hacer que la voracidad se convierta en eficacia saqueadora. Entonces el que podemos hacer frente a eso, en mi caso, ha sido una labor absolutamente minúscula. He ido tejiendo, siempre con un énfasis y un amor por entender la historia. Saber que podemos, a partir de lo pequeño alcanzar también a dirigirnos a problemas que atinen a mucha más gente y además tienen una dimensión planetaria”.
Zibechi dice que se inaugura el concepto de fuga o retaguardia. Pero entonces ¿cómo modular la acción y el pensamiento entre ese mundo del que nos fugamos pero a la vez somos parte, nos persigue?.
Poner el cuerpo mirando la fuga pero saber voltear la cabeza (o incluso el cuerpo) para enfrentar aquello de lo que nos estamos fugando. Incluso no es necesario tener un cuerpo deforme para enfrentar la hidra capitalista. Podemos conjugar cuerpos y cabezas individuales bajo un mismo cuerpo o cabeza colectiva, donde, por posibilidades o saberes, por turnos o deseos, algunes pongan cuerpo o cabeza en la construcción de ese otro mundo posible mientras otres ponen cuerpo y cabeza en el freno y hasta, ¿por qué no? la deconstrucción de este actual mundo imposible (para la gran mayoría de la humanidad).
El cumpa Diego Sztulwark aporta: “la crisis llegó y se proyecta en su contenido real como una crisis de la democracia entendida como marco jurídico y orden institucional a respetar. ¿Es posible concebir de aquí en adelante la acción política sin una idea clara y antagonista de la democracia como materialización económica e institucional concreta del protagonismo de los movimientos populares? Y, además, ¿no es evidente, a esta altura, que no es viable una dinámica de extensión de derechos democráticos sin la producción paralela de subjetividades capaces de producirlos, ejercerlos, defenderlos? ¿No es preciso, entonces, partir de lo que estas subjetividades proponen en términos tanto prácticos como discursivos a la hora de imaginar frentes políticos? ¿No hace falta crear instituciones capaces de expresar una concepción abierta de la toma de decisiones orientada a fortalecer el aspecto material de los llamados derechos? Preguntas como estas nos llevan a mirar de frente la situación. ¿Cómo dar curso a una nueva voluntad colectiva capaz de articular un programa y una dinámica política, abierta a la altura de las figuras actuales de un contrapoder que pueda evitar una salida reaccionaria de esta crisis?”.
El desafío
El desafío es tan grande que no cabe en un solo cuerpo o cabeza, quizás siquiera en una sola organización, o forma de organización. Un desafío que quiebra los paradigmas y prejuicios y nos ubica frente a una complejidad de pequeños actos que, quizás como sumatoria, estén a la altura de construir los pilares de esa renovación o renacimiento en medio del caos y destrucción. Pachakuti.
¿Cómo entra entonces en esta realidad la lógica electoral, del estado-nación, de la construcción de un poder real? ¿Es el poder el estado-nación o que aquel se encuentra en las pequeñas construcciones de ese otro mundo posible? ¿Cómo dialogan esos dos poderes?.
Cuando fue el aniversario del dizque 2001, el entonces vocero del Frente Popular Darío Santillán, Pablo Solana, me dijo acerca de los proyectos productivos o políticos que entonces se habían gestado: “Quedaron apenas puchitos de estas experiencias. Pero había con que, había una sociedad que podía dar más. No hacer una revolución violenta, sino apropiarse de más instancias de participación y decisión. Nosotros replegamos nuestras aspiraciones de querer cambiarlo todo. Tuvimos que acomodarnos a lo que algunas políticas públicas nos dijeran que podíamos hacer para consolidar nuestros proyectos productivos autogestivos. Algunos de esos proyectos, después de diez años están funcionando, como la bloquera que comenzó Darío Santillán”. A su entender, era imposible analizar la distancia entre el 2001 y el 2011 sin el 2003. A su entender, el kirchnerismo fue una respuesta del “sistema” al 2001. “Por arriba” se concedieron ciertas políticas como los derechos humanos o la renovación de la Corte Suprema, mejoró la economía de los “compañeros”, que volvieron a las changas y los trabajos precarizados, abandonando los proyectos productivos y de participación popular a su calidad de “puchitos”. “Por abajo”, el gobierno se encargó de desarmar todas las propuestas de participación popular y autogestivas que había parido el 2001. A esto también contribuyó, según Solana, que este tipo de experiencias se habían vuelto riesgosas luego de la criminalización de la protesta social y los asesinatos del 19 y 20 de diciembre del 2001, del 26 de junio del 2002 (gobierno de Duhalde, asesinato de Maxi Kosteki y Darío Santillan en la masacre de Avellaneda).
Una reflexión similar nos hizo la periodista canadiense Noemi Klein en 2005 cuando le preguntamos acerca del enfriamiento de estas experiencias de otra política o economía que habían sido furor en el 2001 (desde el trueque a las asambleas). “Ser militante de ese otro mundo posible no es para cualquiera. Se requiera mucho esfuerzo y paciencia. Mucha esperanza. No es algo masivo, aunque pueda hacerse masivo en tiempos de crisis. Lo bueno es que todos los argentinos probaron esa otra forma de hacer las cosas en 2001”.
Frente al avance de la desgracia del Cambio, esos dos mundos vuelven a cruzarse. El de los excluídos por convicción y los excluídos por incapacidad. Del cruce surgen experiencias revitalizadoras como las fábricas recuperadas o la gestión cooperativa del diario Tiempo Argentino. Ahora: aquelles que seguimos fomentando esas cenizas-púchitos de nuevas experiencias donde luego se refugiaran los que apuestan por la máquina capitalista y pierden el juego: ¿qué contrato debemos elaborar?.
¿Qué tanto sentido tienen los reclamos por ejercer el periodismo esclavo en esa maquinaria de la posverdad que es el grupo Clarín, defender el trabajo cómplice en las empresas dueñas de este sangrante presente globalizado, la investigación positivista en el Conicet o dar el brazo a torcer al FMI para caer en las relaciones carnales con China o Rusia? La presentación de Sinceramente de Cristina Kirchner en la Feria del Libro dio algunas claves del derrotero que puede llevar adelante la ex-presidente de volver al poder institucional de la Argentina como todes esperamos por el bien de la crisis estado-nación individualista. Apostó por un “contrato social de ciudadanía responsable” y citó a los firmantes: “el empresario ciudadano en su ámbito y actividad y con su responsabilidad”, “un dirigente sindical”, “un dirigente intelectual” (vaya a saber uno que es eso), un ciudadano que trabaja de operario (seguramente esclavo) y por “aquellos también que hoy son cooperativas y tienen un plan de trabajo porque no han podido conseguir trabajo pero es necesario que todos pongamos el esfuerzo para generar trabajo genuino”. Nada se dice si el ciudadano es responsable de la ecología, o la salud de los niñes que mueren por el glifosato o el narcotráfico, la alimentación y todo el resto de variables de la crisis civilizatoria. Lo que está claro es que para Cristina, trabajo digno es trabajo esclavo. Y que revirtiendo la tan esforzada transformación o alquimia de la CTEP, las trabajadoras de la economía popular son excluídas y no doñas empoderadas en la autogestión y ese otro mundo posible. En el multitudinario auditorio no había un solo referente de los movimientos sociales (a no ser que Felipe Solá cuente). Y cuando comparó planes sociales no habló de calidad. No habló de que los salarios sociales complementarios ya no llevan la figura del excluido que no trabaja, sino del trabajador de la economía social que debe ser apoyado por el estado para poder construir un trabajo autónomo.
La coyuntura
Cuando después de años de lucha popular Perón vuelve a la Argentina en los setentas de alguna manera nace la conciencia de la derecha peronista. Hasta Mariano Grondona se hace peronista bajo una ecuación lógica: frente al avance de la violencia revolucionaria que ganaba las pueblas necesitaban un negociador, amen de un padre que ponga en vereda a esos jóvenes imberbes. Frente a la amenaza de Cuba, el peronismo de los cincuentas era un juego de niñes para los dueños y dueñas del poder. Entendieron que no se podía progresar sin paz social. Después el Pocho se murió, llegaron los militares, hicieron el trabajo sucio junto a Martínez de Hoz y Cavallo, el proyecto de “reorganización nacional” que el propio Grondona elaboró intelectualmente duró menos que lo esperado, no tuvo las luces necesarias, terminó en el papelón de Malvinas y hubo que intentar de nuevo con la democracia, donde Mariano años después se quejó de que los “jóvenes imberbes” se habían reinsertado mejor que los militares en el esquema de poder. Fueron miles los montoneros que apoyaron como funcionarios el consenso de Washington o neoliberalismo menemista. Cuando no aquelles que ya se habían reincorporado al empresariado capitalista. Las historias de vida de Firmenich o Galimberti son un botón para la muestra. Y claro que hay excepciones. Estadísticamente tan marginales como la construcción de ese otro mundo posible que encarnan las pueblas, a veces llamadas movimientos sociales. ¿O acaso cuál es el papel que en el juego electoral luego de densos debates al interior han sabido ganar estos sectores del país-mundo? ¿La figura mediática de Grabois? ¿El armado político del Movimiento Evita? ¿Las atomizadas experiencias de partidos políticos que no pasan de guarismos impensados por pobres para la izquierda tradicional? ¿Hasta que punto la enorme construcción social-sindical de la CTEP ha podido reflejarse en el panorama electoral? La estructura nacida de los movimientos sociales y la recategorización de las marginalidades desempleadas en empoderadas trabajadoras de la economía popular ha sido vital a la hora de extraer o expropiar migajas del sistema estado-nación. Pero: ¿Cuánto representan realmente estas masas organizadas frente al conjunto de la población? ¿Es posible reflejar esta diversidad de miradas y acciones en votos? ¿O acaso tienen razón los periodistas de derecha cuando afirman que cada marcha o piquete es una extorsión de un reducido grupo de idealistas? ¿No será acaso la figura de Cristina una solución no solo para aquellos sectores empresarios y de la población que quedaron fuera del juego de la silla-sistema sino también para los dueños del poder que ya empiezan a temer la violencia de aquellas que sueñan con otro mundo posible (con alguna infiltrada que quiere hacer posible su reinserción en este mundo imposible)? ¿Qué papel jugamos en esta conspiración?.
Claro que hasta el más autonomista vencerá sus pruritos intelectuales para votar a Cristina en esperanza de un país con menos hambrientos, mayores derechos civiles, hasta ojala algunos tiros menos en los barrios. Pero ¿Cuánto tardaremos en exigirle que doble la apuesta y se juegue por organizar las estructuras autonomistas, de participación popular, una reforma agraria, el control de los agrotóxicos y el extractivismo voraz, la independencia de imperios como Estados Unidos, Rusia o China, el apoyo efectivo y concreto a la comunicación popular? ¿Será capaz Cristina de avanzar en esa cuentas pendientes? ¿Lo desea? ¿Cuál es el contexto geopolítico para ese desafío? ¿Confiamos en esa propuesta o en estas pequeñas Arcas de Noe que seguimos construyendo a pesar de la incomodidad que nos genera? ¿A dónde apunta nuestro cuerpo y mirada? ¿Cuáles son nuestras acciones en tiempos de crisis?