Por Emiliano Scaricaciottoli*
Crónica de viaje del GIIHMA (Grupo de Investigación Interdisciplinaria sobre el Heavy Metal Argentino) por tierras aztecas, fortaleciendo la escena metalera de un movimiento cada vez más anti-imperialista y democrático.
El 24 de marzo a las 14 hs. una horda de metaleros -como hace ya doce años viene sucediendo- se concentraban en Plaza de los Dos Congresos para dar comienzo al renovado Festival Nunca Más. Día de memoria, de lucha, de resistencia y de operatividad de un programa claro contra el ajuste macrista y las políticas neoliberales. El Festival Nunca Más, organizado por este monstruo de dos cabezas conformado por Brasil Madariaga y Diego Abrego (Exocet), se propuso amplificar su propuesta y abrir el juego a radios metaleras, grupos de investigación y docencia dentro del movimiento metálicos, y colectivos de sindicalización. Y eso sucedía en la Plaza. Noelia Ádamo (GIIHMA) coordinaba una charla de metal y mujeres, para que luego Furias (una banda totalmente integrada por mujeres) intervenga en distorsiones rabiosas el espíritu del Festival y la famosa “deconstrucción” se convierta en un verdadero cambio político. Menos slogan (“Pateá tu slogan”, diría Adrián Outeda) y más militancia. El Festival abría una jornada que continuaría en Ciudad Juárez ese mismo domingo. La Jornada Académica en Estudios sobre Heavy Metal que Alfredo Nieves (etnomusicólogo y cabeza del Seminario Permanente de Estudios Sobre Heavy Metal de la UNAM) está esparciendo por todo México se amalgamaba con el pedido de “Memoria, verdad y justicia” de aquella Plaza, que para mí era en ese momento “aquella”, lejana y sublime, puesto que la Universidad Autónoma de Ciudad Juárez le cantó re truco a los protocolos de una ciudad envuelta en violencia y le cambió el signo agenciándose con la propuesta de Nieves y su grupo de trabajo. Guadalajara, León, Toluca, Chiapas, presentes para celebrar un nuevo concepto en el Metal mexicano y latinoamericano: es necesario que nuestramérica metalera levante consignas radicales a favor de la lucha del movimiento de mujeres, del movimiento LGTBIQ, de los grupos indigenistas que arriban al etnorock (como sostienen Homéro Ávila, de la Unicersidad Veracruzana, y Juan Pablo Zabaldúa, de la Universidad Autónoma de Chiapas) a la luz de un nuevo estadío en el proceso zapatista. Ciudad Juárez nos permitió golpear con un solo puño para reflexionar sobre las tareas de nuestro movimiento a escala continental a partir de un giro de derecha ineludible. A cinco cuadras, el Paso, una luz carcelaria nos miraba muy de cerca. Nosotros corríamos en las noches buscando estrategias para pensarnos más allá delos prestigismos estúpidos del academicismo burgués y de los enciclopedismos del “True Metal”.
Tres días después, Alfredo Nieves, Mario Castañeda (docente e investigador de la Universidad San Carlos de Guatemala) y este servidor aterrizamos en el DF para vivenciar tres históricas jornadas que profundizaron la necesidad de un colectivo de metal desde nuestramérica y que multiplique tareas políticas en nuestras filas. Como diría Gustavo Zavala, bajista de Tren Loco, en el documental de nuestro compañero puertorriqueño Nelson Varas Díaz Songs of Injustice: “El metal no es un entretenimiento”. Agrego, menos aún en esta coyuntura. El seminario que dirige Alfredo Nieves en el Instituto de Investigaciones Antropológicas y su diplomado en Antropologías de la Música, son el resultado de una lucha cuerpo a cuerpo con el conservadurismo universitario. La valentía del Director del IIA-UNAM, el Dr. Rafael Pérez Taylor, para defender estos espacios nos motiva, a todos los escritores, docentes e investigadores latinoamericanos para entender -de una vez por todas- que el metal jamás será un canon exótico de reptiles de salón; menos aún, huecos a rellenar en la vacancia académica. La UNAM, le digo a Alfredo antes de comenzar con la primera sesión del Diplomado, es un Estado dentro de un Estado. ¿Cuál será pues el alcance de este proyecto que Pérez Taylor y Nieves llevan adelante? Los límites de la universidad son el termómetro de la calle. Un movimiento metalero mexicano, por ejemplo, sin el Tianguis del Chopo es una liturgia masturbatoria para los concursos de los claustros universitarios. Eso sucede actualmente en la Argentina. Exceptuando al GIIHMA y a la Feria del Libro Heavy, los investigadores individuales que deambulan entre becas y proxemias referidas a un “objeto de estudio” han despolitizado al metal. Lo han convertido en un modelo de subsistencia dentro de la guardería del CONICET. Debemos responder a esa fosilización y entender, de una vez por todas, que la escena metalera solo podrá sobrevivir si le damos un programa político, un norte. La brújula de las nuevas manifestaciones del metal latinoamericano ya no es propiedad de los músicos. La escena obligó a abrir el juego, como sucede ahora en México, en Guatemala y en Argentina, docentes investigadores, músicos, talleristas, artesanos y toda la Cultura Metálica (así la definió Gito Minore allá por 2013) nos congregamos por este extenso territorio para darle duro a la derechización de nuestro movimiento. El parricidio se está efectuando. Y lo saludamos.
Nos espera una batalla más cruenta que un avance de tesis: reconstruir al metal sin las legitimaciones anglosajonas. Patear a la escoria universitaria que pretende anquilosar nuestra historia de lucha en un paper. Nosotros no hacemos papers, escribimos. Y escribimos desde la barricada, no desde las grandes oficinas universitarias. Escribiremos contra el sistema capitalista y su lógica meritocrática; escribiremos contra los efectos de cientificidad de los ñoños putrefactos que siguen viviendo de la costilla del Estado; escribiremos contra la basura de la prensa especializada, fanzines y payasos de las estructuras patriarcales (como la mierda de Efecto Metal celebrando a Iorio y a su mísera existencia); escribiremos contra los productores que celebran “pagar para tocar”; escribiremos contra los soldaditos del pañuelo celeste que deshonran las banderas de nuestro metal persiguiendo con “playeras” de Almafuerte o Hermética a nuestras compañeras cada 8 de marzo, cada marcha por la legalización del aborto; escribiremos hasta que revienten, ustedes, los hipsters del Kónex que vieron Cemento desde un documental y hoy celebran la “diversidad” desde sus usinas pajeras de “confort y música para volar”; escribiremos porque NECESITAMOS REFERENTES. Basta de atomización del movimiento metalero, basta de ghetización, de celebración inocua del “under”. Tomemos las calles, articulemos con la izquierda revolucionaria, dejémonos de joder.
*Coordinador del GIIHMA.