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CRÓNICAS MENORES: 1936 (la revolución del consumo)


Por Tomás Astelarra


Hace cuatro años que realizan viandas y hace dos que cuentan con un local donde brindan almuerzos en la calle San Jerónimo en la ciudad de Córdoba. El mes pasado abrieron una tienda de comercialización de productos de la economía popular. Aquí su historia.



Llegamos desde Traslasierra justo a tiempo. Estacionamos frente al local que con su estética cuidada y moderna desentona en el barrio, igual que la concurrencia: un compendio de estéticas militantes y jipis que ponen color a la tarde gris de la ciudad de Córdoba.


La inauguración, por supuesto, no es puntual. Hay un ajetreo de cumpas colgando banderines, organizando el escenario y los puestos de las diferentes cooperativas amigas que participarán del evento. De a poco van ocupando las mesas en las que las habitúes de 1936 suelen almorzar menúes vegetarianos, carnívoros, y también para celíacos. Hay ferné y cerveza casera, libros, ropa, cosmética natural, comida sana, remeras serigrafiadas... En las paredes cuelgan cuadros de historia anarquista, comienzan los abrazos, las charlas, las articulaciones... Un par de cumpas pasan sacando fotografías para la campaña Córdoba No Baja, que intenta conscientizar a las gentes sobre el proyecto del gobierno nacional para bajar la edad de imputabilidad, parte de una carrera sin fin para criminalizar a los pibas y pibes del barrio. Este barrio. Estos pibes y pibas que pasan con miradas extrañadas, entre efectivos policiales, viajantes con sus mochilas, peatones apresurados que por la calle San Jéronimo se detienen frente a este clima de alegre rebeldía que no coincide con las persianas bajas de fin de semana en medio de un territorio acostumbrado a la estética marginal que siempre involucra a todas las periferias de las terminales de buses del continente. Hoteles, locales mayoristas, kioscos y algún sindicato. “Pero ¿por qué no se van a Nueva Córdoba”, insulta una doña aguerrida que circula por el medio de la calle. Tristán se acerca a la puerta y pone el cartel: Abierto.


“1936 es una cooperativa de trabajo gastronómica autogestiva que funciona en la ciudad de Córdoba. Se conformó hace cuatro años a la par de Waraka Textil, que es otra cooperativa de trabajo que se dedica a hacer marroquinería principalmente. En los comienzos el proyecto se hizo en la casa familiar de una compañera. Eran dos personas que se dedicaron a hacer sanguchería, quesadillas, tacos, panes rellenos... para vender principalmente en las cantinas de ciudad universitaria. Al tiempo se alquiló un espacio bastante pequeño y precario que compartíamos con Waraka y también era la habitación de una compañera. Ahí fue que 1936 tuvo su primer local propio. Fue todo un esfuerzo acondicionar el espacio, conseguir herramientas, que eran todas usadas, viejas... Al tiempo se incorporaron otras compañeras y empezamos a hacer viandas vegetarianas para un local de comida. Tomamos esta oportunidad pero sin querer terminamos trabajando terciarizadas, por muy poca plata y con un trato que no era bueno. Igualmente esa experiencia nos permitió desarrollar creatividad, recetas, y así vimos la posibilidad de tener un local propio de venta al publico”, nos cuenta Cecilia.




Hoy son 20 compañeras y compañeros trabajando en la cooperativa, que forma parte de la agrupación Cooperativas Libertarias, parte de Trabajadoras Somos, en la CTEP. Del primer local abierto al público, en la calle San Jerónimo 514 (entre Balcarce y Paraná), donde apenas había una barra con asientos, pasaron a un comedor más amplio, y ahora a un espacio de ventas de productos de la economía social, tanto de la capital como de otras regiones de Córdoba, como Traslasierra. Además de Waraka Textil y Corteza de Chañar (cooperativa de cosmética natural que se ha incorporado a Cooperativas Libertarias), hay copitas menstruales, toallitas femeninas de tela, protectores diarios y protectores mamarios ecológicos, lunarios, ediciones de libros y publicaciones relacionadas a la ginecología natural (de Flor de Luna), remeras y buzo de Alternativa Marginal, ahumados de Aliwen, galletas integrales de El Faro, dulce de leche de cabra, miel y arropes de Monte Adentro (de la Unión Campesina de Traslasierra), libros de la Editorial Tierra del Sur, Sudestada y Chirimbote, cerámicas, jabones, sales de baño, imanes, gorras y juegos para niñes (del local cooperativo Humano, en San Javier) y juegos de mesa de la cooperativa Factorial.


Sigue contando Cecilia: “En el comienzo, hace varios años, hicimos el ensayo de una cooperativa de consumo y distribución, donde la intención era facilitar que la mercadería básica para subsistir fuera accesible para las trabajadoras cooperativas, que por lo general ganamos poco. Y por otro lado buscar espacios donde potenciarnos con otras productoras. Esa experiencia quedo atrás, pero es lo que hoy motiva el espacio del almacén: poder practicar la solidaridad y el apoyo mutuo. Y fomentar nuestra visibilización, creando canales donde se puedan comercializar productos de la economía social y solidaria. Porque creemos que la comercialización es uno de los puntos que dificultan el crecimiento de los emprendimientos cooperativos”. Con respecto a la experiencia en redes Jani, agrega: “Nosotras nos articulamos con otras organizaciones en un frente que se llama Trabajadoras Somos, que lleva un proceso de tres años en una lucha por recursos, coordinando e involucrándonos con otras experiencias. Se viene trabajando en ramas como copa de leche, limpieza urbana, oficios varios, textiles y muchas más. Dentro de oficio varios, rama a la que pertenecemos, generamos talleres y formaciones que nos ayudan a crecer como cooperativas buscando situaciones en común”.


Cuentan que se organizan en asambleas donde trabajan el consenso, y en diferentes áreas como producción y atención, contabilidad y administración, bienestar, marketing y ahora el área del almacén. Para ellas la economía social es: “otra manera de entender la economía y el mundo, donde en lugar de poner el foco en el mercado, el dinero y la competencia, lo hacemos en las consumidoras, las trabajadoras y el planeta”.


Será que visten de negro que parecen hormigas, organizando la feria, tomando pedidos de las empanadas y birras de cortesía para les visitantes, brindando una picadita de tostadas y salsas deliciosas, atendiendo la barra, la cocina, el escenario, y ¡hasta cantando pues! Las cumpas de visita pasan a contar su experiencia, suena la música en vivo, en la calle se agolpan fumadores y tomadores de aire, ante la atenta mirada de la noche y sus transeúntes. Hay una algarabía, alegre rebeldía, una música, un color, una forma de vida, que inunda este barrio que parecía condenado a la gris ciudad. Una suave brisa de revolución, ese otro mundo posible, en medio de este sangrante presente globalizado, hidra capitalista.



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