En columna anterior (ver acá) propuse una pequeña reflexión sobre diferentes técnicas a través de las cuales los cuerpos son marcados. La necesidad de escribir sobre ese tema estaba vinculada a la noticia del 12 de septiembre pasado: Corina De Bonis, docente en lucha, fue secuestrada, torturada y devuelta con el mensaje «olla no» grabado en su panza. ¿Por qué se busca escribir en los cuerpos? ¿por qué marcarlos cruelmente? ¿de qué se trata esta técnica tan particular de surcar las pieles?
En esta segunda parte de la columna propongo expandir el pensamiento sobre la marca corporal hacia su encuentro con las tecnologías de la información y la comunicación. Todos nuestros cuerpos han sido y están siendo marcados por enormes maquinarias políticas. En esta columna propongo entonces que exploremos un poco a las técnicas biométricas y sobretodo la biometría digital argentina.
¿Qué es la biometría?
La identificación biométrica es un conjunto de operaciones que permite, a partir de la medición del cuerpo, de sus partes y sus características, singularizar, diferenciar y reconocer a las personas. Singularizar es establecer las características propias de una persona con el fin de demostrar su singularidad y su carácter único; diferenciar es distinguir a una persona de otra. Reconocer es comparar unos datos y unas características conocidas y determinadas con una persona, para asegurarse que es la misma en un momento y otro, y en un lugar y otro. La biometría es un conjunto de técnicas de identificación. Que adquiere forma en la carrera de los estados por garantizar que cada cuál sea siempre la misma persona y así poder administrar prontuarios, registros y cualquier otra forma de acumular datos sobre la población.
En Argentina la historia de la biometría como herramienta de seguridad es larga y compleja. Comienza en el año 1888 cuando Juan Vucetich ingresa a la Policía de Buenos Aires, institución en la que en 1891 creó la Oficina de Identificación Antropométrica, luego llamado Centro de Dactiloscopía. Vucetich, experimentando con las huellas digitales de 645 presos de la cárcel de La Plata, logró importantes avances en el arte de la clasificación de huellas digitales y la identificación de personas. En 1905 su exitoso método fue incorporado por la Policía de la Capital, que luego se transformaría en la Policía Federal Argentina. Este sistema se fue expandiendo acumulando cada vez más y más registros, y logró modificar qué es ser una persona en Argentina: una persona es un cuerpo al que el Estado tiene la capacidad de registrar, recordar y reconocer como individuo.
https://es.wikipedia.org/wiki/Juan_Vucetich#/media/File:Juan_Vucetich.jpg
La biometría digital es un conjunto de técnicas de identificación que operan transformando configuraciones corporales en variaciones de voltaje y a esas variaciones de voltaje en marcas numéricas. Es decir, la biometría digital es el proceso de identificación operado por máquinas. El caso que nos convoca aquí es el Sistema Federal de Identificación Biométrica para la Seguridad (SIBIOS).
El Sistema Federal de Identificación Biométrica para la Seguridad (SIBIOS)
Mediante el Decreto 1766 el Poder Ejecutivo creó en el 2011 al Sistema Federal de Identificación Biométrica para la Seguridad (SIBIOS). El mismo, según tal decreto, es administrado por el Ministerio de Seguridad y tiene como usuarios a las cuatro fuerzas federales (Gendarmería Nacional Argentina, Policía Federal Argentina, Policía de Seguridad Aeroportuaria y Prefectura Naval Argentina), la Dirección Nacional de Migraciones y el Registro Nacional de Personas[1].
En este punto es importante señalar un primer movimiento que debe ser analizado: entidades dependientes de organismos diferentes (Ministerio de Seguridad y Ministerio del Interior[2] ) y que establecen relaciones diferentes con la población pasan a integrar un único sistema de registro de los datos de las personas. Respecto a este hecho es necesario detenerse sobre dos aspectos. El primero es que está integración se da conjuntamente a cambios en los artefactos técnicos que utilizan las dos organizaciones civiles: el Registro Nacional de Personas comienza a emitir un nuevo modelo de DNI y de Pasaporte que incluyen en su registro los datos biométricos de quienes los soliciten; la Dirección Nacional de Migraciones eliminó la tarjeta de entrada/salida en algunos pasos fronterizos donde instaló aparatos con lectores de huellas digitales, rostro e iris .[3]
Otros momentos particularmente interesantes del crecimiento de la red de identificación biométrica son la inclusión del ANSES y de los procesos electorales[4] . El primero, el que incluye al ANSES, se da en torno a un proyecto llamado Mi Huella, que se propone para evitar a la vez las largas colas a la hora de hacer el certificado de supervivencia y las “microestafas al Estado”.
Según la Resolución 648/2014 del ANSES, el objetivo de Mi Huella es
“optimizar los procesos relativos al pago y fe de vida de los titulares de jubilaciones y pensiones del SIPA [Sistema Integrado Previsional Argentino] y de pensiones no contributivas y/o sus apoderados mediante un sistema tecnológico ágil, seguro, efectivo, confiable y sencillo, que utiliza herramientas biométricas que permiten la captura de la huella dactilar en forma digital.”
Con la instalación de Totems Biométricos en sedes de ANSES y algunos bancos, en los que las personas jubiladas pueden apoyar sus dedos e ingresar sus huellas dactilares, se pretende corroborar que esas personas “continúan” vivas a la vez que garantizar que se le pague la jubilación a quien efectivamente es su acreedora.
Fuente: https://www.anses.gob.ar/assets/img/mihuella-header-e1c2192b.png
En torno a los proceso electorales, en el año 2017 se experimentó en Chaco, Corrientes, Formosa, Jujuy, Misiones y Salta, caracterizadas como provincias limítrofes “donde son habituales las denuncias por migración electoral transfronteriza” [5] . La argumentación era evitar el voto de personas no empadronadas o con documentos falsos, para lo cual se requirió la instalación de equipamientos capaces de leer datos biométricos y la conexión de bases de datos del ReNaPer con la del Consejo Nacional Electoral.
Desde la creación de SIBIOS existe la iniciativa del Ministerio de Seguridad de incluir a las policías provinciales (y de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires)[6] . En el año 2017, y luego del enrolamiento de la policía de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, termina la incorporación de las fuerzas policiales provinciales y de CABA.
En el año 2011 se sumaron las policías de Santiago del Estero y San Luis; en el año 2012 se sumó la policía de San Juan; en el año 2013 las de Chaco, Tucumán, Catamarca y Tierra del Fuego; en el año 2014 Salta, Santa Fe, Santa Cruz, Entre Ríos y La Rioja; en el 2015 Río Negro, Formosa, Corrientes, Misiones y Neuquén; durante el año 2016 las de Chubut y Jujuy; y en el 2017 las policías de Córdoba, CABA y Buenos Aires. Si bien no pude determinar las fechas en las que pasan a ser partes de la red, las policías de La Pampa y Mendoza también se encuentran enroladas.
Este proceso fue relativamente veloz, puesto que logró coordinar a muchas instituciones cerradas y celosas de sus datos como las policías provinciales. Esta alineación en las maneras de registrar almacenar y compartir los datos sobre las personas aumentaba por un lado el enorme flujo de identificaciones que alimentan a SIBIOS, pero a la vez les permite a las policías identificar a personas en tiempo real y conocer sus prontuarios, pedidos de captura, etc. El Ministerio de Seguridad logró ampliar la alimentación de SIBIOS a la vez que potenciar el poder identificatorio provincial. Para ello fue necesario poner a circular scaners para digitalizar las fichas dactiloscópicas de cada departamento policial (los famosos “pianitos”), computadoras con software especializado y terminales capaces de capturar datos biométricos “al aire libre”, en operativos de calle.
Fotografías de un operativo de la Policía Federal Argentina y la Gendarmería Nacional Argentina en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires en el marco de la XI Conferencia Ministerial de la Organización Mundial de Comercio (OMC)
Internacionalización
Como dice el Comité Invisible, “[e]n el tiempo de las redes, gobernar significa asegurar la interconexión de los hombres, los objetos y las máquinas así como la circulación libre, es decir, trasparente, es decir, controlable, de la información así producida.”
Montar y sostener una red informática no es un asunto sencillo. Para que un conjunto de operaciones técnicas puedan ser depositado en una red en la que personas y máquinas trabajen coordinadas en tiempo real y a grandes distancias se requiere un importante grado de abstracción y normatividad. En el caso de las redes de identificación biométrica, en las que los datos capturados se comparan con datos ya almacenados en bases, es importante que todas las personas y máquinas implicadas puedan capturar, organizar y guardar los datos de la misma manera. Sólo de así puede garantizarse que se establezca una comparación más o menos certera que permita individualizar.
Esta uniformización de los procedimientos implicados en las redes biométricas es operada por el estándar técnico ANSI/NIST-ITL. Este estándar es el resultado de la coordinación del National Institute of Standards and Technology de Estados Unidos (NIST), que en el año 1986 elaboró, en vinculación a las prácticas identificatorias del Federal Bureau of Investigations (FBI) del mismo país, una serie de pasos a seguir pensando en que algún día sería importante contar con bancos de datos estandarizados para la computarización de la identificación de las personas.
El ANSI/NIST-ITL en su versión 2011, que es el que se utiliza en el SIBIOS, fue desarrollado en su conjunto por el FBI, el Departamento de Defensa de los Estados Unidos, la Policía Real Montada de Canada, el Gobierno de Argentina, INTERPOL y otras entidades. En el mismo se indican las condiciones adecuadas para la recolección de muestras biométricas, cómo asociar información a las mismas (metadatos), mecanismos para analizar y garantizar la calidad de las muestras, mecanismos de transmisión de datos, modos de comparación entre muestras, operaciones de análisis de bases de datos, requisitos de software y hardware, manuales de buenas prácticas para un correcto funcionamiento, etc. Según sus propios impulsores “[l]as normas ayudan a asegurar que un sistema biométrico funcionará correctamente y es capaz de intercambiar datos con otros sistemas.”
Los estándares tienen una relación muy particular con el poder en tanto regulan tanto a las personas como a las cosas y, sobretodo, a la interacción entre ambas. Además, por su capacidad de volverse invisibles después de formulados hace difícil ver cómo operan ordenando las prácticas sociales.
Las instituciones que participan de SIBIOS, han adaptado su recolección, almacenamiento y consulta de datos biométricos al estándar ANSI/NIST-ITL, y de hecho es eso lo que les permite participar y sostener una red de intercambio de marcas corporales y datos sobre las personas. Podemos decir que perseguir a una persona prófuga, distribuir jubilaciones o pensiones, averiguar a quién corresponde un cadáver, corroborar permisos de entrada y salida del país, etc., son ejercicios de poder que responden a miras y objetivos bastante diferentes. Sin embargo, todos ellos están atravesados por una intención abstracta que busca evitar el anonimato.
Gracias a la estandarización técnica de la identificación biométrica se esta volviendo posible montar un sistema de intercambio de datos personales a escala mundial. Creo que es central que nos quedemos con un dato al respecto: la estandarización técnica es un asunto político fundamental, ya que permite coordinar las acciones y posibilidades de muchísimas personas. En este caso tal estandarización está guiada por las agencias de seguridad del norte global.
¿Es posible una fuga?
Esta es la última columna del año de tecnología, capitalismo y cambio social. Si bien el objetivo de esta columna está muy lejos de buscar comunicar una idea catastrofista de pensar a la técnica, lo cierto es que todas las columnas han tratado a la técnica como un instrumento de opresión, de destrucción de la vida, de control. La video vigilancia (ver acá), la topadora (ver acá), las torturas sobre el cuerpo.
El objetivo era mostrar hasta qué punto las tecnologías están tan metidas en los ejercicios de poder que seguir pensándolas como herramientas que podemos usar para el bien o para el mal no tiene mucho sentido. Es decir, no podemos separar tecnología de política. O sí, podemos, pero nos perderemos buena parte de cómo el poder funciona.
Creo que el problema fue no haber hecho una columna donde se relate el despliegue técnico de colectivos que inventan nuevas maneras de relacionarse, nuevas formas de estar en el mundo. Caí, por omisión, en lo que en la primer columna (disponible acá) propuse no hacer. Terminé proponiendo una visión pesimista de la tecnología. Es entonces momento de aclarar: creo que el tecnofatalismo es un enemigo que debemos combatir. Debemos combatir a Black Mirror y la fascinación que la imagen de un futuro oscuro nos produce. Es que esa blackmirrorización de la política nos despotencia al infinito.
Por el contrario, debemos sostener fuertemente otra premisa: hay otro mundo posible, y está escondido en las potencialidades de éste. Es una idea que retoma los planteos de Marx en el famoso “fragmento de las máquinas”: el comunismo está contenido como posibilidad en los pliegues de la forma capitalista, incluidas las tecnologías (para discusiones de este tipo recomiendo leer, escuchar y/o mirar a Bifo Berardi, puede ser acá o acá). En esa búsqueda estamos.
Sin embargo la biometría no pareciera brindar demasiadas posibilidades a la apertura de un futuro vivible. En ella se conjugan la fijación de la identidad y una fuerza de policía a nivel global. Las imágenes que tenemos no parecieran brindarnos una apertura, una posibilidad de apropiación, de reconfiguración, de transformación. Todo lo contrario.
En el año 2015 Rafael Lozano-Hemmer presentó Nivel de confianza. La presentación ocurrió a los 6 meses de la desaparición de los 43 estudiantes de Ayotzinapa. La obra consiste en una máquina de identificación biométrica preparada para buscar y encontrar a los 43 normalistas desaparecidos. Los rostros de quienes miran la obra son capturados por la máquina, analizados y comparados con los registros de los estudiantes. El match siempre es negativo. El algoritmo nunca encuentra a quienes busca, y devuelve a través de la pantalla:
Identificación facial: Fisher, Eigen, LBPN
Se detecta un parecido de: 562.435 puntos
Con el rostro del estudiante de Ayotzinapa: Martin Getsemany Sánchez García
Nivel de confianza: 23%
Resultado: estudiante no encontrado
El arte perfora la imaginación técnica estanca, no desde afuera, no como una crítica a la técnica, sino como la descripción de un funcionamiento. Describir un funcionamiento es mostrar que el mundo y nuestra identidad han sido ingeniados, diseñados, que tienen una historia que no está acabada y que, por eso, podrían ser (funcionar) de otra manera. La maquina no nos devuelve la verdad de nuestra identidad (¿quién soy?), sino lo que hay de común en nuestros rostros. Somos las personas que nos faltan, y somos también nuestra relación con las máquinas.
http://www.lozano-hemmer.com/showimage.php?img=studio_2015&proj=295&type=artwork&id=3
No existe la reversibilidad, el mundo se ha modificado radicalmente con las tecnologías digitales. La identidad, la intimidad y la privacidad se han transformado para siempre. Las banderas de la protección de datos personales, de resguardo ante la mirada de los Estados y las corporaciones son banderas poderosas que debemos empuñar. Sin embargo esos estandartes no pueden encerrarnos en una lucha agónica por volver atrás (cuando lo público y lo privado SÍ estaban bien distinguidos, momento mítico que tal vez nunca haya existido), por separar la individualidad y la intimidad de las máquinas globales. Eso podría hacernos caer en la peligrosa visión ultra-liberal del Individuo frente a la sociedad que quiere avasallarlo. Lo que somos esta sostenido por máquinas y nuestra relación con les demás. Y esas máquinas y esas relaciones son sedes de un mundo porvenir.
[1] Si bien en un comienzo se planteó que se crearía una cartera de administración de SIBIOS conformada por todas las entidades usuarias, en el año 2017 mediante el Decreto 243 se anunció que tal cartera nunca fue creada y que el sistema es administrado unilateralmente por el Ministerio de Seguridad.
[2] Luego Ministerio del Interior, Obras Públicas y Vivienda.
[3] Los pasos fronterizos en los que se efectuó el cambio son: Aeroparque Jorge Newbery, Aeropuerto Mendoza, Aeropuerto Internacional de Ezeiza, Aeropuerto Salta, Aeropuerto San Fernando, Aeropuerto Jujuy, Terminal Buquebús (Bs. As.), Aeropuerto San Juan, Terminal Colonia Express (Bs. As.), Aeropuerto Bariloche, Aeropuerto Córdoba, Aeropuerto El Calafate, Aeropuerto Rosario y Aeropuerto Ushuaia. Ver: http://www.migraciones.gov.ar/accesible/templates/tarjeta_migratoria/tarjeta_migratoria_p.htm
[4] Estoy excluyendo un análisis de las políticas de uso de datos biométricos de AFIP simplemente porque no pude encontrar, al momento de realización de esta columna, información certera sobre el funcionamiento de tal sistema. Será necesario explorar en el mismo para tener una descripción más acabada de la red en cuestión.
[5] https://www.lanacion.com.ar/2050374-datos-biometricos
[6] El Decreto 1766/2011 dice: “Que partiendo de tales premisas, se denota la importancia institucional de establecer un sistema federal de identificación biométrica, contando con pautas idóneas de estandarización de calidad de equipamientos, atendiendo a una mayor operatividad y eficiencia funcional, definiendo los presupuestos normativos básicos a cumplimentar para la prestación adecuada del sistema, incluyendo la propuesta de adhesión de las jurisdicciones provinciales y de la CIUDAD AUTONOMA DE BUENOS AIRES.”