Por Tomas Astelarra
¿Cómo plantarse ante este fin de ciclo o crisis de la humanidad que en la cosmovisión cristiana se plantea como desorden o caos o destrucción pero que bajo la mirada originaria y no binaria aymara expresa el concepto de Pachakuti, donde la crisis es oportunidad, renovación, renacimiento?
“Nada le hace falta al triunfo de la civilización.
Ni el terror político ni la miseria afectiva.
Ni la esterilidad universal.
El desierto no puede crecer más: está por todas partes.
Pero aún puede profundizarse.
Ante la evidencia de la catástrofe, están los que se indignan y los que se activan, los que denuncian y los que se organizan.
Nosotros estamos del lado de los que se organizan”.
(Comité Invisible, Llamamiento)
Hace ya algún tiempo mi amigo Pepe Damato de la casa ecológica de San Marcos Sierras me aseguró que según su humilde criterio el apocalipsis ya llegó. Que sólo estamos esperando que baje la nube. Ahí recién viene el desafío. “Hoy perder fuerza en quejarse de la minería y la soja es inútil”, desafía.
Tal afirmación o desafío me fue confirmada hace poco por uno de los fundadores de la permacultura en Argentina, Gustavo Ramírez, que entre Charlas de Monte me aseguró: “Es cuestión que pasen algunos desenlaces de esta película hasta que se desarticulen algunas cuestiones y sean pedidos por las mismas personas o grupos de poder soluciones a problemas donde ya estos grupos corpopolíticos van a estar desorientados. Ellos han basado sus medidas políticas y corporativas en base a un modelo capitalista de continuo crecimiento. Cuando ese modelo colapse porque el planeta es finito, no tienen mas discursos, se van a quedar sin el eje conductor de sus políticas y principios de negocio. Eso lo veremos en algunos años, serán 5 o 30, pero hay que estar muy preparados. No porque sean situaciones violentas o dramáticas. Porque ya son violentas y dramáticas ahora. Mi pregunta es: ¿Podremos dar respuesta a todas esas personas que van a estar en estado de desorientación demandando respuestas? ”. Hace unos quince o veinte años Carlos Vicente de la organización Grain-Biodiversidad América Latina vaticinaba: “La elección de todos los gobiernos, aún los “progresistas”, de profundizar este modelo extractivista y de ceder la soberanía a las corporaciones del agro o a las mineras está teniendo consecuencias dramáticas y obviamente la única manera de sostener un modelo que arrasa con las comunidades locales es la represión y criminalización de los movimientos. Dentro de 20 o 30 años va a haber que reconocer que se está produciendo un genocidio y un ecocidio dramático en nuestro continente. El modelo este de paramilitarización es un modelo feudal y es en las provincias donde más predomina. Por supuesto que al mismo tiempo las resistencias también crecen y cada día son más las personas y las articulaciones que se van construyendo, incluso a nivel regional, para denunciar y proponer otro modelo de agricultura basado en la Soberanía Alimentaria. Puede sonar a utopía, pero la verdadera utopía es que el mundo siga funcionando como está funcionando. Esta sociedad es inviable, no hay un futuro del capitalismo, del consumismo, entonces todas estas experiencias desde las autogestionarias en la ciudad hasta las campesinas, o la gente que vuelve al campo buscando una alternativa diferente de vida, son las semillas de lo que va ser”.
Frente a la evidente realidad del apocalipsis (en la visión más positivista y occidental, como caos y destrucción), o incluso desde la mirada más dual indígena y originaria del pachakuti (renacimiento o renovación) hay diversas reacciones. Voy a catalogarlas en cuatro: a) los y las que creen que la ciencia y los actuales sistemas de gobierno y empresa brindarán soluciones a la crisis y el agotamiento de recursos (muchas veces negando que la creciente violencia de la humanidad es consecuencia de la sociedad de consumo en que vivimos), b) los y las que creen que reformando los actuales gobiernos y empresas, o el papel de la ciencia, se podrá solucionar la crisis generando niveles de consumo modernos sin pobreza, exclusión o violencia institucional, c) los y las que no creen en los actuales modelos de gobierno (estado) y empresas y pretenden generar soluciones locales, comunitarias o individuales alejadas del modelo imperante, d) los y las que apuestan por ese otro mundo posible sin desconocer el modelo actual, interactuando de maneras diversas con el estado, las empresas, las ciencias, e incluso aquellos o aquellas que al día de hoy apuestan porque la solución a la crisis provenga de estas fuentes.
Lo cierto es que ante la debacle de lo macro, son muchas las miradas intelectuales que apuestan por construcciones pequeñas y locales, reinventando formas de hacer y estar, como pequeñas probetas de ese otro mundo posible. Desde el Desarrollo a Escala Humana de Manfred Max Neef, las Arcas de Noe de Raúl Zibechi o el mundo cheje y de pequeños actos de Silvia Rivera Cusicanqui. Dice ala intelectual y hacedora boliviana: “Hoy en día no hay un solo rincón del planeta que se escape de esta voracidad y de los métodos de hacer que la voracidad se convierta en eficacia saqueadora. Entonces el que podemos hacer frente a eso, en mi caso, ha sido una labor absolutamente minúscula. He ido tejiendo, siempre con un énfasis y un amor por entender la historia. Saber que podemos, a partir de lo pequeño alcanzar también a dirigirnos a problemas que atingen a mucha más gente y además tienen una dimensión planetaria”.
Zibechi dice que e inaugura el concepto de fuga o retaguardia. Pero entonces ¿como modular la acción y el pensamiento entre ese mundo del que nos fugamos pero a la vez somos parte, nos persigue?
Piedra en mano (para tirarle a lo viejo, pero también para construir los cimientos de lo nuevo)
“Y eso es lo que todos los días no dicen a nosotros ¿Muchachos porque no la pudren?”, contaba hace un par de meses atrás el referente de la Coordinadora de Trabajadores de la Economía Popular (CTEP), Juan Grabois, en una debate sobre la “crisis” auspiciada por esta organización y la revista, valga la redundancia, Crisis. “Eso es muy sencillo”, respondía ,“nosotros no vamos a poner el cuerpo de los humildes para crear una crisis política que después la capitaliza andar a saber quien y la sangre la ponen nuestros compañeros. Esa historia ya la aprendimos. La resolución de la crisis tiene que ver con lo grados de acumulación que hay para que esa crisis se resuelva en una alternativa que acumule más para los sectores populares, que es una situación internacional del descarte social y humano, donde hay un montón de compañeros y compañeras que no van a tener lugar por más modelo keynesiano que se aplique. Si nuestra orientación es que halla más consumo para que todo el mundo pueda comprar mas iphone y coca colas, la verdad que si nos va bien, el mundo va a seguir siendo una mierda. Entonces hay que pensar alguna alternativa en este sentido. Y dicho esto, yo creo que nuestro rol como CTEP es ser leal a los intereses económicos de un sector de la clase trabajadora. Que en un proceso de puja distributiva nos caguen lo menos posible, y si podemos que no nos caguen. Ese es nuestro rol. Así de chiquito”. Entre la fuga y la posibilidad de una nueva alternativa, los actos pequeños pero articulados. La CTEP como organización de organizaciones ha sabido combinar en la Argentina la lucha y movilización reivindicativa ante el estado (incluyendo la aprobación de leyes) con las soluciones alternativas de corto (copas de leches, comedores populares) y largo plazo (cooperativas rurales, textiles, de recicladores…).
Poner el cuerpo mirando la fuga pero saber voltear la cabeza (o incluso el cuerpo) para enfrentar aquello de lo que nos estamos fugando. Incluso no es necesario tener un cuerpo deforme para enfrentar la hidra capitalista. Podemos conjugar cuerpos y cabezas individuales bajo un mismo cuerpo o cabeza colectiva, donde, por posibilidades o saberes, por turnos o deseos, algunes pongan cuerpo o cabeza en la construcción de ese otro mundo posible, mientras otres ponen cuerpo y cabeza en este actual mundo imposible (para la gran mayoría de la humanidad).
“La revuelta puede traer aparejados grandes riesgos, es cierto. ¿Pero qué pueblo ha hecho experiencias novedosas y transformadoras sin correr riesgos? El fundamento de que hay que sostener la gobernabilidad porque en la rebelión quien pone los muertos es el pueblo es, por lo menos, una reflexión canalla (la reflexión, no quien la realiza. Aquí no se trata de cuestiones de individuos sino de procesos de producción social de ideas), que desconoce el hecho de que es la clase que vive del trabajo quien pone los muertos cada día en tiempos de “normalidad”, sobre todo en épocas de normalidad neoliberal. Y desconoce cierto fascismo que muchas veces circula detrás de esa aparente normalidad”, parece polemizar, no con Grabois sino con su concepto, Mariano Pacheco desde su blog. ¿Argumentos contrarios?¿Argumentos complementarios? Nos encontramos de nuevo frente a la transformación de un mundo dicotómico positivista occidental en un mundo complementario, pachamamesco o pachakutiesco, cheje, rebelde, alegre, modesto, conformado por una compleja trama de pequeños actos y humanidades.
El todex es la suma de sus partes.
“La crisis llegó y se proyecta en su contenido real como una crisis de la democracia entendida como marco jurídico y orden institucional a respetar. ¿Es posible concebir de aquí en adelante la acción política sin una idea clara y antagonista de la democracia como materialización económica e institucional concreta del protagonismo de los movimientos populares? Y, además, ¿no es evidente, a esta altura, que no es viable una dinámica de extensión de derechos democráticos sin la producción paralela de subjetividades capaces de producirlos, ejercerlos, defenderlos? ¿No es preciso, entonces, partir de lo que estas subjetividades proponen en términos tanto prácticos como discursivos a la hora de imaginar frentes políticos? ¿No hace falta crear instituciones capaces de expresar una concepción abierta de la toma de decisiones orientada a fortalecer el aspecto material de los llamados derechos? Preguntas como estas nos llevan a mirar de frente la situación. ¿Cómo dar curso a una nueva voluntad colectiva capaz de articular un programa y una dinámica política, abierta a la altura de las figuras actuales de un contrapoder que pueda evitar una salida reaccionaria de esta crisis?”, aporta Diego Stulwark desde su portal Lobo Suelto.
El desafío es tan grande que no cabe en un solo cuerpo o cabeza, quizás siquiera en una sola organización, o forma de organización. Un desafío que quiebra los paradigmas y prejuicios y nos ubica frente a una complejidad de pequeños actos que quizás como sumatoria, estén construyendo los pilares de esa renovación o renacimiento en medio del caos y destrucción. Pachakuti.
Fotos: Sub Cooperativa