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“Esa mezcla rara que somos”: reseña del libro “Un mundo ch’ixi es posible. Ensayos desde un presente

Por M. Emilia Francia

Se presenta en la ciudad de Córdoba el libro Un mundo ch’ixi es posible. Ensayos desde un presente en crisis de Silvia Rivera Cusicanqui. El libro editado por Tinta Limón Ediciones es una compilación de intervenciones orales que han mutado a palabra escrita. He aquí una invitación a su lectura.

Los blancos tenían mejor vocabulario que yo y –lo que era más consternador- menos miedo en clase. Nunca dudaban en levantar la mano para responder una pregunta del profesor; aun cuando se equivocaran, lo hacían de forma agresiva, mientras que yo, antes de atreverme a llamar la atención hacia mi persona, debía estar segura de todos mis datos.

Maya Angelou


“Existe un mundo ch’ixi; es decir, algo que es y que no es a la vez, un gris heterogéneo, una mezcla abigarrada entre el blanco y el negro, contrarios entre sí y a la vez complementarios.”

Este texto no intentará adelantar la propuesta conceptual de Silvia Rivera Cusicanqui y su descripción analítica del presente en crisis que habita y observa en su último libro. Como invitación a su lectura, sí se pretende un contagio de los criterios que vuelven a este texto una herramienta fascinante para reterritorializar preguntas y replantear discusiones.


La metodología. Teorizar con las entrañas

Silvia Rivera Cusicanqui cuestiona las lógicas colonizadas de legitimar el conocimiento: el pasaje obligado por determinados centros de poder que otorgan y niegan validez al pensamiento.

No descarta a priori las herramientas conceptuales producidas por el pensamiento eurocéntrico pero rastrea y sitúa genealógicamente cada concepto y se apropia creativamente de ellos. De esa forma desarticula la reificación irreflexiva a la que nos tienen acostumbradas las instituciones educativas.

Su lectura es exigente. Demanda preguntas y repreguntas, y nos deja con la fascinante convicción de que siempre es posible pensar un poco más allá. Las críticas son precisas, deconstruye las lógicas heredadas del pensamiento colonizado y las formas de hacer que éste engendró. Pero al mismo tiempo propone una epistemología política, como se plantea en el prólogo del libro: una epistemología que es una ética.


Entonces aparece el pensamiento situado, la sistematización rigurosa de una experiencia histórica. Una herejía para las academias hijas de la filosofía europea: teorizar desde las entrañas. La empatía como posibilidad de producir conocimiento. Cusicanqui revela que habitar una marginalidad (ser mujer, lationamericana) ofrece posibilidades creativas en diferentes niveles: producir conocimiento pero también producir resistencia. Por un lado, la mirada de mujer “homologa las opresiones de la invisibilidad, la violencia y el desprecio con aquellas sufridas por hermanxs indígenas del campo y la ciudad; también por trabajadorxs manuales y gente “de a pie” en general”. Por otro establece que los escenarios de sobrevivencia duros “son también escenarios comunitarios en los cuales la alegría de vivir, la redistribución de excedentes y la generosidad ritualizada se hacen visibles como formas disruptivas y contenciosas de expresar sus dilemas.” Estos enunciados son una selección para ilustrar el componente afectivo desde el cual se realiza una lectura de la realidad.

El vínculo afectivo con la realidad es el lugar de enunciación que se asume para producir una forma de pensar que estalla lo colonial y lo colonizado y hace emerger la multiplicidad conjurada habitualmente por las formas de hacer heredadas de tiempo-espacios ajenos a nuestro presente en crisis.

En este lugar de enunciación hay algo imposible de ser capturado: la experiencia singular del cuerpo situado. Y esa es la clave más potente de la escritura de Silvia Rivera Cusicanqui: habrá quienes se apropien de sus conceptos, habrá quienes elogien su metodología. Pero la combustión más potente se producirá en quienes identifiquen su margen como una orilla posible que desborda; como una posibilidad de que ese margen cobre entidad; en definitiva, como un permiso de enunciar la propia existencia.


Desde otra orilla geográfica y lingüística, la escritora afroamericana Maya Angelou narra su experiencia de vida como mujer negra del sur segregado de Estados Unidos: todos los escritores varones blancos del planeta no alcanzarían para enunciar “la sensación de estar fuera de lugar es como el óxido de la navaja que amenaza con cortarte el cuello”. Éste es el gesto de mayor radicalidad y libertad de la lectura de Un mundo ch’ixi es posible. Ensayos desde un presente en crisis: formular lo que el pensamiento colonial (y esclavista) no puede capturar.

El lenguaje: una posibilidad

En Un mundo ch’ixi es posible. Ensayos desde un presente en crisis, el lenguaje también es la experiencia de un gesto radical. El lenguaje de los colonizadores circula en este texto a la par del qhichwa y el aymara. No como un dato folklórico sino rescatando significados que se sustancian en cosmovisiones que ofrecen otras posibilidades de habitar el mundo.

Por otro lado, la experiencia del lenguaje en la producción de esta autora es, simplemente, un momento de aprendizaje. Hay una exploración admirable de la semántica. La creatividad se conjuga con la rigurosidad; el resultado es un hallazgo de las posibilidades del lenguaje para comunicar la sensibilidad de la experiencia. El texto manifiesta que se habla a otr*s y se habla con otr*s. El pulso colectivo se hace presente en todo momento. Cusicanqui toma la voz y pasa la voz, hace de su propuesta conceptual una praxis, no se traiciona cuando deja claro que: “debemos activar la idea de que los productos que brotan de nuestro espíritu y de nuestro pensamiento son también parte de esa circulación y conectan la energía cognitiva con el placer del activismo, con los goces del baile, el intercambio y la comensalidad en grupo.”


Una propuesta: micropolítica

Este libro pone a circular preguntas. Y es importante rescatar la dimensión múltiple y dinámica de esta propuesta. Silvia Rivera Cusicanqui ofrece modos de hacer que no son una receta. Convida “(…) una “política del cuerpo”, como política de supervivencia: la micropolítica.” Y remarca: “no está a mi alcance pensar lo que es posible hacer a escala macro. Lo único que puedo hacer es llevar a cabo lo que creo, cumplir con lo mío, poner el cuerpo, hacerlo en un entorno de comunidades de afectos, que quizás irradiarán hacia afuera y se conectarán con otras fuerzas e iniciativas, lejos de la competencia y de las estrategias del “éxito”.”

Una ética de la multiplicidad es lo que tenemos, con este texto, a nuestro alcance. Nos cabe ahora situarnos en la siguiente pregunta: ¿qué tememos de la multiplicidad?

Posdata sobre una ofrenda ch’ixi

Las fotos de esta nota fueron tomadas en Tanti, sierras de Córdoba, donde nos juntamos niñes y adult*s, anarcas y jipis, maricas y heteras. Hicimos una celebración, cavamos la tierra y ofrendamos nuestros agradecimientos. Lloramos a nuestros muertos y agradecimos los nacimientos. Cuando la luna llena nos acompañó a cerrar el pozo, brindamos, fumamos y cantamos en contra de la yuta y el capital devastador de las montañas. Pactamos seguir tejiendo resistencias:

“En otras palabras, éstas son expresiones de la micropolítica que practicamos y que no pretenden ni desean meterse en berenjenales teóricos o en la insípida confrontación del amigo-enemigo en que se ha convertido la política de los escenarios “progresistas” del populismo latinoamericano. Creo que es posible interactuar en forma horizontal y en redes de comunidades de vida, para lograr mayor irradiación a la propuesta de desprivatizar y desenajenar; al deseo de salir del sonambulismo consumista, de la competitividad y el individualismo, para liberar energías cognitivas y creativas a través de prácticas en común.”

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