Por Lea Ross*
Un aniversario de la desaparición seguida de muerte del joven artesano. Un escenario de dudas sobre lo ocurrido. Un pesar ancestral frente a un Estado nacido en una patria financiada. Los dilemas de la progresía. Y las dudas hacía la búsqueda de la rebeldía.
El 01 de agosto de 2017, alrededor de las 11:30hs., decenas de gendarmes entran al puesto del Pu Lof en Resistencia Cushamen. Uno de ellos saca una fotografía. Allí aparece Santiago Maldonado, con una campera celeste y la cara tapada, al costado del puesto mientras veía el avance de los gendarmes. Inmediatamente corre hacia donde está el río.
Lucas Pilquiman y Santiago se sumergen en las heladas aguas del río Chubut. Pilquiman lo agarra del brazo, sabiendo que “El Brujo” no sabe nadar y le tiene fobia al agua. “No puedo, peñi”. Y retrocede. Pilquiman sigue adelante y nada hasta llegar a la otra orilla. Mientras los gendarmes bajan, uno de ellos grita: “Tenemos a uno”.
Matías Santana, desde arriba de una colina, al otro lado del río, asegura haber sostenido con sus binoculares una figura celeste siendo capturado por los gendarmes y su cuerpo llevado al interior de un vehículo.
Minutos después, los gendarmes salen del río. El subalférez Emmanuel Echazú sube ensangrentado y con una escopeta Bataan en la mano. Las camionetas y unimogs se mueven.
Entre los vehículos presentes en la zona, se encuentra una camioneta blanca Ford Ranger, con patente OLW 237, que ingresó al puesto de la Pu Lof con dos conos viales. Luego, sale del puesto con un bulto envuelto en una bolsa negra. Tiempo después, la camioneta retorna al puesto sin ese bulto. Dentro del vehículo, el propio Echazú librá el acta por el allanamiento y los objetos incautados a los mapuches. No se encuentran armas de fuego.
El cuerpo de Santiago aparecerá 78 días después. 300 metros río arriba, a contracorriente.
Hasta el día de hoy, la causa a cargo del juez Gustavo Lleral, mantiene la carátula de desaparición forzada con un único imputado: Echazú.
Pasó un año que Santiago Andrés Maldonado perdió su vida y hasta el momento no hemos podido descifrar lo que le pasó. Detrás de su rostro de frente, de ojos cálidos, émulo de un Jesucristo, nos lleva a sumergirnos a las corrientes heladas de un transcurrir ancestral que nos deja helados.
La pesada herencia
La sangre indígena lleva derramada desde que la patria no existía. Cuando comenzó a existir, vimos que el comienzo de la historia nacional del presidencialismo fue también el comienzo de la historia nacional del remate. El empréstito de la Baring Brother como inicio de la deuda externa, viajaba en paralelo con la “hipotequización” de las tierras públicas. Estaba emergiendo la figura del latifundio. Y de allí, la Oligarquía.
Faltaba la Patagonia. Había que esperar el ascenso de esa Oligarquía en el poder para concretarlo. Para eso, se tenía que construir el Estado Moderno, como lo conocemos hoy en día. Lo contradictorio era que si la base política apuntaba a la fórmula de Alberdi, “gobernar es poblar”, la prometida campaña desertificó más al “desierto” mismo. La Patagonia se llenó más de cadáveres que de personas vivas.
Tal como señala el historiador Ramón Minieri en su libro Ese ajeno sur: un dominio británico de un millón de hectáreas en la Patagonia, distintas empresas británicas se apoderaban de las tierras patagónicas, con la curiosidad que varios de sus directorios estaban conformadas por las mismas personas. De a poquito, las empresas se unificarían y conformarían la Compañía de Tierras del Sud Argentino S.A. o simplemente “La Compañía”. Para los años noventa del siglo XX, las acciones de La Compañía se venderían al magnate textil italiano Luciano Benetton, convirtiéndose en el mayor terrateniente de la Argentina con el alcance actual de 900.000 hectáreas donde habitan sus ovejas, cuya lana es exportada a Europa.
Hoy se estima que hay una treintena de pueblos indígenas u originarios en el actual territorio argentino, divididos en más de 1.600 comunidades. La quinta parte vive en zonas rurales, que abarcaría un total de 14 millones de hectáreas.
Cuando Mauricio Macri asumió la presidencia recibió como “pesada herencia” unos 185 conflictos indígenas en todo el país, según un relevamiento de Amnistía Internacional, mediante el aporte del periodista Darío Aranda. Hablamos de casos referidos a disputas de tierras, hechos represivos, contaminación en los territorios y causas judiciales, entre otros.
La tercera parte de ese mapa, se concentra en el suelo neuquino y sus alrededores, donde hay una fuerte presencia mapuche. Un caso judicial muy recordado, además del proceso de extradicción contra Facundo Jones Huala, fue la causa penal contra la dirigente mapuche Relmu Ñamku en 2015, de la comunidad Winkul Newen, que fue absuelta por tentativa de homicidio, en pleno conflicto contra una petrolera. La absolución fue acompañada por un jurado popular.
Las razones de por qué tanta saña contra la comunidad mapuche lo podemos encontrar desde tres variantes:
A) Desde lo geopolítico: El territorio mapuche llamado Wallmapu se divide entre el Gulumapu (región chilena) y Puelmapu (argentina). Este mismo abarca como media docena de provincias, desde el sur de Buenos Aires hasta Santa Cruz. Es decir, que la reivindicación mapuche como Nación propia es profetizada por distintas comunidades que ocupan una gran extensión. Desde el Estado moderno, eso genera mayor preocupación por su compostura liberal de competencia. Tratándose de un territorio transfronterizo, se permite al aparato estatal ser más plausible en la aplicación de fuerzas represivas fronterizas, tal como es el caso de Gendarmería, con lo cual la presencia del Estado por esos lugares termina siendo su faceta más violenta.
B) Desde lo social: El mapuche en general se abstiene de mostrarse como víctima y se posiciona bajo un trato igualitario frente al no-mapuche. En algunos casos, con un trabajo más aguerrido y de acción directa a la hora de no claudicar por sus reclamos. Sin mencionar que varios de sus dirigentes tienen formación política y académica; lo cual no sorprende que eso reaviva el recelo racista que hay en el argentino blanco. Y más aún si se trata de alguien que ejerce la actividad represiva en zona fronteriza, que llevan a tener una mayor carga chauvinista xenófoba.
C) Desde lo económico: En todo ese territorio donde habitan los mapuches, hay una gran cantidad de bienes comunes que son apropiables para ciertos intereses sectoriales y estatales. El agua es el más fundamental, como también el menos atendible, aún con los casos evidentes como la apropiación de Lago Escondido por parte de Joe Lewis. Pero a su vez, están los recursos energéticos y gasíferos, donde el acceso esas reservas se han elevado a partir del acceso en estado no convencional y que se extraen mediante el fracking, cuyo eje central es el grandoradísmo de Vaca Muerta. A esto se le suma la gran extensión de tierras en manos de terratenientes extranjeros. Con lo cual, las tensiones que se generan entre estos propietarios y los indígenas, pueden generar un ambiente de dificultoso en la seguridad jurídica financiera para el Estado, al asustar las inversiones de afuera.
Se calcula que la cuarta parte de la localidad chubutense de Cushamen está extranjerizada. Según el lonko Facundo Jones Huala, en la década del '20, parte de los ingleses de “La Compañía” habían adulterado los mapas que dividían las tierras de sus ancestros. Si esa información es correcta, el gran empresario de las ropas coloridas, Luciano Benetton, perdería una parte de las tierras de su “Compañía” y sería una derrota frente a los mugrosos indios que tanto aterra a las corporaciones. Algo no deseable para un modelo económico como el de Macri, que hasta el momento no logra atraer esas inversiones y solo se sustenta con el endeudamiento externo.
Y precisamente, la única fuente que cuenta el gobierno paliar esa deuda eterna son las ganancias que se generan en Vaca Muerta, cuyo funcionamiento de infraestructura solo puede llevarse con un paquete de medidas como son la flexibilización laboral, los planes de Participación Público-Privadas (PPP) y los tarifazos de gas y combustible. Es decir, un megacanje para la emisión de petrodólares para paliar la deuda a costa de la población.
En particular, de las distintas comunidades mapuches, que liberan sus luchas contra las petroleras y sus derrames, sin mencionar el incertidumbre paquete de impactos que acompaña la extracción de recursos no convencionales conocida como fracking.
Billiken
Santiago Maldonado sería el último personaje de portada para la revista Billiken. Y quizás acorde a estos tiempos líquidos, y sin llegar a ser un cuadro político, padeció el más veloz proceso de “billikenización” de su persona. Todo un personaje cuyo contenido político es borrado bajo el encanto de su abultada barba negra. Es notable cómo el cristianismo atraviesa incluso al más ateo de todos y todas. La carga de su pasión se ha extendido a todos los sectores de pensamiento político, y apropiado por una gran parte de la militancia adherida al pensamiento progresista y/o nacionalista, a pesar de que Santiago era anarquista. Todo lo contrario a lo que ocurrió con el rostro de Mariano Ferreyra, con sus rasgos faciales semejantes a los de Santiago. La juventud adherida a la lucha de clases contempló a aquel mártir involuntario del Partido Obrero, no solo por la fascinación cristiana que todo latinoamericano lleva desde hace siglos, sino por lo explícito en cuanto dar el cuerpo por un proyecto político compadecido.
En el caso de Santiago, es curioso que gran parte de los que levantan su bandera por él, son los mismos que rechazan el uso de la capucha y las piedras en las marchas. ¡Pucha, che, qué mala la capucha! O que, directamente, el que tira piedras es un infiltrado. Como si el tira-piedra no merece ser una toma de discusión estratégica política, y se opta más por salir a “policializar” el caso y denunciarlo como un servicio.
Así también pasa por la figura del indígena como sujeto político. Tanto por derecha como por izquierda, el asunto indígena es leído por dos variantes: “la folclórica” y “la miserabilista”. Si no son los vecinos blancos o el mismísimo Presidente realizando la ceremonia de la Pacha Mama en Humahuaca, maravillados por los colores de la Whipala, son los distintos sectores políticos o mediáticos que solo hablan de las comunidades cuando hay una represión policial o puedan exponer casos de extrema pobreza o de desnutrición. Los indios: o son simpáticos o son víctimas.
Todo a contramano con los acontecimientos actuales que se libran en Latinoamérica, desde el ascenso de Evo Morales y todas polémicas que hay en su figura, como la organización y discusiones internas que se libran las comunidades indígenas en nuestro propio país. A tal punto que han emergido dirigentes que representan propuestas de los más disimiles. Desde el más confrontativo lonko Facundo Jones Huala desde las heladas de la Patagonia hasta el más dialoguista como el qarashe Félix Díaz, por los campos norteños y cálidos del país. A pesar que ciertos activistas de las grandes urbes aseguren que éste último es un servicio de Clarín.
De todas maneras, queda presente el planteo sobre la contraposición entre las figuras de Santiago Maldonado y Rafael Nahuel, donde supuestamente el segundo permanece siempre en un segundo plano, al no contemplar los requisitos antropológicos que fascinan a los sectores blancos organizados (y cristianos reprimidos). Sin embargo, para el presente cronista no lo ve tan así. Si bien uno puede creer que la búsqueda en masa, reclamando justicia por Rafael, tuvo como impulso inicial lo ocurrido por la desaparición seguida de muerte de Santiago, es más que probable que si Rafael hubiera sido asesinado antes, la reacción iba a ser la misma.
Quizás pocos lo recuerden. Pero el día que salió la noticia de su homicidio, en manos de Prefectura, la versión de que los mapuches llevaban armas se había disparado dentro de los canales apegados al Gobierno Nacional. En medio de eso, salió a responder una fotografía de “Rafita” trabajando en un taller de oficio. La imagen fue subida por un referente social, a cargo de los cursos de capacitación para los jóvenes, señalando que no era ni un “delincuente” o un “violento”.
Aquel mensaje fotográfico, de un pibe laburante y dispuesto a capacitarse para obtener un cargo laboral fue quizás lo que ha encandilado a una parte de ese pueblo de apoyo organizado. Curiosamente, una actitud distante a la de Santiago, que se rehusó a aceptar toda ayuda del Estado y tomar los pocos billetes que tenía, con mochila en mano, partiendo rumbo al sur hacia un destino incierto.
Producciones
Hasta el momento, existen dos producciones literarias y dos fílmicas que giran en torno al caso de Santiago. Un primer libro, El caso Maldonado escrito por Marcos Novaro, apunta en duros términos a los organismos de Derechos Humanos al postular que el hallazgo del cuerpo “desarmó la fábula”; y, en menor medida al Gobierno, solo por no saber actuar con prevención o por fallas en comunicación (curiosamente, la misma crítica que se inculca así mismo el Gobierno en distintos ámbitos como la Economía). Según la conclusión del propio autor, esto demuestra que se vive en una sociedad donde los hechos no importan (posverdad).
Y un segundo libro, que acaba de publicarse, con una mirada crítica a la cobertura de los medios de comunicación masivos, lleva de nombre Pasen música: El caso Santiago Maldonado en la era de la posverdad, escrita por Mariana Romano y Diego Rojas. Es decir, que lo metadiscursivo o la disputa de sentidos sobre Santiago Maldonado pasa exclusivamente al formato libro.
En cuanto a películas, ambas documentales, se espera a estrenarse El camino de Santiago: Desaparición y muerte de Santiago Maldonado, dirigida por Tristan Bauer, co-escrita por Florencia Kirchner y bajo la tutela periodística de Juan Alonso, y Lechu Vive: un documental sobre Santiago Maldonado.
A partir de los respectivos trailers, podemos visualizar que la versión de Bauer, recolecta los registros realizados por una serie de documentales que filmaron Daniel Tognetti y el propio Alonso para el canal C5N. En estos trabajos, se observa la secuencia de la represión, a partir de los registros de celulares, con un montaje vertiginoso que emula un desorden, semejante a otras producciones audiovisuales, apegados al kirchnerismo, a la hora de analizar las jornadas represivas de 2001 y la Masacre de Avellaneda de 2002: una pesadilla donde no se logra dilucidar un ordenamiento entre toma y toma por causa y efecto. Esa proclama de orden (y progresismo, fórmula que caracterizó el periodista Martín Rodríguez al proyecto kirchnerista), se hace denotar por la ausencia de la figura del encapuchado o de los que habitan en el puesto de la Pu Lof, donde convivió Santiago hasta su muerte.
En cuanto a Lechu Vive, es un proyecto más colectivo, que se financia por aportes solidarios mediante plataformas virtuales y sin financiamiento del INCAA (o sea del Estado). Está basado en el artículo de la Revista Anfibia escrita por María Florencia Alcaraz, titulada Lechuga Not Dead, con registros fotográficos de Constanza Niscovolos sobre las muraleadas y tatuajes que realizó Santiago en la ciudad de 25 de Mayo, provincia de Buenos Aires, su pueblo natal. Dicha crónica no debe sorprender que sea la que canaliza las ideas y delineaciones estéticas a la hora de buscar una construcción biopic sobre el joven artesano y sus comienzos como aventurero, más alejado del impacto de su desaparición, seguida de muerte.
“Seguimos sosteniendo la veracidad de los testimonios”
Según la resolución de levantamientos de medidas cautelares 2/2018, de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH), se “considera pertinente recordar que de conformidad con los artículos 8 y 25 de la Convención Americana, el Estado de Argentina se encuentra obligado a investigar de manera diligente las circunstancias que dieron lugar a la muerte del propuesto beneficiario. En este sentido, corresponde al Estado investigar de manera exhaustiva la totalidad de las hipótesis que han surgido a lo largo la propia investigación, garantizando una adecuada participación a sus familiares y representantes. La Comisión Interamericana insta al Estado a continuar la investigación y esclarecer las circunstancias relacionadas con la muerte del señor Santiago Maldonado, de ser el caso, estableciendo las responsabilidades de cualquier índole a que dieren lugar”. Fecha: 13 de enero de 2018.
Dos semanas después, el Ministerio de Seguridad, a cargo de Patricia Bullrich, denunció a ocho testigos (siete mapuches y un amigo de Santiago Maldonado) por falso testimonio. Otras dos semanas después, Gendarmería denunció a los dos abogados, junto a los mapuches, que presentaron la denuncia por desaparición forzada ante la CIDH por “asociación ilícita”. Y un mes después, la propia Bullrich denunció a los dos abogados por distintos delitos penales: propiciar fraudulentamente sanciones políticas contra el Estado argentino, inducir a sufragar en contra del gobierno nacional, falsa denuncia, estafa procesal, asociación ilícita y usurpación de títulos y honores.
Carlos González Quintana es uno de esos letrados que se presentó ante la CIDH y denunciado por el Estado Nacional. Reconocido interviniente de distintos conflictos socio-ambientales de la provincia de Córdoba, asegura creer todavía en el testimonio de los mapuches y que la autopsia no ha podido revelar el momento y el marco en que murió Santiago. Además, afirma que hubo una operación mediática para ayudar al Gobierno Nacional para desprender toda responsabilidad a los gendarmes.
“Yo creo que no han sido contradictorios los testimonios dados entre Santana y Pilquiman, y entre lo que nos dijeron a nosotros y lo que finalmente se incluyó en la causa. Fíjense que el testimonio de Santana es exacto entre lo que declaró en la CIDH ante instancia nuestra y lo que declaró ante los tribunales de (Guido) Otranto (primer juez de la causa). El testimonio de Pilquiman puede tener matices. Pero eso no lo pone en un falso testimonio. En absoluto. Eso es una operación que está implementando el Estado, con el único objetivo de quitarle valor convictivo a los únicos testimonios que involucran a Gendarmería en el hecho y cerrar el caso. Claramente nosotros seguimos sosteniendo la veracidad de los testimonios que nos fueron aportados en ese momento, con la reserva lógica que no declaran bajo el juramento de decir la verdad. Pero con ese otro aliciente con una relación de confianza que se generó con la comunidad, a partir de un trabajo que se venía realizando desde hace un año”.
“Lo que consigue responder puntualmente la autopsia son solo unas pocas de la cantidad de preguntas que tiene esta causa. Una es la causa eficiente de muerte: que Santiago ha muerto por inmersión, coadyuvado por un cuadro de hipotermia. El otro es el tiempo en que ha estado bajo el agua, con tres fórmulas que dan distintos días, que dan desde los 56 días hasta los 73 días. Y después, la cuestión de las diatomeas como factor determinante para ésta conclusión pericial de que Santiago murió ahogado. Pero hay algo que la pericia no determina que es cuándo murió Santiago. Acá se determina de qué murió pero no cuándo. Tampoco consigue esclarecer en qué contexto murió Santiago. Eso lo tenemos más o menores reconstruido a partir de los testimonios de Lucas Pilquiman y Matías Santana, en ese intento por cruzar el río y no conseguirlo, y regresar a la costa”, señala el abogado González Quintana, en algún lugar del monte cordobés.
Prosapia de un país bajo cero
Santiago Maldonado habría cumplido recientemente 29 años de edad. Entre los múltiples apodos que tenía, desde Lechuga por su peinado, o El Brujo por sus conocimientos sobre medicina natural, se dice que le gustaría ser recordado como LHT: Las Hice Todas. Anarquista, vegano y antiespecista, experimentador musical y tatuador por profesión, Santiago Maldonado renegaba las imposturas dadas de su lugar de crianza, donde el agronegocio era la envidia emprendedora y la labor urbana como un pasar de sustento vital.
Tal como lo sintetiza María Florencia Alcaraz: “Santiago Maldonado no quería tener hijos, ni pasar los días encerrado en una fábrica como todos sus amigos; tampoco quiso terminar una carrera universitaria porque no quería nada del Estado. Desertó de ese futuro preestablecido. Sustituyó la ética capitalista del trabajo productivo por una búsqueda personal que desbordaba vitalidad. En 25 de Mayo no tenía lugar para ser joven: los niños se vuelven viejos sin intervalos”.
Y allí, a mil kilómetros y medio de distancia, por las heladas aguas del Río Chubut, su cuerpo sin ingesta de la cantidad y calidad de nutrientes requeridas, con temperaturas nunca antes expuestas, padeció el inicio de su martirio corporal. Quizás lo suficiente como para retornar a la orilla y, en caso de ser capturado, recibir los golpes necesarios para ser tumbado y ser aprestado a la eternidad.
Escribía Mijaíl Bakunin, autor que Santiago habrá leído muy seguido, en su libro Dios y el Estado, en épocas en donde la Argentina ya tenía conformado su Estado bajo las arriendas de la Oligarquía: “La rebelión del individuo contra la sociedad es más difícil que su rebelión contra el Estado. El Estado es una institución histórica, transitoria, una forma pasajera de la sociedad, como la iglesia misma de la cual no es sino el hermano menor, pero no tiene el carácter fatal e inmutable de la sociedad, que es anterior a todos los desenvolvimientos de la humanidad y que, participando plenamente de la omnipotencia de las leyes, de la acción y de las manifestaciones naturales, constituye la base misma de toda existencia humana. El hombre, al menos desde que dio su primer paso hacia la humanidad, desde que ha comenzado a ser un ente humano, es decir un ser que habla y que piensa más o menos, nace en la sociedad como la hormiga nace en el hormiguero y como la abeja en su colmena; no la elige, al contrario, es producto de ella, y está fatalmente sometido a las leyes naturales que presiden sus desenvolvimientos necesarios, como a todas las otras leyes naturales”.
Es en esa rebelión contra la dichosa sociedad que Santiago mantiene aún después de su fatal descenlace. En plena disputa e interpelaciones que nos lleva su figura, imagen, rebeldía y coraje, donde se va mutando y dando forma nuestros pesares a pensares. Y de allí, tomar en nuestras manos el fuego de una rebeldía que siempre persiste en nosotros, frente a los helados estamentos de los poderes que pretenden mantenernos bajo cero. Pero que siempre le costará opacar esas llamas tan presentes y tanto se requieren para cambiar(nos) a un mundo mejor.
Dossier Santiago Maldonado, elaboración colectiva de La luna con gatillo, Resumen Latinoamericano, Contrahegemonía web, Lobo suelto y La tinta.
*Periodista. Columnista de cine en el portal y programa radial La luna con gatillo. Integrante de Radio Panamericana FM 99.3 (Huerta Grande, Córdoba). Columnista del portal Striptease del Poder.
Fotos: Colectivo Manifiesto para La Tinta