Por M. Emilia
A Vanchi, Marcos, Casti y Ariel,
una ilusión con la que quiero envejecer.
Somos gente que está intentando hacer algo para tod*s, no sólo para la gente
del club de la clase media blanca. ¡Revolución YA!
Sylvia Rivera, Stonewall, 1973.
Esta nota llega un mes tarde. Junio nos empalagó verde con la media sanción para la Interrupción Voluntaria del Embarazo (IVE). Ahí nomás de haber sido el aniversario de la despedida física a Maite Amaya; ahí nomás de recibir la noticia de la perpetua al asesino de Diana Sacayán y a unos días nomás de cumplirse otro aniversario de la revuelta de Stonewall.
Lo masivo es costoso para quienes no somos asidu*s del gregarismo. Y el feminismo nos inyecta un caudal intenso de masividad. Cuesta disimular la dificultad de amucharse. El mandato es hacer número. Y los mandatos son ciegos, están apurados y no dejan mucho lugar a dudas. ¿Amucharse con quién? ¿Cómo? ¿Para qué?
Festejamos la media sanción de la IVE porque sabemos que al Estado lo vamos a detonar a preguntas; que las leyes no pero bueno; que el camino es hasta vencer; que vivimos en este sistema pero queremos otro. No estamos satisfechas porque falta la votación en el Senado. Y también sabemos que al presidente se le da muy bien el hábito de vetar leyes (aunque según la teoría conspirativa del momento, Macri puede ser el abanderado de la percha y el perejil por algún asunto de geopolítica militar que el útero nos impide entender).
Estamos satisfechas por todo el derrotero que va dejando la presencia de la discusión de la IVE en las calles, en las instituciones, en las redes sociales. Porque la discusión sobre el aborto llegó a la tele, a la asamblea, al aula, al consultorio, al asiento del bondi, a la clase de yoga y a la cocina del bar. Y con el aborto aparecieron las discusiones del feminismo. Y con las discusiones al feminismo, desembarcaron las críticas al feminismo por dentro y por fuera del propio feminismo.
Y por todo eso es que esta nota llega un mes tarde. Porque no hay tiempo a despejar tanto ruido, a masticar la rumiación, a gestionar tanta información.
Tan paki que duele
Sudor Marika tocaba en Rosario y mi familia rosarina me esperaba para ir al recital. La sangría caribeña y el cigarrillo psicodélico nos exigieron elegir un costado prudente para estar tranquilas. “Hay que festejar, pero sin lucha no hay fiesta”, dicen en el escenario. Se habla de la muerte de la moral, se chifla contra los travesticidios y se reclama que el aborto sea legal y en cualquier lugar. Alguien del público grita nombres, respondemos que presentes ahora y siempre.
Me zambullí en una multitud y ahora dependo de la psicodelia y el etanol para acopiar coraje. El afecto atorado me demanda silencio. El mandato me acosa, ¿por qué no acompaño con mi presencia eufórica? Si creo en todo eso que ella dice en el escenario, creo en sus calzas y en sus camisetas de red, creo en sus letras y creo en sus consignas.
Cerraba junio, había pasado el primer aniversario del fallecimiento de Maite Amaya, la sentencia al asesino de Diana Sacayán; el 28 estaba siendo en esos días y habían estallado los arcoíris, el glitter y las consignas. Por todos lados había presencias eufóricas. Y el afecto seguía atorado y demandando silencio.
Soy beneficiaria de un régimen de opresión. O puedo decir que me une una complicidad estructural a las reglas de la moral en este sistema cisheterocapitalista. Cis somos quienes nos identificamos con el género que nos fue asignado al nacer. Y muchas veces, cis somos simplemente quienes no hacemos las preguntas suficientes.
Por eso el silencio me demandaba mandar a cagar el mandato de la presencia. Porque soy visible sin hacer el mínimo esfuerzo. Y la euforia en nuestra visibilidad implica legitimidad para mí e invisibilidad para otr*s. Eso es la asimetría del cistema.
Mi presencia deconstruida importa un rábano si opaca las ausencias de quienes ponen el cuerpo de verdad: quienes ocupan la calle y las instituciones como una épica diaria.
Mi familia rosarina hecha de retazos de muchas partes me ofreció hace como un año una orilla donde cultivar otros afectos. Hago silencio. Quiero que su pulso estridente sea lo visible y se contagie como una epidemia.
No proteste, compañero
Todos expertos en la trayectoria de Maite, todos indignados por la cruel y temprana muerte de Diana, todos celebrando el desarraigo de lo sexoafectivo, explorando relaciones en las que poder cuestionar el mandato patriarcal. Everywhere: Happy pride, my love. Baldazos de felicitaciones e incentivos a quienes tomaron los espacios por el aborto legal. Los varones cis no dieron descanso a su acompañamiento. Visible y ruidoso.
El varón cis se hace presente en las discusiones, exige argumentos, legitima con citas de autoridad, desacredita apelando a la erudición de la trayectoria. Nunca el silencio. Desvanecerse no es una opción.
Digo varón cis apelando a una referencia común. El postulado feminista en sí mismo no escapa al mandato patriarcal ni se salva de él. Correrse de los flashes es un buen comienzo para empezar a dinamitar privilegios. Y que otr*s sean la fiesta.
Posdata sobre morfología de las palabras
“No queremos que nos persigan, ni que nos prendan, ni que nos discriminen, ni que nos maten, ni que nos curen, ni que nos analicen, ni que nos expliquen, ni que nos toleren, ni que nos comprendan: Lo que queremos es que nos deseen.”
Néstor Perlongher
El cistema tiene que dejar de desaparecer afectos, placeres y cuerpos. Y la enunciación también es una trinchera. Por eso comparto este texto publicado por Mauro Grinspan, incluido en “Interdicciones. Escrituras de la intersexualidad en castellano”.
* Por qué el asterisco
Podríamos escribir siempre los. Podríamos escribir as/os. Podríamos escribir las y los. Podríamos escribir las, los y les. Podríamos usar una arroba. Podríamos usar una x. Pero no. Usamos un asterisco. ¿Y por qué un asterisco? Porque no multiplica la lengua por uno. Porque no divide la lengua en dos. Porque no divide la lengua en tres. Porque a diferencia de la arroba no terminará siendo la conjunción de una a y una o. Porque a diferencia de la x no será leído como tachadura, como anulación, como intersex. Porque no se pronuncia. Porque hace saltar la frase fuera del renglón. Porque es una tela de araña, un agujero, una estrella. Porque nos gusta. Faltaba más! Ahora bien, El asterisco. No aparece siempre y en todas partes. No se usa para todo, ni tod*s lo usan. En este libro la gente escribe como quiere y puede. El asterisco no se impone. De todas las cosas, Esa. Esa es la que más nos gusta.
*Imagen por Ashluka, extraída de Facebook. Juego de palabras: en inglés sisters significa “hermanas”.