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Charlas del Monte XII ¿Maldita policía?


Por Tomás Astelarra

Escena I

¡No lo puedo creer! Perdí el último Sarmiento (pal barrio Sangriento). Desde la rotonda de Las Tapias son 18 km hasta la tatusera. Casi medianoche. Ni un alma en la ruta. Invierno. Ni modo. A juntar calor caminando con una mochila llena de libros. A los 6km pasa un patrullero pal otro lado. A los 8,5km veo las luces que vienen de vuelta. A los 8,7 km la camioneta se detiene delante mío. ¡Cagamos!

“¿Pa' dónde va?”, pregunta el uniformado.

“Pa' Yacanto. Vivo ahí oficial”

Al lado del uniformado hay un tipo sospechoso.

“Venga lo llevo”, dice el oficial.

“No gracias, ta linda la noche. Lindo pa' caminar”

“Pero no sea tonto, Suba”

Me abre la puerta de atrás. Entre el oficial y el sospechoso, en el asiento delantero, y mi alma, hay una malla de rejas gruesas. Las luces son de colores. No ingerí ninguna sustancia alucinógena. Se cierra el seguro de la camioneta. Arranca el motor. Cagamos, pienso. Que bien me la hizo. Esto ya lo viví. Marche Preso.

“Ta fría la noche”, digo.

5 km en silencio. El patrullero frena frente a la comisaría. Sorprendentemente se abre el seguro. Bajo rápido, me cargo la mochila y saludo.

“Gracias diosito, zafé”, pienso.

“Gracias oficial. Buenas Noches”, digo y arranco a caminar lento.

“Venga vecino, no se apure, sea bueno, ayudeme a bajar la moto del hombre que se le averió. La dejamos acá en la comisaría, así mañana la busca. Si me ayuda lo llevo pa' la casa. ¿Usted debe vivir en el Barrio Jipi? ¿Es amigo de Shushu, no?”

Sospecho. Sigo sospechando. Me digo una vez más: Cagamos.

Pero no. Después de bajar la moto el oficial me lleva pal bajo, 4,3 km más. En el camino me va mostrando fotos de su huerta, sus gallinas, su familia… “A las gallinas las quiero como a mis hijos jamás las mataría de viejas”. No va que es vegano el poli, pienso. “Que interesante”, digo. “Esto de la policía es una changa. Pero a mí me gustaría dedicarme al campo. Pero mientras tanto esta bueno cumplir bien la función. Porque la gente piensa muy mal de nosotros la policía. Para mi hay que ayudar al vecino, conocerlo. Imagínese. Si ahora hay un robo la semana que viene. Yo sé que usted es un buen hombre, trabajador, que vende libros, humilde, caminante...Jamás voy a pensar mal de uste. Busco por otro lado”.

Me deja en la puerta del barrio. Shushú sale asustado por las luces. No entiende nada hasta que le cuento que es el oficial Ramírez. “¡Ahhh, el policía huertero! Yo no se que pensar, por las dudas no le cuentes mucho. Es sospechoso”.

Escena II

La policía del pueblo es otra cosa. Vecinos o vecinas. En vez de laburar en la contrucción o andar mendigando vacantes de docente se hace un cursito y tiene un buen sueldo. Obra social, laburo cerca de la casa, y no mucho mas enredo que alguna vaca suelta, una moto sin casco, una garrafa choreada. Salvo que un empresario le diga a un político que le diga a un comisario que le joda la vida a alguien, no pasa nada.

O salvo que un empresario le diga a un político que le diga a un comisario que hay que mostrarle a la televisión que se está combatiendo el crimen organizado. Como el crimen organizado son ellos mismos, ahí nacen los perejiles. Cagaste.

Otra cosa son los hijos de yuta. Esos siempre tuvieron la gorra y la seguirán teniendo. Y como son corruptos, ascienden rápido. No hay muchos en el pueblo.

De todas maneras siempre hubo apremios ilegales, desapariciones por trata de personas, aprietes a la oposición por pedido de un diputado o un intendente, quema de ranchos de vecines que protestan por la falta de agua, mafia, matones, atropellos, narcotráfico, trata de personas, y todas esas cosas que definen hoy a la policía como institución. Y últimamente, con la militarización del territorio, la imposición del fantasma del terrorismo y el narcotráfico (que ahora no solo tienen que demostrar que no son ellos sino que lo usan de excusa para demostrar que somos nosotres, los defensores de la Pachamama y las pueblas) pasa de todo. Se están llevando los pibes y pibas adolescentes, hasta niñes, operativos con gendarmería para darle unas cachetada a un rasta irrespetuoso, policía antinarcóticos ¿en un pueblo perdido?, buzón de madera de denuncias pal narcotráfico. Si. Todos sabemos que es el diputado.

Pa' que no halla familiaridad traen polis de afuera, hay órdenes de perseguir a los jipis, los ecoterroristas, apretar en las ferias, aparecen infiltrados en las marchas por Santiago Maldonado... Solo que en un pueblo como estos es evidente que los dos señores grandotes con una foto del jipi asesinado en la Patagonia por gendarmería no son del palo. ¿Vos lo conoces? No ¿Y vos? Tampoco. ¿Disculpe oficial ustedes nos están tomando el pelo? ¿Creen que somos tontas? Hasta tienen que reconocer que son servilletas.

Yendo pa' Córdoba aprovecho el tiempo de espera pa' imprimir unos papeles que necesito. Camino dos cuadras de la terminal. Tarde calurosa de verano en Dolores, muy calurosa, insoportable, mochila cargada con libros, calles vacías, solo una persona parada en la esquina. y pregunto: ¿Disculpe oficial?¿Me indica dónde hay una cyber?”

Me indica.

-¿A dónde va?

-Córdoba

-¿Dónde vive?

-Yacanto

-Documentos

-¿Queeeeeeeeeee?- pienso. No hablo. Le entrego el documento.

-Me permite una requisa. ¿Qué lleva en la mochila?

Agarra el handy: “anarquista librero, dni duquesa duquesa duquesa marraqueta bareto tortilla con papas, sospechoso como Maldonado y los jipis ecoterroristas que frenaron la Ley de Bosques”. Se escucha una voz inteligible del otro lado.

-Valla nomás.

“Pero….¿Cuánto te pagan por ser tan botón?”, pienso. “Gracias oficial, buen día”, digo. Cuando me baja la calentura me imagino que hay una orden del ministerio de Seguridad de Bullrich de pedir documentos a cinco jipis por día. Caí en la Estadística de Perejiles Anónimos (¡EPA!). Como aquella vez que caí en la división drogas peligrosas de Buenos Aires por una tuca de marihuana y estuve 12 horas preso con otros 10 perejiles con una tuca y un boludazo que lo agarraron en la puerta del tranza con dos ravioles de cocaína y encima lo cagaron a trompadas por quejarse y señalar donde vivía el susodicho (tranza). “Yo soy drogadicto. Sé que los canas se apuestan en la puerta del tranza esperando algún perejil. De cada diez que voy, una me encanan. Toy podrido”, confiesa.



Escena III


Después de un día arduo de trabajo en la construcción de mi casa me duermo una siesta y me pego una ducha en lo de una amiga de paso al ensayo de la Kisspop (5km). Aprovecho esos maravillosos minutos que me brinda tener una motito recién comprada con mucho esfuerzo. Unos cuarenta minutos. Quizás una hora. Por suerte en el pueblo no hay retenes y los polis me conocen. Raro que me paren. Porque todavía no hice la transferencia.

Noche de invierno. Neblina. De frente viene un patrullero. Estaciona frente al Dispensario. Se baja uno, pone un conito y en el preciso instante que voy a saludarlo me frena.

“Qué pelotudo, como no aceleré”, pienso.

“Buen día oficial”, digo.

“Cagamos”, pienso.

Igual tengo casco, la moto está bien. Quizá zafo. Un poco de chamullo. Un poco de libre interpretación de las leyes y los deberes cívicos. Un poco de solidaridad de vecino. Sé que la hay. Le muestro el 08 firmado, el titulo automotor, le explico que se la acabo de comprar a una amiga, vecina, esa que hace yoga en la parroquia, que soy del bajo, de la feria, el local cooperativo, la radio comunitaria, ayudo en el club del trueque, amigo del Negro Araña…

“Con una mano en el corazón oficial. Tengo turno para esta semana, lo que pasa que fui el otro día y resulta que si uno se anota por interne hay 40% de descuento. ¡Un montón de plata! Tengo turno mañana. La moto está impecable. Llevo casco. Tengo cuatro km hasta mi casa”. Me mira reflexivo y cruza a consultar con su superior (que ya dejó pasar a cinco cuatro por cuatro a los que saluda como si los conociera). De otro lado paran un barbudo en un ciclomotor. !Es mi vecino! Lo saludo a la distancia. El chamuya de un lado. Yo del otro.

No hay caso. En cinco minutos los dos llevamos la moto a la comisaría y empezamos el papelerío. El reten se levanta. Y es entendible. Martes a la noche, invierno, un frío bárbaro. ¿A quién se le ocurre estar en la calle? Seguramente no al empresario que mandó al diputado a que le diga al comisario que hay que llenar la estadística. Si. ¡EPA!

Después de un tramiterio bárbaro lleno de irregularidades me dan un papel. “¿Y esto?” “Para que le averiguen los antecedentes en Dolores”. “¿Pero no tenes el uaquitoqui ese como el del cana ese que me averiguo los antecedentes en cinco minutos? Anarquista librero, dni duquesa duquesa duquesa marraqueta bareto tortilla con papas, sospechoso como Maldonado y los jipis ecoterroristas que frenaron la Ley de Bosques. Es fácil”, pienso. “¡Ahhhhhhh! Mira vos…”, digo. Me acerco a ver como le va al vecino. Está re caliente. “Y viste como es... qué quiere que le diga oficial la verdá que ustedes deberían estar para otra cosa”, se me ocurre decir. Se recalienta. Me mira con cara de: “te mando adentro”. Me da un discurso moralista y de falsa ética. Que la prevención, que las normas de tránsito, que las leyes, que la probabilidad que mate a alguien…..

“Mirá, hay más probabilidades en la Argentina que un cana mate a un pibe de un tiro que un jipi mate a un peatón con una motito. ¿Vos que sos parte de la organización criminal más grande del país, del principal cartel narcotraficante de Córdoba me venís a hablar a mi de leyes y prevención?”, pienso.

“Disculpe oficial. No quize faltarle el respeto”, digo.

Se va mas caliente todavía. Se nota que el jefe. O al menos el más jefe de los tres. Los otros dos me miran con cara de lástima. “¿Dónde dice que vive?”, “Ahí en el Barrio Jipi de Yacanto Abajo ¿conocés?” “No, me acaban de trasladar” “Vení cuando quieras a tomar unos mates y ver como vivimos. Somos gente laburante” “¿Pero no son jipis?” “Si” “¿Y le gusta ser jipi?” “Claro, hago lo que me gusta, no gano mucho, pero vivo feliz. Así como me ve viaje por un montón de países, conocí un montón de culturas, y soy licenciado en economía y periodista. Hasta entrevisté un par de presidentes y tengo un amigo senador. La verdá que vivo feliz. Estaba más feliz con la motito. Pero hace cinco años que camino los cinco kilómetros que tengo hasta casa. La verdá que no voy a dejar de ser feliz por tener que volverlos a caminar otra noche”. “Ta buena la vida que llevan. Yo tengo un amigo que viajó a Bolsón y la pasó re bien”. El vecino me mira con cara de: “dejá de evangelizar policías y vamos pal bajo”. Cuando salimos le aclaró que yo voy pal ensayo. “Yo vuelvo”, me dice, mientras encara de vuelta pa' la comisaría, “ya que me dejaron a gamba por lo menos que me lleven”.

Lástima que Ramírez dejó al changa en la policía y se dedicó a sus gallinas.



Escena IV


En una mañana en tiempo récord le llevo una funda y un saguche de milanesa a mi moto (Milagrito), recojo unas cosas del local, mando un mail, tomo el Sangriento, pago un precio exorbitante, me vuelvo a reír del cartel que dice “gracias por elegirnos” siendo una empresa monopólica, hago los trámite de la moto, compro unos repuestos para la consola de la radio, hago unas averiguaciones en el Anses, me como dos sanguches de miga y encaro pa' la principal de policía de Dolores. Muestro el papel. Me guían a una oficina al fondo. Parece perdida en el tiempo. Me dicen que espere. Un tipo sospechoso (supongo que como yo) sale con cara de mil puteadas a lavarse las manos mientras se refriega los dedos con un papel. La oficial es una dulzura. Me hace varias preguntas. Entre ellas el origen de mi apellido. Se interesa por la historia del pueblo vasco y se ríe cuando tiene que describir mi boca. “Con esos bigotes es difícil”. Viene otro oficial y le pregunta si va a almorzar a la casa. Que le prepara algo rico. Que le lleve el budín que le compraron a la pobre doña que tenía internado al pibe y se lo dé a doña Hortensia, que seguro le va a gustar porque es de algarroba. Es un escena campestre, hermosa, amorosa, casi antipatriarcal. A la hora de tocar el pianito me dice que ponga los dedos flojitos, así, que si no me puede lastimar. No lo puedo creer. Es tan dulce la oficial que toda la bronca que tengo que me pinten los dedos un jueves al mediodía se me pasa en un segundo. Salgo más feliz que el día que estrené mi moto nueva. ¿Son estas las almas que componen ese trágico absurdo que son las fuerzas de seguridad nacionales y de todo el mundo?¿Son ellos y ellas los que disparan contra los pibes y pibas de los barrios?¿En qué momento todo se desgenera? Me acuerdo de las comuneras, las mamitas del Cauca, que frente a las fuerzas represivas del estado colombiano gritaban: “Lean, lean, que cuando lean van a estar de este lado”. “Salgan al sol, revienten”, diría Billy Bond. “Dejen la comodidad, partan por los caminos”, diría Breton. “Si las políticas de seguridad la diseñaran los de abajo la cuarta guerra mundial no sería este presente de muerte capitalista”, me dice el Jipi Matías en el bar de Mario parafraseando al Subcomandante Marcos, o Galeano, o Moises. Poné en la rocola una canción del Piti Álvarez.

Aclaración o Advertencia: Por si no se dieron cuenta pero estas charlas, relatos, columnas, son ficción. Ciencia Ficción Jipi

DIBUJO: Ignatz B



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