Por Lisandro Barrionuevo
“Nadie puede saber si un ciudadano es honesto
salvo porque proceda de tal manera,
y a esto lo podemos conocer por medio de este sistema.”
Juan Manuel Cid, legislador de Unión por Córdoba
Proliferación de ojos
En abril del 2007 se debatió y sancionó en la Legislatura la Ley 9.380 que reglamenta la implementación y el uso de la video vigilancia por parte de la Policía de Córdoba como táctica de seguridad urbana. Desde esa fecha hubo 20 cámaras en la ciudad de Córdoba, ubicadas en lugares de intensa circulación (principalmente rotondas y puentes). En Marzo del año 2010 se colocaron 16 cámaras distribuidas entre la Maternidad Provincial, el Hospital Pediátrico, el Hospital Neonatal y el Hospital Misericordia para evitar el robo de bebés.
Hasta ese entonces las cámaras eran controladas por policías en una central de monitoreo ubicada en la calle Independencia, en el centro de la ciudad. El 26 de octubre del 2010 se hace un acto por la instalación de 35 nuevas cámaras y la inauguración de la nueva sala de control: el Centro de Control Video Operativo Provincial (C.C.V.O.P.). El mismo consiste en sala que se ubica en el cuarto piso del edificio de la central policial y forma parte del tejido de nuevas tecnologías con que la Policía potencia sus fuerzas: call-center, helicóptero con cámara infraroja, nuevos equipos de comunicación para gestionar operativos de calle, máquinas de duplicado de celular, etc.
Centro de Control Video Operativo Provincial. Fuente: http://www.policiacordoba.gov.ar/images/fotos/2502/5.jpg
En Junio del 2011, la Policía de Córdoba y la Secretaría de Deportes de la Provincia inauguraron un sistema de 13 cámaras que, conectadas al C.C.V.O.P., vigilan al Estadio Mario Alberto Kempes para reducir la violencia en los eventos deportivos.
Al mes siguiente, y a menos de un año del estudiantazo, el Ministro de Educación Walter Grahovac anuncia que se colocarán cámaras de vigilancia en las inmediaciones de 50 colegios públicos de la ciudad que presenten, según sus propias declaraciones “mayor conflictividad social”. La instalación de cámaras vigiladas por la policía se realiza “con la intención de prevenir hechos delictivos, venta de drogas y hechos de violencia”. En el mes de Abril de 2012, finalmente se presentan las cámaras instaladas en 60, no 50, escuelas cordobesas.
El mismo mes se anuncia un acuerdo entre el Ministerio de Seguridad y la Cámara de Comerciantes e Industriales Mayoristas de Córdoba (CCIMC) para aumentar las medidas de vigilancia en lugares claves para el comercio. El acuerdo consiste en la instalación de 36 cámaras, proceso que se concreta en Septiembre del 2013. Termina ese año, con 180 cámaras monitoreadas las 24 horas del día, los 365 días del año, por el Centro de Control Video Operativo Provincial.
Durante el año 2014, la Policía conjuntamente con el Poder Judicial instalan 6 cámaras en las inmediaciones del Palacio de Justicia-Tribunales I. A fines del 2015 se dio a conocer la licitación de nuevas cámaras para 300 puntos de la Ciudad de Córdoba (se instalaron, en algunos de esos puntos más de una cámara, llegando incluso a 5) y sus alrededores como parte del Plan Córdoba Más Segura.
Hoy, 11 años después de la aparición de la video vigilancia policial en la ciudad de Córdoba y alrededores, hay cerca de 1000 cámaras que distribuyen la mirada de la Policía por rotondas, puentes, calles, escuelas, hospitales y lugares de encuentro. Lo que debemos tener en cuenta es que en este proceso se habló de problemas muy diferentes: la prevención de delitos callejeros, el robo de bebés en hospitales, la violencia en el fútbol, la droga en las escuelas, las necesidades de comerciantes, etc. Pero para todos ellos se instaló la misma solución: allí donde estos problemas acontecen es necesario que haya cámaras de seguridad que permitan a la policía vigilar. A través de una técnica muy particular la Policía potenció su posibilidad de estar presente en cada vez más aspectos de la vida de la gente: la salud, la recreación, la educación, etc. Pero esto no es solamente obra de la fuerza policial, otras entidades públicas (el Ministerio de Educación, la Dirección de Deportes, el Poder Judicial, el Ministerio de Salud) y privadas (la Cámara de Comerciantes e Industriales Mayoristas de Córdoba) participaron activamente, además de una constante celebración por parte de los medios de comunicación hegemónicos.
La fuerza de las imágenes técnicas
El 26 de abril de 2012 Alejo Paredes, entonces Ministro de Seguridad de la Provincia de Córdoba presentó en el programa de Canal 12 El Show de la Mañana una serie de imágenes capturadas por el sistema de video vigilancia de la policía. La transmisión tiene como fin acercar a la gente las bondades de la video vigilancia: que se sepa que es útil, que está funcionamiento y que la policía tiene la capacidad de ver todo lo que ocurre. Incluso los eventos más efímeros pueden ser grabados y manipulados. El tiempo de los acontecimientos urbanos queda capturado por una técnica que permite rebobinar, ralentizar, hacer zoom, detener y desmenuzar la imagen, etc. La ciudad y todos nuestros gestos ingresan a la sala de edición.
En la exposición, Paredes nos explica lo que vemos: accidentes viales, una persona que intenta ingresar a una casa y la detención de un joven en una plaza. Me detengo en este último.
Desde un plano picado vemos a un joven, tranquilo en el banco de alguna plaza. No le vemos los ojos, lo tapa la visera. Saca algo de su zapatilla, lo desgrana con las manos, lo dispone con cuidado artesanal en un papel de fumar, mira a los costados y sin notar que está siendo filmado arma un porro. Lo esconde antes que lleguen dos policías, a quienes vemos ingresar en la imagen. Lo interrogan y él se hace el distraído. Pero gracias a las imágenes capturadas por las cámaras los policías ya han sido informados desde el C.C.V.O.P. de la situación. Nosotrxs, espectadorxs, también hemos sido informados y ya sabemos que él es culpable. Como voz en off, voz que no participa de la situación, sino que mira y explica desde un lugar privilegiado, Paredes nos cuenta que este operativo es parte de la política de lucha contra el narcotráfico, e insiste: él se hace el que no, pero los policías ya saben que tiene la droga en la zapatilla. A la vez que se nos recuerda que la policía batalla contra el narcotráfico, vemos a un joven cree que nos puede engañar, a nosotrxs y a la cana. Por más que se haga el vivo, va a ir preso. Por atrevido. Cuanto placer en una imagen: estamos del lado correcto de la cámara, y nuestros ojos gozosos pueden ver, desde la comodidad del hogar, como la justicia actúa sobre aquel que se cree vivo.
La secuencia termina cuando meten al joven en un móvil policial y cierran la puerta. Con esa puerta que se cierra se cierran también muchos sentidos. Las imágenes y el discurso nos brindan una versión de la realidad que se transforma en la única verdad disponible: el joven es un delincuente, y lo que está haciendo (armar un porro) es narcotráfico; la Policía batalla contra el narcotráfico; la ciudad y sus plazas son el escenario de tal batalla.
Secuencia ‘Detención en la vía pública’. Fuente: elaboración propia en base al video disponible en https://www.youtube.com/watch?v=QtY0UGGnqSM
Las técnicas no solamente se usan, ni solamente funcionan, sino que dialogan todo el tiempo con nuestros sentidos, y disparan en nosotros afectos. Nos posicionan en y frente al mundo. Harun Farocki nos enseñó que en la Guerra del Golfo, a través de la circulación en medios hegemónicos de las tomas aéreas realizadas desde aviones o desde misiles, imágenes que en principio estaban pensadas sólo para los ojos de los técnicos militares, lxs espectadorxs televisivxs fuimos invitadxs a la fuerza a identificarnos con el ejército norteamericano y su técnica bélica. Cuando las cadenas internacionales distribuyen directamente las imágenes capturadas por las puntas de los misiles que viajan a toda velocidad a destruir puentes, hospitales o bases enemigas, no hay lugar para el periodismo crítico ni independiente.
En este caso se trata de lo mismo. Las imágenes capturadas por la video vigilancia son peligrosas porque se nos presentan como verdaderas. Nos olvidamos que han las cámaras han sido colocadas en lugares elegidos por alguien, que han sido manejadas y enfocadas por alguien. Nos olvidamos también que las imágenes capturadas han sido seleccionadas, editadas, narradas y distribuidas por alguien. Ese alguien es la Policía de Córdoba. También nos olvidamos que al vivir asediadxs por el miedo, la angustia y la ansiedad que produce nuestra cotidianeidad, estas imágenes presentan a la policía como fuerza que puede evitar cualquier mínimo desborde que amenace nuestras precarias rutinas. Así, los sentidos que movilizan el video y el relato se pegan como cemento en nuestros sistemas nerviosos, perceptivos y afectivos. La circulación de estas imágenes, en principio solamente pensadas para los ojos de la policía, nos invita a mirar la ciudad, los cuerpos, los gestos y las sustancias desde arriba, con ojos de cana. Nos ponemos la gorra, y nos ponemos los lentes.
Nuestra tarea tal vez sea construirnos nuestros propios lentes. Menos azules. Más rojos, más negros, más verdes, más violetas.
Topografía cordobesista
Toda técnica opera en el mundo divisiones. Tener una gomera en la mano hace que las cosas se aparezcan ante nosotrxs como blancos posibles. No es que por tener una gomera automáticamente vamos a empezar a repartir piedras y bulucas a todo lo que compone nuestro barrio, pero si alguna parte de nosotrxs desea hacerlo, con la gomera en la mano sentiremos cómo nos quema en las manos la posibilidad. Si la gomera logra enganchar con algo de nuestros deseos vamos a ser convocadxs a actuar. Y una vez instalada la posibilidad, la gomera establece una diferencia entre quien tiene la posibilidad de disparar y quien tiene la posibilidad de recibir sobre su cuerpo el impacto. Y no es lo mismo estar en esas dos posiciones. Así como no es lo mismo estar de un lado u otro del fusil, del muro o de la cámara de seguridad.
Toda técnica opera en el mundo conexiones. Ningún artefacto o gesto opera solo en el mundo, todos ellos se conectan con el mundo que ya existe conformando redes. Una gomera no es nada sin la forma de fabricarla, sin el deseo de disparar, sin bulucas o piedras disponibles y sin que alguien o algo se vuelva un blanco posible. Por eso, una gomera no va a ser lo mismo en el paseo solitario de unx niñx por el monte, que experimentará el deseo de dañar y la empatía con las aves que sufren al recibir sus proyectiles, que en una jornada de lucha contra el ajuste en la que una organización social coordina cientos de gomeras con cientos de brazos que pican el asfalto urbano para intentar repeler las agresiones policiales.
Las técnicas se conectan con las jerarquías de la sociedad y las profundizan, nos llaman a realizarlas, a habitar el mundo desde ellas. Las técnicas tejen redes con, en y a través de la vida que llevamos adelante como sociedad. El caso de la video vigilancia no es distinto. Esta enorme tecnología de seguridad no viene a modificar demasiado las cosas, más bien potencia las que ya estaban. Diversas personas vinculadas a esta medida han dicho por diferentes medios algo que resulta obvio, pero a la vez escalofriante por su sinceridad, es decir, por su cinismo. Podríamos resumirlo citando a Sergio Vignetta, quien fue Comisario Mayor, entrevistado, otra vez, por El Show de la Mañana:
“Tengamos en cuenta que el sistema de video vigilancia no nos ayuda mucho a combatir el delito mayor sino que sí nos ayuda mucho a combatir lo que nosotros determinamos es el delito callejero, el delito menor, que es el delito que realmente nos molesta como ciudadanos. Es este delito de hurto, que te roban la mochila, que te roban el celular, el arrebato en la moto. Este delito ha sido muy atacado con este tipo de seguridad.”
A nosotrxs, ciudadanxs, nos molesta realmente sólo un tipo de delito: el delito menor. La video vigilancia cordobesa filma las plazas, las rotondas, los puentes, las calles. Filma el hospital y la escuela pública. Vigila la tribuna del estadio de fútbol. La mirada está orientada hacia aquellos lugares donde pueden acontecer los delitos que llevan adelante las clases populares: los micro delitos. Las cámaras no filman hacia adentro de Tribunales, ni hacia adentro del Panal. Tampoco enfocan hacia adentro de la Cámara de Comerciantes e Industriales Mayoristas de Córdoba. Y mucho menos filman los pasillos y las oficinas de la Central de Policía. Puede parecer una obviedad, pero nunca debemos olvidarlo: las cámaras de video vigilancia filman el espacio público y no donde se gestiona el delito mayor.
Hay un hecho que pone de manifiesto esta selectividad de la mirada técnica de manera alevosa. Durante el juicio por la desaparición de Facundo Rivera Alegre, el Rubio del pasaje, sus familiares supieron que existían cámaras de video vigilancia en el lugar donde sospechaban había sido secuestrado. Al solicitar el acceso a las imágenes capturadas, la Policía les entregó algunos fotogramas. Sabemos que un segundo de video se compone de al menos 24 fotogramas. Por hora tenemos entonces cerca de 86.400.
La fuerza policial puede explorar esos 86.400 cuadros por cada hora filmada por cada cámara colocada en casi mil puntos de la ciudad. Puede desarmar esos fotogramas, combinarlos, realizarles acercamientos, compararlos. Puede ver día a día, noche a noche, quién va o quién viene a qué hora y de dónde. Filma la entrada a sedes de partidos políticos, gremios o templos. Recorre con su mirada inquieta lugares de encuentro de la juventud, lugares donde se ama, se odia, se consume, se trama la vida. Quienes estamos del otro lado podemos acceder a un par de fotogramas de alguna cámara en el marco de un juicio por la desaparición de una persona. Quienes estamos del otro lado podemos acceder a las imágenes seleccionadas y editadas por la propia policía, narradas por Alejo Paredes y transmitidas por El Show de la Mañana.
Así como el actual Código de Convivencia, continuación del viejo Código de Faltas, instrumenta un poder de vigilancia y gestión del espacio público que desplaza, encierra, tortura y asesina a los cuerpos considerados menos valiosos, la mirada que promueve la video vigilancia es violentamente asimétrica, tanto como por sus características operatorias como por el sistema jerárquico e injusto que profundiza y potencia.
Mirar la protesta social
La video vigilancia policial también se inserta en el tejido ético de nuestra sociedad, en el que el espacio público es el reflejo y el soporte de la concepción de libertad que día a día se profundiza desde los medios hegemónicos y el Estado. Un excelente ejemplo de ello es la argumentación que el legislador Mosquera, también de Unión por Córdoba, esgrimió en el debate parlamentario de la ley 9.380:
“Me he indagado acerca de la libertad como uno de los valores superiores que puede ser, de alguna manera, afectada por este proyecto de ley y me pregunto: ¿quién se siente más libre, el ciudadano que transita las calles públicas y acude a lugares de acceso público sabiendo que existe un sistema de seguridad instituido en su propio beneficio, o el ciudadano que está encarcelado en su propia casa, tras las rejas que tuvo que poner porque es un rehén y un prisionero de la inseguridad? ¿Quién es más libre en estas dos hipótesis? Por eso, es un gravísimo error –a mi criterio- pararse frente a esta norma imaginando que es una ley que va en desmedro de las garantías individuales, todo lo contrario, desde mi humilde punto de vista es una ley que va en favor del ejercicio de las libertades individuales.”
La libertad es, desde esta posición, ante todo individual, y es libertad de circular sin ser molestadx. En este punto aparece otro de los blancos de la mirada tecnificada de la policía: la protesta social. Una de las características a la que se enfrentan los movimientos sociales, organizaciones y partidos políticos combativos en los últimos años es el recrudecimiento de la represión y la criminalización de la protesta social. Teniendo ese factor en cuenta y sabiendo del extenso y cruel historial de represiones a manifestaciones sociales con que cuenta la Policía de Córdoba, es que me pregunté si la video vigilancia tendría alguna función particular en los operativos que se despliegan frente a protestas, y, si la tiene, cuál es esa función.
En el año 2013, luego de una cantidad innumerable de trámites, logré visitar el Centro de Control Video Operativo Provincial en el marco de una investigación académica. El tema de la video vigilancia actuando en la represión y criminalización de la protesta social se hizo evidente sin que hiciera falta elaborar preguntas. En esa instancia pude entrevistar a la Comisario a cargo del C.C.V.O.P., quien me mostró una serie papeles que, según ella, contenían las instrucciones para quienes operan las cámaras además de una serie de protocolos de acción frente a distintas situaciones. Entre otras, mencionó las manifestaciones. No pude ver nada más al respecto, puesto que el acceso a tales protocolos está vedado al público.
Luego de esa entrevista, en la sala de monitoreo de cámaras nos explicaban el funcionamiento de los artefactos, las tareas básicas, etc., cuando avisaron a alguien de la sala por teléfono que había una manifestación. Varias de las personas que manejan las cámaras enfocaron entonces a los manifestantes. Mirando los monitores pude ver (gracias a la aterradora buena resolución de la imagen y al poderoso zoom) que la manifestación consistía en dos columnas de personas que llegaban desde la calle San Jerónimo y desde el nudo vial del Hombre Urbano hacia el Panal. Se trataba, según pude observar por las banderas nítidamente enfocadas desde la distancia, de una manifestación del Sindicato de Empleados Públicos.
Las personas encargadas de controlar las cámaras que enfocaban a la manifestación se compenetraron en su tarea. Cada tanto hablaban por el radio a las fuerzas dispuestas en calle o comunicaban a la encargada del salón lo que veían (“vienen 20 más por la vereda del frente”, “van a cortar la calle”, “corten camino por la otra manzana”). En ese momento la encargada de la sala me avisó que tenía que retirarme ya que empezaba un operativo. Si bien no pude conocer en demasía el procedimiento que se activa en la video vigilancia policial para mirar a las manifestaciones, sí pude constatar que forma parte de los aparatos de control de la protesta social. Cuando gremios, partidos políticos combativos, estudiantes, organizaciones y movimientos sociales se apropian del espacio público la video vigilancia se activa como parte del dispositivo de control y represión a la protesta social.
La ciudad como infraestructura política
El faro es una antigua máquina lumínica que se insertó en la gestión de las circulaciones en el mar. Cerca de la costa, o adentrado en aguas, este artefacto funciona como referencia en zonas de tránsito marino. Una arquitectura imponente que se hace ver y se constituye aparato de seguridad en las circulaciones, para navegar sin perderse y llegar a buen puerto.
En junio del 2011 se inauguró en el Parque Sarmiento de la ciudad de Córdoba, lejos de cualquier costa, el Faro del Bicentenario. En principio podríamos decir que esta arquitectura tiene un sentido meramente simbólico, en tanto se eleva 102 metros para hacerse ver por lxs vecinxs. Es un monumento.
Sin embargo, y más allá de su imponencia, la altura del Faro del Bicentenario hizo que fuera elegido como punto de retransmisión de las señales de la video vigilancia policial. El caso es que el tipo de señal requerido para transportar las imágenes capturadas por las cámaras se comporta como un haz de luz: no puede rebotar en los cuerpos sólidos ni atravesarlos. Esto hace que para la transmisión sea necesario un camino visual ininterrumpido entre cada cámara y el C.C.V.O.P. Cada cámara posee una antena que emite las imágenes captadas y recibe las ordenes de cómo moverse y qué enfocar, y la misma apunta directamente al retransmisor que hace de nexo con la Central de Policía. Por eso, muchas antenas de las cámaras de vigilancia apuntan al Faro del Bicentenario, que no es otra cosa que una antena gigante. Otros puntos de retransmisión de señales son el edificio en el que se encuentra la sede de la Cámara de Comerciantes e Industriales Mayoristas de Córdoba, la torre blanca y naranja que está en la Ciudad de las Artes y una de las Torres Gama de la Av. Colón.
En este punto es importante recordar la reflexión acerca del devenir ambiental del poder que el Comité Invisible nos comparte en A nuestros amigos:
“Nadie lo ve porque todos lo tienen, en todo momento, ante sus ojos: bajo la forma de una línea de alta tensión, de una autopista, de una rotonda, de un supermercado o de un software de computadora. Y si está oculto, es como una red de alcantarillas, un cable submarino, fibra óptica corriendo a lo largo de una línea de tren o un datacenter en pleno bosque. El poder es la organización misma de este mundo, este mundo ingeniado, configurado, diseñado. Aquí radica el secreto, y es que no hay ninguno.”
Deleuze, en su Postdata sobre las sociedades de control señaló al ruido como peligro pasivo que enfrentan las máquinas de información. El ruido es la interferencia, la interrupción, que introduce el medio en la circulación de los mensajes. En el caso de la video vigilancia policial ese ruido está dado por interferencias físicas a la transmisión, por objetos que el mismo medio no deja de meter en un camino que debería estar despejado.
La transmisión de datos ha potenciado la capacidad policial de vigilar la ciudad, de controlar el espacio público. Pero allí también se esconde su debilidad. De hecho la policía comenzó una batalla contra el arbolado urbano que crecen en las vías de transmisión y contra los horneros que construyen sus nidos en las antenas. El granizo implica millones de piedras cayendo desde el cielo, interfiriendo en todos los puntos posibles la transmisión de datos, por lo que cada vez que acontece la Policía y su aparato de vigilancia se enceguecen. ¿Será una posibilidad transformar este peligro pasivo en uno activo? ¿Será posible la utilización estratégica de la interferencia del medio como forma de enceguecer a la policía? ¿Será que el sabotaje aún es posible y también es factible en nuestras ciudades del siglo veintiuno?
Textos consultados
- Harun Farocki, La guerra siempre encuentra una salida. En Harun Farocki, Desconfiar de las imágenes. Editorial Caja Negra. Buenos Aires: 2015.
- Donna Haraway, La empresa biológica: sexo, mente y beneficios, de la ingeniería humana a la sociobiología. En Donna Haraway, Ciencia, cyborgs y mujeres. La reinvención de la naturaleza. Ediciones Cátedra. Madrid: 1995.
- Comité Invisible, A nuestros amigos. Editorial Hekht Libros. Buenos Aires: 2015.
- Gilles Deleuze, Postdata sobre las sociedades de control. En Christian Ferrer (compilador), El lenguaje libertario. Antología del pensamiento anarquista contemporáneo. Editorial Altamira. Buenos Aires: 1999.