Por Tomás Astelarra
“Si éramos un país generoso, fértil, abundante. Yo no sé en qué momento un boludo puso un almacigo de boludos y no pudimos pararlo ni con el glifosato de Monsanto. Aunque pensándolo bien, quizá fue un hijo de puta que puso un almacigo de boludos”
Tato Bores, adaptado por Javier Vicente
A pesar de la imposición en la agenda mediática tanto hegemónica como alternativa de la crisis económica del gobierno de Cambiemos como una novedad, el análisis de su política y acciones de gobierno, como así también el devenir del llamado “sistema capitalista”, no trae más sorpresa que el resultado de una economía para pocos, sustentada en el consumo, el extractivismo y un plan de muerte y confusión. Algunos perjudicados se avivan. Otros siguen leyendo las noticias. Que no son noticia.
Todo análisis económico se basa en “supuestos”. También en marcos de análisis. Y no son concluyentes. No más allá del devenir individual y colectivo y los trazos que en ellos y ellas dejan las consecuencias materiales y psicológicas de sus devaneos.
Me gustaría traer a memoria a tres pensadores de los tiempos que corren. Y una pensadora (disculpándome por infringir los cupos de género). El chileno Manfred Max Neef en su libro La economía desenmascarada: del poder y la codicia a la compasión y el bien común, describió detalladamente como empoderando ciertos intelectuales sobre otros el “poder” nos ha impuesto la visión de la economía como una ciencia exacta. Ni ciencia social ni humana. Lejos del hogar, la familia, la madre tierra, que nunca fue exacta.
“La estadística es esa maravillosa ciencia según la cual si un hombre murió de hambre y otro se empachó con un pollo, los dos comieron medio pollo”, decía el italiano Humberto Eco. La periodista canadiense Noemi Klein describió en su libro y documental La Teoría del Shock, como las torturas de la CIA influyeron en las teorías económicas de Milton Friedman y la Escuela de Chicago, donde las tragedias humanas eran de máxima utilidad para imposición de reformas neoliberales y afines a las clases dominantes. Sucedió en la dictadura de Pinochet y por primera vez en un gobierno democrático en Bolivia, en el regreso y cuarto gobierno del líder del Movimiento Nacional Revolucionario (MNR), Víctor Paz Estenssoro en los ochentas (como si Menem fuera una reencarnación del Pocho Perón). El modelo sería imitado por la Polonia de Lech Walesa o la Sudáfrica de Nelson Mandela, o la Rusia de Boris Yeltsin, entre otros. A río revuelto, ganancia de pescadores.
El intelectual y periodista uruguayo Raúl Zibechi se cansa de decir que nos encontramos no frente a una crisis económica, ni alimentaria, ni social, ni nuclear, sino frente a una “crisis civilizatoria”.
De Yapa: el también economista de la Escuela de Chicago, Robert Emerson Lucas, Jr (nada que ver con la guerra de las galaxias) ganó el premio nobel por su teoría acerca de las “expectativas racionales”. Básicamente dice: “Si la gente cree que va a haber inflación, va a haber inflación”, o “Si la gente dice que va a subir el dólar. Va a subir el dólar”. Básicamente dijo los mismo que Max Neef, no tan claro. La economía es una ciencia humana y por lo tanto psicológica. Si el almacenero de la esquina cree que la inflación va a ser alta, por las dudas sube los precios. Y provoca la inflación. Después están los que aprovechan la crisis y el caos para robarse los recursos o sacar más ganancias. A río revuelto ganancias de pescadores. Decime quien tiene la sartén por el mango, y te decimos quien va a comer rico y quien está frito. Igual todos comieron medio pescado.
La estadística y los analistas económicos
Los datos con los que se analiza la coyuntura económica siempre han sido manejados para uno u otro lado. Así como es visible en medios hegemónicos y la percepción general de la gente la corrupción K pero no la descarada orgía de vaciamiento empresario y financiera de Cambiemos, de igual manera la intervención en la labor del INDEC para “maquillar” los índices de inflación es un poroto al lado del “chamullo estadístico” mediante el cual el gobierno de Mauricio Macri reduce la pobreza, muestra a las empresas energéticas y de otro palo como pobres víctimas y pretende haber reducido el “déficit fiscal” (esa cosa que nadie sabe bien como se come, pero parece que hay que recortar, cada vez más).
El ex ministro de Economía Alfonso Prat Gay se las vio negra para explicar como el déficit fiscal dejado por el kirchnerismo de 2,3% del PBI pasaba a ser 7%. “El porcentaje de déficit fiscal se calculó utilizando la metodología usual, que respetan todos los países y que proviene del Manual del Fondo Monetario Internacional. Pero en su conferencia de prensa, Prat-Gay decidió utilizar otra metodología, de su invención. El objetivo era “elevar” ese déficit para que cumpliera el papel propagandístico”, acusaba el ex ministro Axel Kicillof (la explicación completa del chamuyo estadístico pueden googlearla en un artículo de Página 12 firmado por él mismo. No soy kirchnerista, pero a mí me convenció).
Para 2016 los medios hegemónicos anunciaban que el gobierno había cumplido los objetivos de déficit fiscal. El monstruo medía 4,6% (primario, sin incluir pagos de intereses, con un nivel de endeudamiento creciente). Sin embargo muchos medios alternativos u opositores aclaraban que el déficit era mucho mayor, 5,9%. En 2017 el déficit primario (tapa de los medios hegemónicos) era 3,9%. Pero incluyendo el pago de deuda llegaba al 6,1%. Hasta un columnista de Ámbito Financiero dijo que era el más alto de la historia después del Rodrigazo y la híper de Alfonsín.
Insisto, los números son una anécdota, la pregunta es: ¿Pero cómo sigue creciendo el déficit fiscal si echaron no sé cuántos miles de empleados del CONICET, la secretaría de agricultura familiar, el INTI, el INTA y a todes les ñoquis kirchneristas? ¿Será que en su lugar pusieron expertos asesores de la UCA o el JP Morgan, ex gerentes de empresas que cobran un sueldo igual a diez o quince salarios de los anteriores? ¿Y las tarifas, y el cierre de escuelas, y el agujero que están dejando en el PAMI? ¿Será que se redujeron las retenciones al campo, los cánones de las mineras y hasta el impuesto al champagne y los autos de lujo?
La alquimia del déficit fiscal de Cambiemos no fue solo de tijera, fue de bricolaje. Cortar y pegar en otro lado. Interesante la entrevista el año pasado del periodista Marcelo Longobardi al líder del MTE-CTEP Juan Grabois cuando ante la acusación de que los piqueteros “vivían del estado” y “extorsionaban al gobierno con sus cortes de ruta”, el amigo del Papa Francisco le preguntó “¿Pero acaso el medio donde usted trabajo no recibe subsidios y a través de sus noticias extorsiona al gobierno para quedarse con el negocio del internet o el fútbol para todos?
Igual que los palestinos son terroristas y el estado de Israel la niña mimada de la diplomacia internacional. Igual que ahora hay ecoterroristas y no empresas que rocíen veneno sobre nuestros niños o contaminen nuestras aguas. Igual que los mapuches son usurpadores de tierra y el gringo Benetton un buen ciudadano amigo. Así también es vago el que levanta la pala todos los días en la obra y a veces se queda sin laburo y no el que gana dinero en una computadora especulando en el mercado financiero. Claro, estos segundos son amigos de Macri, Caputo, Magnetto y los que tienen la sartén por el mango. El resto estamos fritos.
A mayor choreo y regalos pa los amigos, mayor déficit fiscal, mayor deuda, suba del dólar, inflación. Que los capitales son golondrinas, los exportadores de granos se guardan los verdes en el bolsillo hasta que suba la divisa, y la devaluación beneficia a las grandes empresas exportadoras y los fondos buitres, no es novedad. Pero este gobierno necesitaba el “shock” de la corrida financiera, la inflación y el FMI para imponer un mayor “ajuste” sobre la torta que le toca al pueblo. La de ellos no se toca, como tampoco es para ellos el chamuyo de la “austeridad”. Como me dijo el Jipi Matías en el bar de Mario: “El gradualismo no es como implementan políticas. El gradualismo es como nos rompen el orto”.
La resistencia popular
Profesor de la Universidad Di Tella, panelista de Animales Sueltos y co-conductor del programa radial "Política y pelotas”, en una editorial de La Nación, el economista Sergio Berensztein (nada que ver con Tato ni con el vástago ese maldito que dejó en Clarín) destacó que al revés de otras crisis económicas en Argentina, está nos agarraba, desoyendo al general Perón, desunidos y desorganizados, con una fuerte fragmentación del espectro político y sindical. En su nota “Evaluación de daños después del sofocón”, asegura: “Este enorme desafío encuentra a la política argentina muy debilitada. Sin partidos políticos fuertes, sin una masa crítica de líderes entrenados y afines a las complejidades de una negociación que, por definición, será ardua y estará impregnada de especulaciones electorales, se debe resolver una cuestión enrevesada (un régimen de alta inflación septuagenario) sin los mecanismos elementales con los que contaron las democracias contemporáneas”. Y Agrega: “Al margen de la crisis de la política, la sociedad civil también está fragmentada. El sector privado y el sindicalismo carecen de organizaciones y líderes con influencia, legitimidad y prestigio para contribuir a contener, ordenar y procesar las demandas ciudadanas en esta gran gesta nacional que implica derrotar a la inflación. Esto justifica el temor que existe tanto en el Gobierno como en muchos inversores: incluso si se alcanzaran los consensos necesarios entre la clase política para reducir el gasto público, las reacciones de una sociedad (sobre todo, de los sectores medios) acostumbrada al proteccionismo y al festival de subsidios pueden ser imprevisibles”.
Vuelvo a recordar a Raúl Zibechi cuando al hablar de su teoría de “Arcas de Noé” y de la importancia de pequeños focos de resistencia y creación de un mundo nuevo, aconseja pequeñas estructuras entrelazadas y no grandes organizaciones que no puedan caer en la tentación del “verticalismo” o “líderes” donde desembocan todas las ilusiones y responsabilidades del pueblo, perdiéndose el camino de la autonomía. Esa masa rebeldes a las que el gobierno tanto teme que hasta ha decidido dejarle los subsidios y hasta entregarle un poco más por miedo a que le tomen las calles, los ministerios y hasta quizás los hagan salir en “helicóptero”, cual es la voluntad del kirchnerismo, que gracias a esas masas pudieron tejer su poder (al entender de muchas, una vez más, negociando con los de arriba a través de una estructura que dejó huérfanas a las masas tras su caída).
Berensztein no solo da entender, sino aclara, que cuando dice “sociedad civil” se refiera a la clase media que ha sido la más afectada por las políticas económicas de Macri. Quizá no esa masa popular semiorganizada que en el rebusque y su historia de carencias o verdadera austeridad, quizás, psicológicamente haya sufrido menos la crisis que las clases medias. Porque a su vez ha ido tejiendo la autonomía de cooperativas de trabajo, copas de leche, sistemas de crédito comunitario o mecanismos de autodefensa para el extractivismo y la represión. Porque todos y todas sabemos que el plan último para esas masas semiorganizadas es, al igual que en Colombia, México, Honduras o Paraguay, la llamada “limpieza social”.
Más allá de las balas, por alguna extraña razón, el gobierno aún decide no dejar explotar la olla, hacerse los buenos, mantener los planes sociales, parlamentar con sus líderes, hasta decir que el FMI no pide recortes por ese lado...Les sirve para decir: “Ven que somos humanos”.
La creatividad del Buen Vivir
“¿Vos tenés dólares? Yo no. Lo único verde que tengo son mis plantas. ¿Cuánto puede subir el arroz? Quizá me afecte que suban mucho los clavos o las bolsas de cemento. ¿Pero cuánto pueden subir? ¿Querés luz? Tengo panel solar ¿Cuánto puede subir la garrafa? Y si me rompen mucho las pelotas cocina con leña. La crisis es para los giles”, insiste el Jipi Matías en el bar de Mario.
Seguramente hablando de clases medias, es mucho mayor la capacidad, la resiliencia para afrontar esta crisis de las jipis neorurales que las intelectuales urbanas. Por ejemplo aquellos empleados del estado que mantuvieron un esquema de consumo del que es muy difícil bajarse, muchas incluso han debido dejar de lados sus ideales éticos o políticos para conchabarse con el nuevo gobierno o las migajas publicitarias del kirchnerismo. Pero para aquellos que hace años descubrieron que la crisis es civilizatoria y no económica, los tiempos que corren son una oportunidad más para reforzar la autonomía, el empoderamiento de las formas de subsistir más allá del dólar o las noticias económicas, el precio de las tarifas y el costo de la tecnología importada. Muchas organizaciones cooperativas o autogestivas que han sabido utilizar las migajas del kirchnerismo para empoderar su autogestión no han sufrido los embates de la crisis macrista. Porque vamos a ser sinceros, por más que a la derecha le guste decirlo, los K no fueron Chávez, ni Argentina es Venezuela. Con una población menos dependiente a un comodity como el petróleo, con historia campesina y de formación política e intelectual, el kirchnerismo no aprovechó para generar el poder popular, la masa semiorganizada, la economía autogestiva y cooperativa, para resistir los tiempos que corren. Les tiró un hueso, sí. Pero prefirió apoyarse en las viejas estructuras, inventar grandes medios y juventudes politizadas por internet que quedaron huérfanos sin sueldos de clase media alta. Si hasta aquellas estructuras semiorganizadas con quienes se alió resultaron siendo “traidores” por negociar a través de la presión popular con el actual gobierno.
Digamos que hay tres pendientes. La del sistema capitalista, la de los gobiernos progresistas, y la de los actuales gobiernos de derecha. Para aquellos que siempre supieron que había que barrenar en las difíciles aguas de la primer pendiente, la diferencia entre la segunda y la tercera es menor. No son iguales. Pero van pal mismo lado. Desde esta perspectiva, la crisis económica, humana y civilizatoria no es novedad. Chocolate por la noticia.