Un poema que será un hit:
En tren
Voy en tren. Lo he tomado en el mismo corazón de la Pampa, junto al río de los areneros, y me voy hacia el sur desde donde vienen girando los médanos. El tren quiere adormecerme, pero no me adormezco. Espero ver los cardos violáceos abrirse, espero la lenta llegada de los pueblos. Sampacho, Succo, no me adormezco. Antes quiero saber, preguntar, que me cuenten. Y entre nubes de tierra y de tabaco negro, Saturnino Barzola, el hombre de mi lado, ya no es un misterio. “Tengo tres hijos –dice– y he limpiado un campo de poleo. Pero cuando el maíz madure, cuando comience el frío, me echarán del rancho, me arrancarán del suelo”. Saturnino Barzola ya no es un misterio. ¡Cuánto quisiera que el tren se convirtiera en toro y lanzara bramidos de fuego! Los que trabajan en el campo no son sus dueños. Siembran para otros semillas y sangre dejan en la tierra marchitar sus huesos. Voy llegando a un pueblo, diré que a mi pueblo. ¡Adiós, Saturnino! Aquí, en una tumba, están mis abuelos Lucía y Silverio que murieron locos, murieron de miedo, porque a ellos también les robaron los panes, a ellos también les royeron los huesos.
Glauce Baldovin
El miércoles 23 de mayo, a las 18 horas se presentará en el Museo de las Mujeres, Rivera Indarte 55, el libro Mi signo es de fuego, que reúne la poesía completa de Glauce Baldovin.
El tomo, publicado por Caballo negro editora, es parte de la colección En obra, que ya aloja los cuentos completos de Elvio Gandolfo y de Daniel Moyano.
El volumen de Glauce Baldovin reúne 22 libros, de los cuales 4 permanecían inéditos, cuenta con textos introductorios de Elena Anníbali y Julio Castellanos, y lleva como portada una pintura realizada por el artista plástico Federico González, nieto de la poeta.
La aparición de este libro es un acontecimiento extraordinario para el mundo de la literatura, al tratarse de, probablemente, la mayor poeta de Córdoba, que hasta el momento había sido publicada parcial y esporádicamente.
De la presentación participarán María Teresa Andruetto, Elena Anníbali, Lucas Tejerina, Alejandra Baldovin, Alberto Rodríguez Maiztegui, Leticia Ressia y Los incendiados, y también habrá una intervención de Julio Castellanos, histórico editor de Baldovin.
Se recomienda asistir con puntualidad dada las dimensiones de la sala.
Glauce Baldovin nació en Río Cuarto en 1928 y falleció en Córdoba en 1995.
Lectora voraz y autodidacta escribe desde temprano. Participa en varias publicaciones, como la revista Mediterránea, dirigida por su hermano en la década del 50 y Vertical, entre otras.
No es hasta 1987 que su obra empieza a ser publicada con Poemas su primer libro editado.
También dictó talleres y su casa siempre estuvo abierta para lectores y escritores más jóvenes que aún hoy reconocen el legado de Glauce.
Compartimos la contratapa del libro, por Elena Anníbali:
Muchas veces me he preguntado cómo resiste un ser humano el –y en el– despojo, cuál es esa zona de resistencia, cómo o para qué alienta la creación y crea, a su vez, una obra inmensa, compleja y profunda, además, desde lo literario y desde lo ideológico. Porque, ¿cómo ponderaríamos una obra semejante sólo desde los aspectos retóricos o estilísticos?
A la Historia –dicen– en tanto relato oficial y de conveniencia, la escriben los vencedores. Pero detrás, a los costados, por encima, evadiéndose por las grietas que va generando el mismo relato clausurado –por ofrecerse a sí mismo como la Verdad– aunque irresoluto, aún, por hallarse siempre en construcción, van colándose la memoria personal, la memoria social, que complejizan y muchas veces socavan aquella primera Verdad, no siempre porque estén operando con esa intención, sino porque actúan discursivamente a contrapelo, ofreciendo versiones alternativas para la lectura de la realidad.
Escribir sobre el despojo, siendo testigo de una época, de una condición del hombre materializada en lo abyecto, escribir desde la intimidad y el dolor privado, pero como participación y ejecución de una memoria más delicada y compleja, porque es la memoria social, dejando pasar la luz, revelando, y proponiendo ese grito no como regodeo privado, sino como denuncia y participación de la verdad a los otros, y abriendo esa verdad posible salvarse, colectivamente salvarse.
*Foto: Bibiana Fulchieri