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Raúl Sendic. Organizando solidaridades desde abajo

Por Lucas Peralta

En la trayectoria militante de Raúl Sendic varios rasgos son dignos de rescatarse, pero dos particularidades suyas se destacan a través de las enseñanzas de la historia. Lo más característico fue, sin duda, su humildad y predisposición para encarar todo tipo de tareas y el encomiable trabajo por aunar a los distintos actores del amplio espectro de la izquierda oriental. Fue Sendic un dirigente sindical, un militante popular y un líder guerrillero. Pero por sobre todas las cosas fue un gran organizador social. Así, paciente y tenaz en este trabajo, obstinado en la necesidad de la “patria para todos” se encargó de generar, según lo plantea Samuel Blixen (su principal biógrafo) “un remolino de hechos” en la historia del cambio social en Nuestra América.

Sembrando justicia, organizando solidaridades desde abajo Raúl Sendic sentó sus bases en la zona rural del norte del paisito –el lugar más olvidado del Uruguay- desde donde comenzó su trabajo gremial. Ya recibido de Procurador, impulsó y concretó, tras años de silencioso de trabajo, el tres de septiembre de 1961, la formación del primer sindicato de azucareros del Uruguay: UTAA (Unión de Trabajadores del Azúcar de Artigas). Si bien estos no fueron sus primeros pasos, dada su militancia desde 1948 en el seno del Partido Socialista, sí se convirtieron en los más notorios. Aquellos sujetos deshablados, aquellos peones desharrapados ya contaban con su pertenecía. Ya estaban organizados y echaron la falta a un sistema germinal de las doctrinas neoliberales en el continente.

Para los peludos de entonces la democracia y las conquistas sociales de antaño terminaban en los ejidos; las leyes obreras cesaban en el portón de los arrozales y de las remolacheras y en los propios de las plantaciones de caña. Adentro, pasadas estas tranqueras, se aplicaba única y exclusivamente la ley del patrón y el latifundio. Allá por los inicios del año 1961 se vislumbran las primeras acciones llevadas a cabo por Sendic y un grupo de compañeros. Esto es, el trabajo de concientización de los peones rurales. Una tarea paciente, por las noches, visitando a cada uno casa por casa y explicando las irregularidades del trabajo cotidiano. A esto le siguieron las asambleas, las tomas de tierras, los primeros campamentos y, como debía de esperarse, las primeras represiones.

Recorriendo los caminos polvorientos y olvidados de la patria oriental con el grito “UTAA. Por la tierra y con Sendic” los peludos de Bella Unión poblaron un espacio del que habían sido vedados. Las marchas cañeras lograron visibilizar no solo los problemas sociales que aquella “Suiza de América” que el agónico gobierno del viejo Batlle ya no podía seguir encubriendo, sino la incorporación de un nuevo sujeto social que no estaba dispuesto ya a seguir aceptando las migajas de los de arriba y dejando su vida en el trabajo. Raúl enseñó que la lucha no se circunscribía solamente al aumento del salario sino, como buen lector de Marx, que era necesario que llegara el día en que no hubiera que vender más la fuerza de trabajo; que la tierra tenía que pertenecer al hombre que la ha trabajado y que la ha regado con el sudor de su frente.

Los alcances de la lucha cañera, si bien ya contaba con algunos logros, necesitaba profundizarse. La intransigencia patronal iba de la mano con la complicidad estatal. Esto dio origen a una escala represiva contra los trabajadores organizados. El clima se iba espesando, como así también la radicalización de dirigentes y peones bajo la forma de autodefensa de masas. El Coordinador fue el organismo que se constituyó como apoyo militante al movimiento de los trabajadores cañeros. Éste, precisamente, coordinaba la acción de las distintas organizaciones y personas que estaban realizando el trabajo solidario. Sendic continúa organizando y construye este vínculo en el año 1962 con los anarquistas de la FAU, con el Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR), de orientación maoístas y con el Movimiento Revolucionario Oriental (MRO), de ideas castristas y pro cubanas. Esto es, que logra unificar esfuerzos entre quienes, en otros ámbitos militantes, solían priorizar sus rivalidades por sobre los motivos concretos de la lucha, solo que en esta ocasión primó la unidad de los parecidos para enfrentar a los antagónicos y donde los dogmatismos se dejaron en un segundo plano.

Y fue ahí, en el seno mismo de los peludos y en las acciones de El Coordinador que germinó el Movimiento de Liberación Nacional Tupamaros. Antes, en julio de 1963, se lleva adelante la expropiación de armas al Club de Tiro Suizo. Nada salió de acuerdo a lo esperado y Sendic debe pasar a la clandestinidad. Va y viene de un punto al otro del país siempre abocado a las tareas de la organización y a aglutinar todas las fuerzas posibles. Dadas así las cosas se lleva a cabo, a partir de las “tesis básicas” escritas por Eleuterio Fernández Huidobro en 1965, el simposio del Parque del Plata que da origen a los Tupamaros.

La feroz represión desatada por el gobierno del presidente Bordaberry dio con Sendic en una vieja casa de la calle Sarandí en la Ciudad Vieja. Si bien era buscado incansablemente él se había negado a abandonar el frente de lucha y decidió permanecer en Montevideo. Las fuerzas armadas volcaron veinte mil efectivos para apresarlo. La balacera fue interminable. Raúl Sendic resiste. Fue la tarde del ya clásico “Yo soy Rufo y no me entrego”, que les gritó entre tiros y que solo cesó cuando una bala le atravesó la cara. No se animaron a matarlo. Desde su detención, el 1 de septiembre del año 1972, permaneció –junto a Julio Marenales, José Mujica, Jorge Zabalza, Eleuterio Fernández Huidobro, Adolfo Wassen, Henry Engler y Mauricio Rossencoff, todos dirigentes de la Organización- catorce años en calidad de rehén, aislado y en condiciones infrahumanas en distintos cuarteles de las Fuerzas Armadas hasta que en el año 1984 es trasladado al Penal de Libertad, donde lo liberaron en marzo del año siguiente. La respuesta de Sendic cuando se le comunicó su calidad de rehén del régimen y que podría ser fusilado en cualquier momento fue terminante: “Podrán fusilarnos, pero no podrán detener la lucha del pueblo”.

¿Qué cuántas cosas tuvo que vivir y soportar en el pozo? Muchas. Pero poco importó eso al momento de la excarcelación. No lo pudieron quebrar. Ni bien recupera su libertad, Sendic apuesta, pone su cuerpo y todo de sí en la organización de un gran Movimiento contra la Pobreza. Se había perdido mucho tiempo y urge la recomposición de los sectores populares. Ni los años de ostracismo ni nada pudieron quebrantar su voluntad militante. Se dedicó a recorrer los barrios, hablando con la gente, organizando mateadas que fueron verdaderos foros de discusión y formación política de masas en torno a nuevos ejes políticos y nuevas prácticas de acción. La lucha por la tierra -siempre comprometido con la cuestión agraria-, la lucha contra la pobreza –vieja y nueva conocida de los pueblos del continente-, la deuda externa –herencia militar no excluyente del Uruguay- y la Reforma Constitucional pasaron a ser el centro de la reflexión política y se transformaron en la última y gran batalla de Sendic.

En diciembre del año 1986, el Bebe es el encargado de cerrar un multitudinario acto del MLN Tupamaros en el Estadio Franzini. Allí, en su alocución, plantea –una vez más, y van- la necesidad de la “unidad del pueblo por abajo” con el fin de concretar un Frente Grande más amplio que la coalición de izquierda ya existente que pueda hacer realidad aquella, su consigna favorita: “Habrá patria para todos”.

En el documento titulado “Marginados del mundo: unámonos” publicado el 15 de julio del año 1987 Sendic se pregunta y afirma cuestiones que todavía nos siguen interpelando: “¿Qué pasa con los desocupados expelidos por las nuevas formas de producción industrial y agrarias? ¿Se puede seguir tomando a esa desocupación como un fenómeno transitorio, superable no bien se atraviese esta etapa de recesión? La respuesta parece ser no. Inglaterra, por ejemplo, ha tenido un crecimiento sostenido durante la misma etapa en que su proletariado industrial bajó en más de un 20 por ciento (…) Mientras no podamos fusionar en una misma organización a ocupados y desocupados, con reivindicaciones y programas para ambos, mientras persista el afán de copar, de hegemonizar gremios y partidos y no haya lugar en sus direcciones para el pluralismo que hay en sus bases, mientras en los frentes permanentes, o en los circunstanciales para una lucha determinada del pueblo, no se le dé cabida por igual a todos los que están por esa lucha, mientras todo esto siga así: seremos parias económicos y sociales”. Insisto: en 1987. Más de diez años antes de los sucesos que dieron origen al surgimiento del movimiento piquetero nacional y su posterior discusión con los partidos de la izquierda tradicional de Argentina. El bebe, entre muchas de sus virtudes, contaba también con esta: miraba lejos; oteaba el futuro. Ya tenía un nuevo horizonte en el que actuar, nuevamente sumar actores a la organización y seguir construyendo poder popular.

Veintinueve años después de su muerte, las tareas vuelven a ser las mismas: Dejar de lado las mezquindades y aunar al cúmulo de organizaciones hermanas del campo popular con el fin de concretar una herramienta política de lucha acorde a los nuevos desafíos. Las lecciones de la historia tienen sus vueltas. Hay revolucionarios que se vuelven mito y al que se los monolitiza como únicos e irrepetibles. Pero están también los otros que, con su ejemplo siempre vigente, caminan por los pies del pueblo. Y el Bebe seguro que anda por ahí. Hablando bajito, diciendo fuerte y en la huella del cambio social.

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