Por Lea Ross
00. El mexicano Guillermo del Toro se llevó dos premios Oscar este año: mejor director y mejor película, ambas por La forma del agua. Pero detrás de la filmografía de este robusto, de pelo amarillento y poco esbeltos anteojos, hay una mirada escéptica que arrancó en su infancia. Formado en una educación católica, dejó las páginas de la biblia para luego hojear distintas ediciones de historietas, además de haber iniciado una fascinación por la anatomía de los invertebrados. En esa convergencia cristiana-entomológica, se esconde un artista que experimenta distintos géneros: históricas, fantásticas, de catástrofe, de superhéroes, y que a su vez se entremezclan entre sí. Insectos gigantes, demonios, monstruos humanoides o con tentáculos, faunos, hadas, vampiros y otras criaturas de naturalezas distintas son tomadas por las astas como exteriorización del propio costado monstruoso de la humanidad, llevándolo a un estilo clásico gótico, ante la inquietud propia sobre alguna entelequia que búsqueda la perfección.
01. El primer personaje que Guillermo del Toro muestra en la pantalla grande es un alquimista. Obtener la inmortalidad es una de una extrema belleza, por esa la obsesión por conseguirla. En su ópera prima Cronos, el argentino Federico Luppi encarna a un vendedor de antigüedades donde encuentra un pequeño artefacto, cuyo interior contiene un insecto que otorga la perpetuidad vital a cambio de succionar su sangre a quien lo confiera. “¿Quién le dice que los insectos son las verdaderas criaturas favoritas de Dios?”, señala un personaje. El caminar sobre el agua o resurgir después de una decapitación son habilidades bíblicas que solo los invertebrados saben conferir. Luppi muestra su curiosidad frente al artefacto, en particular al viviente que se esconde en su interior: “¿Qué eres, pequeño? ¿Un dios?”.
02. Mimic es el segundo filme de Del Toro y el primero de producción hollywoodense. Una película clase B, sobre cucarachas gigantes diseñadas modificadas genéticamente para combatir una epidemia y que ahora están fuera de control. Del Toro quebranta aquí una de las máximas del género del suspenso y el terror: la muerte de un menor puede catalizar la trama, pero no ser parte del desarrollo.
03. La mortandad de los menores es quizás una de las muestras más abominables que puede ejercer la especie humana para Del Toro, por ende su duda teológica. La búsqueda de la perfección humana es un atisbo que revela la crueldad destructiva.
04. Si los invertebrados (insectos, arácnidos, etc.) le generan al artista una especulación teo-biológica, los fantasmas son una metáfora de inquietud desde lo psicológico. Sus dos únicas películas sobre estos espectros -El espinazo del Diablo (nuevamente con Luppi) y La cumbre escarlata- parecen ser iguales, a pesar de transcurrir en épocas y lugares distantes. El fantasma es la condena o el precio de lo no cumplido: la soledad o la revancha son estadíos donde las almas convivieron en cuerpos que no lograron llegar a la divina perfección.
05. Matar a un menor de edad no es parte de un Dios. Así es como comienzan El espinazo… y El laberinto del Fauno: ambos adelantan en sus historias que un niño y una niña derramaran sangre. Curiosamente, en la misma época histórica: la guerra civil española, un escenario donde la noción de orden solo ha llevado a una barbarie alejada de lo precioso.
06. En Hellboy 2: El ejército dorado, el superhéroe rojizo se enfrenta a una enorme criatura, compuesta por células vegetales, que está acechando a la ciudad. Con su poderosa arma de fuego, Hellboy está a punto de destruirla de un solo tiro. Mientras escucha la orden de disparar, el príncipe Nuada le advierte que ese monstruo es el último de su especie. Que si llega a matarlo, nadie más volverá a ver a un ser parecido. Es en ese limbo, entre la orden militarista y la moral existencial, en que Hellboy configura su propia subjetividad sobre la raza humana y su posterior dimisión.
07. La forma del agua es la manera más explícita que ha tenido este cineasta para apuntar la multiplicidad de formas, pero no la del agua sino del Eros. La atracción entre Elisa y la criatura con rasgos anfibios se niega a ser platónica. A lo sumo, lo platónico es el “sueño americano” que tan simétrico y colorido quedan representados en la familia del villano de esta historia, el coronel Richard Strickland. Esa forma de vivir es la que dispara las fobias y racismos de esa sociedad, donde los únicos toques parisinos solo se podrían hallar en espacios arrinconados como un autobús o una vivienda que está arriba de un cine. El amor es multiforme, como la que tiene el propio espía soviético con el monstruo; no puede matarlo, porque él es un científico, ama el conocimiento. Y matar al monstruo, es matar el conocimiento.
Epílogo: La interrelación “amor” y “curiosidad” es la conclusión que arriba Del Toro en su premiada película: nuestra búsqueda de lo perfecto nos lleva a amar. Y amar es experimentar con el otro, con conocer el cuerpo del otro, como perfectamente sintetiza la escena de Elisa y el monstruo en el baño. Aquella pregunta que planteó Luppi, la responde Strickland al final: “Definitivamente, eres un Dios”. Su amor por los bichos es lo que le ha permitido a Del Toro conocer la cara de Dios.
Fotogramas: 1) Cronos / 2) El laberinto del Fauno / 3) Hellboy 2: El ejército dorado