Especial #24M
Por Tomás Astelarra*
Lenius Cantor Valencia es un caminante, nacido en Manizales Colombia, artesano y buscavida, lo conocí en Bolsón, le enseñé a manejar en Mar del Plata un auto que compró para irse de viaje por Latinoamérica, nos deleitó en la Quispe con sus cantos chamánicos wayunaikis, convivimos en una isla del Tigre y prometió ayudarme a construir mi casa aquella vez que anuncié que me venía a vivir a Traslasierra. Eso fue hace muchos años.
Finalmente llegó. Con una hija más y millones de experiencias y saberes, volviendo al pago después de visitar a su Locombia querida. Certifica lo que muchos sabemos: que no hay tal cosa como un acuerdo de paz, sino todo lo contrario, una escalada de crímenes paramilitares contra los pueblos y para el bien del modelo extractivista internacional. Ese que alimenta tu heladera y el wi-fi.
Por suerte el truculento relato se condimenta, como siempre, con algunos puchitos, cuartetos y birras en el bar del Mario.
“¿Che y allá qué onda los derechos humanos?¿Hay algo parecido a la marcha del 24 de marzo?”, le pregunta el Suipacha Kamacho.
“No es tan fácil parce. Son tantas las masacres que ya no es ninguna. Son tantos los años de opresión que las fechas se pierden. Son tantas las armas de destrucción masiva que ya no sabemos si nos matan los paracos, los milicos o hasta incluso la guerrilla, o tu vecino. O el glifosato, o el mal alimento, o la llamada limpieza social. A veces ni necesitan matarnos, basta con callarnos, criminalizarnos, meternos presos, matarnos de hambre u ofrecernos comodidades que nos obligan a aceptar el silencio cómplice de la sociedad de consumo. Incluso, mire que curioso: Ni siquiera han necesitado gobiernos militares. Matan en democracia. La cuarta guerra mundial que decía el Sub Marcos. La guerra contra los pueblos”.
Ahí nomás el Lenius tira un dato que dio a luz el sociólogo, politólogo y abogado colombiano, un tal Ariel Ávila, director de la fundación Paz y Reconciliación. Parece que en los 8 años de gobierno de Álvaro Uribe Vélez (actualmente elegido senador y referente de Mauricio Macri en temas de seguridad) la justicia determinó que hubo 4 mil falsos positivos, es decir, civiles asesinados y mostrados en la prensa como guerrilleros.
Las estadísticas son engañosas, pero durante toda la dictadura de Pinochet en Chile se dice que hubo 3 mil personas asesinadas y desaparecidas. “Parce, si se cuentan las fosas comunes, las masacres contra pueblos indígenas, afros y campesinos, los femicidios, o los suicidios por situaciones extremas que impone este sistema, 30.000 desparecidos, paila, ni hacen cosquillas. Y no le estoy hablando de México que es muchísimo más grande que Colombia y ahora vive la misma situación”.
Le contamos de los datos de la Correpi, los asesinatos del estado que trazan una curva ascendente desde la vuelta de la democracia, no importa si los gobiernos fueron radicales, peronistas de derecha, de izquierda o empresarios.
“Y ahora encima hay toda una masa de ignorantes diciendo que los derechos humanos están para proteger a los chorros”, opina Kamacho.
“Y si, como en Colombia, como en todos lados, chorras, putas, terroristas, vagos, violentos, comunistas, ecologistas, anarquistas, pesimistas, jipis e indias de mierda”, aporto.
“Y ellos son empresarios, amas de casa, defensoras de la seguridad nacional, laburantes, pacifistas, veganos, optimistas, demócratas progresistas, republicanos, practicantes de yoga y rubias de ojos celestes”, agrega Kamacho, siguiendo el lento juego del lenguaje inclusivo con sutileza, pa’ que puedan seguirnos el paso los parroquianos del bar de Mario. Parroquianas no hay (salvo alguna ocasional jipi atrevida). Hace rato que nos damos cuenta que escuchan de reojo nuestras conversaciones. Que a veces no entienden bien, como nosotros no entendemos bien las suyas. Pero hay una inquietante fusión o inquietud latente, como entre la cumbia y Piti Álvarez, las fiestas de la esquila o la alagarrobeada, y por supuesto, teniendo en cuenta que en el bar de Mario, el Jipi Matías es un santo popular. Hasta “Don” le dicen.
“Yo ya se los dije el otro día”, dispara Don Jipi Matías de vuelta de poner un rocanrol en la rockola, “el discurso de los desaparecidos es de la dictadura. Al pibe Maldonado lo mató la gendarmería y ahora, porque fuimos tan giles de preguntar dónde estaba, resulta que es un boludo que se ahogó en el río. Y lo mismo con Macri es la dictadura. ¿Cómo? ¿Si lo votó un montón de gente? Y mirá Uribe, mirá Stroessner, mirá Bussi, mirá Banzer. Como decía el viejo de Facundo Cabral, hay que tener cuidado con los boludos, porque son muchos y votan. Eso que llamamos “gente” también vota dictadores, como come comida chatarra, acepta empleos miserables, compra celulares y todavía piensa que las empresas periodísticas le dicen la verdad. O prefieren creerles para tener un lugar, como usté dice parce, en esta criminal sociedad de consumo. Estos nuevos esquemas de estado narcoparamilitar, que no son la dictadura, son algo mucho más sofisticado y truculento. Como hervir sapos a fuego lento, te venden la realidad. Si no te gusta: te matan”.
Bueno, bastante bien, no la cagó tanto Don Jipi Matías, pienso. Se está volviendo un poco más políticamente correcto, pienso. Cualquier momento dice ellos y ellas, pienso.
Pero Don Jipi Matías dice: “Es que somos medio perejiles. Yo no puedo creer que todavía le sigamos reclamando derechos humanos a estos gobiernos y a estas sociedades tan hijas de puta. Y encima todo bien con la Carlotto y la Hebe de Bonafini, pero la Vanesa Orietta, el Alberto Santillán, ¿por qué no estaban más adelante en el palco de las marchas por Maldonado? ¿Vamos a esperar cuarenta años para reconocer a las Madres de Ituzaingó, las madres del paco y el gatillo fácil, de las pibas que secuestra la cana para la trata, o las travestis que mueren como moscas? Todo bien con el escrache al viejo este hijo de puta que asesinó en dictadura. Pero: ¿Por qué no salen a escrachar al comisario, al intendente, al diputado y al gobernador? Porque te comés un tiro al toque. Tenés razón Lenius, los derechos no son humanos, es una guerra contra los pueblos”.
Advertencia: Estas charlas son ficción. Ciencia Ficción Jipi
Ilustración: Sebastián Triglia