Por Mercedes Ferrero y Anabella Antonelli*
Durante el último año, haciendo un recorte de tiempo, se sucedieron grandes movilizaciones y grandes hitos en la calle que mucho tienen que ver con el impulso y la importancia que se le está dando al paro internacional de mujeres de este próximo 8 de marzo. Dichas movilizaciones pueden dividirse en tres grandes ejes que orbitan en torno a la violencia de género, el aborto y las políticas de ajuste de este gobierno. Podemos nombrar la marcha de mujeres de Estados Unidos, las grandes movilizaciones en Polonia por la penalización del aborto, el camino que está haciendo el movimiento Ni una menos en Argentina y demás países de Latinoamérica. En nuestro país un faro muy importante de lucha viene siendo todo lo organizado en relación a los femicidios, los travesticidios, la violencia sexual y económica; la represión del estado que cae fuertemente en nuestros cuerpos; la nueva llegada al congreso del proyecto de ley por la despenalización del aborto, acompañada de distintas acciones como el pañuelazo (y las discusiones que esto genera). Y también en los últimos meses: las movilizaciones en relación a la reforma laboral ejecutada por el macrismo y las propias reivindicaciones de los trabajadores y trabajadoras, en general, y las de las trabajadoras de la economía popular en particular.
Más allá de estos grandes hitos que se vinieron sucediendo de manera más visible, existen también otras acciones que forman parte de este tejido que venimos construyendo y que hacen al impulso con que estamos llegando a este 8 de marzo y que tienen que ver con la política del cotidiano que nutre necesariamente a todas estas movilizaciones y que nos llenan de fortaleza que se reflejan en este movimiento feminista desbordando, construyendo muchos feminismos y un montón de preguntas para seguir caminando. Esta política del cotidiano tiene que ver con lo que se va armando en las casas, en los salones del barrio, en las cooperativas, en los espacios de trabajo y que hacen ver a la calle como el momento de condensación de todo ese tejido, muchas veces imperceptible en las asambleas y en lo colectivo, que sirve de fortaleza para seguir con este envión. (En este sentido, hablando de grandes encuentros que son condensación de décadas de lucha, no podemos dejar de mencionar que está próximo a realizarse el encuentro que convocan las mujeres zapatistas en Chiapas que lleva en su voz el planteo de la descolonización de los feminismos.)
Esto que nos está pasando y que al mismo tiempo estamos haciendo que suceda, tiene que ver con muchas instancias previas de demostraciones de fuerza. Desde las grandes movilizaciones en las calles hasta las pequeñas cosas que vamos logrando en las unidades productivas, en las cooperativas, en los salones comunitarios de los barrios, implican demostraciones de fuerza no sólo hacia afuera sino desde y para nosotras mismas. Por eso decimos que para salir al paro internacional de mujeres hay que creerse el paro, para creerse el paro hay que creerse trabajadora, hay que creer que las tareas que una está haciendo y las distintas funciones que cumple son muy valiosas y una vez hecho esto, recién ahí podemos pararlas para hacérselas ver a quienes todavía no lo ven.
De una lectura reciente de una entrevista a Domitila Chungara, que fue una líder obrera boliviana, rescatamos una imagen muy potente que aparece cuando ella decide hacerle una huelga al marido. Él, enojado por su participación en el comité de amas de casa y por su militancia revolucionaria, comienza a acusarla de que su militancia es sólo para acostarse con los dirigentes y decide no pasarle más dinero, ordenándole que vaya a buscar su salario al comité. Ella, entonces, decide abandonar las tareas del hogar durante varios días, por lo que se empieza a caer todo a pedazos, también comienza a utilizar la ropa del marido como pañal para los niños y con esto hacerle sentir que lo que ella hacía era trabajo. La única tarea que ella no dejó de hacer fue cocinar como signo de no dejar de lado el alimento y por ende el cuidado de la vida. A través de la huelga, en el ejercicio de la misma, es que se va dando cuenta del valor de su trabajo, del aporte doméstico muchas veces invisibilizado y naturalizado como una tarea del hogar y no como un trabajo. En este camino que ella recorre de la revalorización de su propio trabajo (primero que nada para con ella misma, ya que antes pensaba que no trabajaba) se toma una tarea que es contabilizar el trabajo que ella va haciendo en la casa durante un mes y luego averigua cuánto cobra una sirvienta, una cocinera y una niñera por hacer todo ese trabajo y al final del mes le dice al marido que como todo ese tiempo no vinieron sus empleadas ella estuvo haciendo las tareas y le presenta la cuenta de lo que le tiene que pagar. Así también se da cuenta que por el trabajo que ella había hecho ese mes le correspondía un salario que duplicaba al salario que su marido recibía en la mina. Es entonces que tanto ella como él pueden por primera vez ver lo que estaba sucediendo en la propia economía del hogar que venía funcionando en automático hace mucho tiempo. Esta historia de Domitila nos permite ver, más claramente, lo antes señalado sobre la política de lo cotidiano y cómo hacen falta diversas huelgas, de distintas formas y en diferentes espacios y que está bien que una acción no pueda contenerlo todo. Por eso cuando pensábamos cómo es el feminismo que vamos transitando y probando, decimos que tiene que ver con la pregunta pero también con un feminismo que sea diverso que nos mantenga unidas respetando absolutamente todas las diferencias y diversidades ya que es la única forma que vamos a poder tejer resistencias respetuosas y donde realmente vamos a poder estar caminando ese feminismo popular sin estar delimitando lo que es y lo que no es, sin estar generalizando y para seguir abriendo cuestionamientos donde cada vez nos encontremos más de formas más diversas tal vez con compañeras que hoy no nos encontramos.
En lo micro, lo macro, las resistencias más subterráneas y las más visibles y en la perspectiva del feminismo en la cual nos organizamos y militamos en el gran contexto que estamos viviendo (que los zapatistas caracterizan como una cuarta guerra mundial, que básicamente se trata de la guerra por la destrucción, la apropiación y la extracción cada vez a mayor escala y con mayor brutalidad de los bienes comunes) de disputa actual, las mujeres tienen elementos, herramientas y claves muy profundas que aportar desde los saberes en torno a la soberanía alimentaria, como algo muy concreto y muy material que ancestralmente las mujeres han resuelto, han cuidado y mantenido. Hoy como mujeres en colectivos la tarea que nos toca es de una responsabilidad enorme cuando una tiene saberes y herramientas, la lucha hoy los requiere de una manera muy particular y muy urgente y ahí están las mujeres en movimiento tejiéndose en cada una de las luchas territoriales. Precisamente este escenario de cuarta guerra mundial se ha expresado también en la gran cantidad de referentes luchadoras latinoamericanas que nos han sido arrebatadas en los últimos años como es el caso de Berta Cáceres, líder indígena lenca, feminista y activista del medio ambiente hondureña, una muerte silenciada por la misma violencia que el capitalismo y el patriarcado ejercen sobre las mujeres en cada femicidio. Pero sí tenemos las palabras de Silvia Rivera Cusicanqui que nos dice que hoy en día procurar el alimento tiene implicancias cósmicas, que cuidar de la salud, del cuerpo y de la vida son cosas de una implicancia política mucho mayor a través de este nexo con la madre tierra haciendo hincapié en la política del afecto y el cuidado como una forma de hacer política real y un llamado universal a repolitizar la vida cotidiana y a una unidad en la diversidad.
Por todo esto es que llegamos al 8 de marzo absolutamente alegres, con muchísima fuerza y muchas ganas de encontrarnos con todas las compañeras que lo estamos construyendo, porque es algo muy importante como foco de resistencia ya que las mujeres hoy nos estamos dando lugares absolutamente creativos en generar nuestras trincheras y que son trincheras contra la violencia y contra el capital en general. Por esto esperamos encontrarnos levantando todas las banderas que este feminismo invita a levantar.
*Columna de géneros del especial 8M de la emisión radial de La luna con gatillo.